Cada vez que pasaba frente a la Cárcel de Encausados miraba las ventanas. Era niño y desde el asiento trasero del auto buscaba esas aberturas cuando mi viejo doblaba en la calle Belgrano. A veces sobresalían brazos o asomaban rostros. Otras, veía telas o ropa atada a los barrotes. Yo imaginaba que esos trapos eran un mensaje desde el encierro para el exterior, que estaban ahí para decir algo.
 
La Cárcel de Encausados es desde 2013 una ex cárcel, pero comenzó a desmantelarse en febrero de 2008 después de un motín que hizo reconocer a las autoridades que ese "ya no era un lugar digno".
 
En abril de este año, las máquinas demolieron el muro zigzagueante que la rodeaba. Desde entonces trabajan para construir allí un parque que tendrá casi 12 mil metros cuadrados, con arboles, veredas y juegos. También van a restaurar el edificio construido en 1921 y que ahora quedó al descubierto, entero, desnudo, en el corazón de barrio Güemes. 
 
Hace unas semanas pude entrar, para ver y contar. Y pude mirar desde las mismas ventanas que yo veía hace ya un par de décadas, pero esta vez desde adentro. Los techos de las casas, la gente yendo y viniendo por la vereda, el cielo recortado por edificios que se acercan cada vez más. De este otro lado de los barrotes, aún hay plantas, flores de plástico, recortes de revistas en las paredes, graffitis, pintadas religiosas, estatuillas y, todavía, trapos como mensajes. Restos de una cotidianidad que aparenta haber sido interrumpida de manera abrupta.

Las imágenes fueron saliendo en blanco y negro. No creo haberlo decidido, instintivamente prioricé el contraste de luces y sombras, de ventanas y concreto, de desierto y palomas, de ladrillos y palán palán. 

El contraste de sentirme libre en medio de tanto encierro.

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ENCAUSADOS EN FOTOS Guión, montaje y edición: Florencia Pon