Las salas de juegos en la provincia de Córdoba sufrieron, como la mayor parte de las actividades, los efectos de la pandemia mundial de Coronavirus. Sin embargo, con la finalización del aislamiento volvieron a abrir sus puertas y tener un movimiento (restringido) que otrora caracterizó a esos sitios de entretenimiento, donde la gente concurre a perder y ganar dinero.

Los tradicionales lugares con ruleta y mesas largas donde números, colores, docenas, columnas y otras alternativas permiten opciones de apuestas fueron los últimos en autorizarse (recién en diciembre pasado fueron abiertos los paños, en las salas que aún tienen); y tal como ocurre en la vida cotidiana y en los lugares laborales, la tecnología se encarga de presentar versiones seductoras que permiten compartir máquinas de ruletas, disputar en soledad el azar con ellas o zambullirse en las “tragamonedas” (que desde hace tiempo sólo reciben billetes).

Contra las paredes y recortando los pasillos de la infraestructura, se ubican las slots donde todas las posibilidades de buscar el encanto de ganar y conseguir algunos billetes de más se encuentran disponibles. Las figuras son llamativas, los timbres suenan en sonidos que se entremezclan, las imágenes cambian y los contadores suman o restan la cantidad de créditos (la plata apostada) que tiene cada jugador. Personas de carne y hueso, algunos salidos del trabajo, otros fugados de la pileta con ojotas y bermudas y hasta la señora que fue a hacer las compras a la despensa y no puede esconder su bolsa de red, nos alejan de la fantasía de grandes espectáculos y trajes caros de ricos que juegan en Las Vegas, y nos acercan a la escena vernácula de cualquiera de los establecimientos provinciales.

Cuando más se agolpa la gente frente a la puerta de esos lugares debe ser en noches de viernes y sábado, al igual que los mediodías de domingos, por lo general. Los horarios en que el juego abre sus puertas es entre 11 y las 3 de la madrugada. Distintos grupos de gente se adueñan de las máquinas: mujeres adultas y mayores son mayoría durante la tarde y hombres, jóvenes y parejas concurren por la noche. Para algunos promueve una distracción y para otros el convencimiento de vencer a la máquina.

Una premisa remanida en ámbitos políticos sostiene la idea que cuando la sociedad tiene sueldos que no alcanzan para el sustento de la organización familiar se buscan algunas vías de escape alternativas para conseguir ingresos y apuntan al juego de apuestas, variable que en este tiempo de pandemia es complejo de ponderar por situaciones vinculadas a restricciones, aislamientos y fobias, entre otras.

Dónde se sigue jugando

Desde la aprobación de la Ley provincial 8.665 se dispuso la creación de la sociedad del Estado Lotería de Córdoba, en el año 1997. Esa fue la oportunidad en que el manejo del juego dejó de ser del exBanco Social (cuestionado por el otorgamiento de préstamos incobrables durante la gestión de Jaime Pompas), y permitió que 300 funcionarios y empleados pasaran a la nueva dependencia. Se resolvió que el ente tiene por objeto la organización, dirección, administración y explotación de juegos de azar y de apuestas mutuas y actividades conexas.

Uno de los anexos de esa legislación ocupó la mayor parte de los debates de la agenda política en aquel entonces y finalmente quedó redactado así: se aprobó la instalación de salas de casinos, y de bingo con máquinas de juego ("slots") solo en hoteles localizados en áreas de interés turísticas, así determinadas por el Poder Ejecutivo, y a una distancia radial mayor a los veinte (20) kilómetros contados desde la Plaza San Martín de la Ciudad de Córdoba. Entre los legisladores primó la concepción que la Capital cordobesa no podía ser sede para el juego y se afianzó el pensamiento de que los lugares de turismo, ciudades populosas y frontera interprovincial debían prever esos asentamientos. Las ciudades de Villa Carlos Paz, Alta Gracia, Río Ceballos, La Falda, Mina Clavero, Miramar, Corral de Bustos, Río Cuarto, Embalse, Laboulaye y Villa María fueron los lugares elegidos. En algunos casos, se sumaron salas a las que ya existían históricamente.

Protocolos para el ingreso, control de temperatura, rociado de manos con alcohol y verificación de documentación (ahora es obligatorio bajar la aplicación Cuidar para que la guardia observe el cumplimiento de la colocación de vacunas). El tamaño de la sala determina cuántos jugadores y jugadoras pueden ingresar, aunque, por lo general, no superan la presencia de 300 personas.

Adentro, el mundo se transforma en una apuesta, el ruido de las máquinas altera los corazones, las luces llaman la atención y los números que giran permanentemente marcando la suerte del bolsillo de los presentes. Un ritual que promueve múltiples afinidades, abre adicciones ocultas, genera procesos de ludopatías y supone la engañosa confrontación entre el ser humano y la máquina.

¿Quiénes se juegan la vida?

“Acabo de cobrar la jubilación y siempre vengo a jugar para tener un poco más de plata para poder gastarla cuando veo a mis nietos los fines de semanas”, dice Raquel (65) y busca multiplicar sus ingresos con la aparición de la imagen de un comodín que le permita juntar muchos puntos, en una sala serrana. Ella es sólo la muestra de un grupo de personas que intenta conquistar algunos billetes que sirvan para llegar más holgado a fin de mes. Minutos después ella está en un pasillo desencantada: parte de la jubilación se fue rápidamente por el agujero que está debajo de la pantalla.

Es parte de las historias que se conjugan en cada casa de apuestas, con las típicas miradas que desafían los software incrustados debajo de los paneles y la esperanza de vencer a la banca y conseguir algunos morlacos más.

