Al recorrer la geografía de nuestra provincia el visitante encuentra una multitud de atractivos. Muchos de ellos, aunque suelan pasar desapercibidos y tengan poca prensa, tienen que ver con la ciencia y la tecnología.

Hay dos grandes redes que vinculan la mayoría de los rincones de la provincia. Una es la red de energía y agua. Diques y embalses, usinas, tendidos de energía eléctrica. Pero también canales, plantas potabilizadoras, cañerías de distribución de agua de diversos calibres, sistemas de desagüe, y plantas depuradoras de aguas residuales. Estas últimas, devuelven el agua a los ríos de los cuales las tomaron prestadas. La segunda red que vincula la mayoría de los rincones de la provincia es la ferroviaria. Hablaremos de ella en otro momento.

Los sistemas de energía y de agua están, claro, íntimamente relacionados. Esencialmente, porque una fracción importante de la energía eléctrica producida en Córdoba es de origen hídrico. De nuestra capacidad total de generación de energía eléctrica, aproximadamente un 35 % es de origen térmico, principalmente turbinas a gas. Un importante 39% es hidroeléctrica, con una salvedad: de esa proporción, la gran mayoría es producida por una sola central, la de Río Grande, que no genera en forma continua sino ante picos de demanda. Cuando genera, no lo hace para Córdoba, sino para el sistema nacional de interconexión. Otro 25% de la energía eléctrica “made in Córdoba” es generado por la central nuclear de Embalse. Esta facilidad tampoco produce para consumo cordobés.

Para generar energía hidroeléctrica hay dos alternativas. Se pueden usar enormes cantidades de agua, como las disponibles en el Litoral, principalmente en los ríos Uruguay y Paraná. Córdoba, evidentemente, no cuenta con esos recursos naturales. En casos como el nuestro, la solución adoptada suele ser otra: aprovechar caudales menores de agua, pero con desniveles importantes. Eso se logra con embalses y usinas ubicadas muchos metros por debajo. Quizás sea una forma de compensación por la escasez de agua, pero tenemos abundancia de desniveles en nuestros modestos ríos. Sobre los grandes ríos mesopotámicos, en cambio, solo cuatro desniveles notables se conocían. Los dos principales son las Cataratas de Iguazú, en medio de dos parques nacionales, uno argentino y uno brasileño, y los Saltos del Moconá, también binacionales, pero ubicados sobre el río Uruguay. Afortunadamente, son atractivos turísticos afamados por su naturaleza apabullante. Sin embargo, otros dos quedaron sumergidos en los grandes lagos artificiales que se construyeron en el siglo XX. La represa de Yacyretá sepultó bajo el agua los Saltos del Apipé, sobre el Paraná. Y la de Salto Grande hizo lo propio con la cascada cuyo nombre lleva la presa. Desde luego, ninguna de estas mega-obras se instaló allí por casualidad.

Volvamos a Córdoba. La provincia es atravesada de oeste a este por cinco ríos principales. Cuatro de ellos: Suquía, Xanaes, Ctalamochita y Chocancharagua, nacen en los faldeos del este de nuestras propias sierras grandes. Y los tres primeros están extensamente explotados para generar energía. El quinto nace en San Luis, el Popopis, y se extingue lentamente en la llanura. También se explotan para generar energía el río de Los Sauces, en Traslasierra, y el Cruz del Eje, en el norte. Todos los embalses son polos de atracción turística. Quizás sea hora de que las propias centrales eléctricas, que se sirven de ellos, también sean abiertas al turismo. 

Para conocer más, visitá el sitio Turismo Ciencia, que cuenta con el apoyo de un PROTRI del Ministerio de Ciencia y Tecnología de Córdoba