“Perdí mi pareja, estoy peleado con mis hijas y mi hijo salió jugador como yo. Le gusta jugar. La semana pasada ganó 800.000 pesos en la ruleta, el único problema es que le debía a un prestamista 1,8 millón”, cuenta Daniel (64) y explica que no puede abandonar el juego, porque desde los 14 años cuando comenzó a “colarse” en los casinos, siempre tuvo la tentación de apostar y ya no va a dejar de hacerlo. “En el casino perdés siempre. Yo he apostado mucho y no me arrepiento, pero así como gané un día el valor de un auto cero kilómetro y al otro día el valor de otro cero kilómetro, el tercer día perdí lo que cuesta una camioneta cuatro por cuatro. Otra vez perdí una casa y así”, recuerda. También mencionó que alguna vez concurrió al casino con una amiga que luego de ver que apostaba 10.000 pesos en una jugada le preguntó: “¿te devuelve el dinero la máquina?”. Fin de la relación.

El árabe es el jugador más reconocido por empleados y jugadores. Pocos conocen su nombre, pero muchos lo distinguen por su apodo. Es el Messi del casino. Cuentan que sus hazañas lo colocaron en cosechar una ganancia de 800.000 pesos en una noche de racha y que eso le sirvió para recuperar parte del millón de pesos que había perdido dos días antes. Casi como una crónica increíble sus apuestas quedan certificadas en las pantallas y sus logros muestran como en pocas jugadas puede llegar a ganar apuestas de 500.000 pesos. Su plan radica en completar una franja de números que se muestra explotada de fichas. Las apuestas provienen de los billetes nacionales de mayor denominación y deben contarse por varios miles.

Los jugadores que concurren asiduamente saben detectar más rápido aquellas máquinas “pagadoras” y pueden entender algo de las combinaciones implantadas en los soft que hacen disfrutar o enojar a los concurrentes. También se admite que la ganancia será más grande cuando se asume el riesgo de apostar una mayor cantidad de dinero y las prédicas de “jugar hasta el final” forman parte del perfil de los que se sienten “jugadores profesionales”.

Ludopatía

La Real Academia Española reconoce 19 tipos de acepciones para la palabra jugar. La definición especifica:

Es hacer algo con alegría y con el solo fin de entretenerse o divertirse. Por supuesto que hay una gran diferencia entre los juegos que requieren una habilidad intelectual o física y los que se limitan al azar. También, hay una frontera delgada que separa la situación de entretenimiento de la patología conocida como ludopatía, donde se reconoce una adicción al juego, similar a otras adicciones que sufren las personas como la ingesta de alcohol, consumo de drogas, etc. La cuarta acepción de jugar es tomar parte en uno de los juegos sometidos a reglas, no para divertirse, sino por vicio o con el solo fin de ganar dinero. En el sistema capitalista y de consumo que estamos parece controversial, al menos, el cuestionamiento de ganar dinero. Bueh!

El estudioso R L Custer escribió que la delgada línea se atraviesa a través de cuatro fases donde el sujeto pasa a ser un jugador patológico: ganancia, pérdidas, recuperación y desesperación. En esta última la dependencia genera que la persona modifique sus conductas anteriores y las deudas amplifiquen un clima de deterioro con fuerte impacto en la realidad personal y social de quien cae en estos abismos.

La literatura especializada ha descrito una serie de características de personalidad en los jugadores: mayor grado de psicopatía, padecer baja autoestima y/o depresión, ser altamente competitivos, enérgicos, inquietos, tener bajo nivel de activación, facilidad para el aburrimiento y gusto por el riesgo, ser generosos hasta la extravagancia, tener limitada capacidad de enfrentamiento a la realidad, mantener sueños de grandeza y deseos de éxito, necesidad de excitación y presentar distorsiones cognitivas.

En las salas de casino un escaparate muestra el teléfono 08007772983 de ayuda para ludopatías.

Manual para ganadores

No existen manuales que contengan fórmulas para vencer a la banca y la esperanza de todos los concurrentes siempre apunta a ganar, por lo cual las expectativas superan a la realidad. Hay muchos que en la historia del juego han tratado de usar martingalas (jugadas especiales que permiten una alta probabilidad de ganar), aunque no hay patentes de metodologías que aseguren triunfos, hasta el momento.

El matemático rumano Stefan Mandel resultó uno de los hombres más ganadores de la historia, aunque no concurrió a los casinos para eso. Se conoce que 14 veces obtuvo el premio mayor de loterías de varios países y vive en una paradisíaca isla en el Pacífico Sur, lejos del ruido y tras haber padecido la cárcel. Inventó una fórmula ganadora que le permitía conocer cinco de los seis números de la lotería, sobre un total de 40 opciones. Estimaba de esa manera alcanzar el segundo lugar, pero junto a tres amigos lograron llevarse el premio mayor. Fue entonces que con dinero en el bolsillo probó su plan en Australia y los éxitos siguieron sobre la base de manejar las 3.838.380 combinaciones para acertar los seis números entre el 1 y el 40.

Cuando llegó a Estados Unidos su éxito siguió y de a poco cayó bajo la mirada de las autoridades del FBI y la CIA. Huyó a Israel y luego a Inglaterra en los ‘90. Se presume que vive sin problemas y gozando de una extraordinaria suma de dinero, incalculable.

Los jugadores criollos no han alcanzado tanta notoriedad ni coronas, aunque cada sala reconoce algunos acompañados por la buena suerte. En la actualidad, las activistas en género deberían procurar que también las “señoras hagan juego”, para terminar con una discriminación ancestral.