Natalia Daniele acababa de terminar la secundaria en Tránsito, su pueblo, cuando dio a luz a Mikael. Jamás imaginó lo que le tocaría vivir. El pequeño nació con una enfermedad muy extraña llamada Síndrome de Vacterl, una asociación de malformaciones congénitas que se produce durante el desarrollo embrionario afectando a diversas estructuras y órganos. Mikael, que hoy tiene 3 años, nació con problemas en los intestinos y en el esófago. Y allí comenzó un periplo que lo llevó a estar internado más de la mitad de su vida.

Después de estar casi un mes en la Maternidad Provincial, fue derivado al Hospital de Niños de Córdoba, donde permaneció un año y nueve meses. Durante todo ese tiempo, pegada a la cama, estuvo siempre Natalia, por entonces una adolescente.

“Jamás se separó de su bebé. No se relacionaba con el resto de las mamás, estaba todo el tiempo al lado de la cama de su hijito, casi internada como él”, dice una de las enfermeras que la acompañaron en este largo camino. Solo recibía la visita de sus padres que venían, cuando podían, a darle fuerzas.

Mikael pasó por seis operaciones de riesgo, que lo llevaban a terapia intensiva frecuentemente.

Se intervinieron sus intestinos, se le unió el esófago, le cerraron una fístula y hasta se le hizo una colostomía, que consiste en colocar una “bolsita” que ayuda a derivar el tránsito intestinal hacia el exterior. “Era una bombita de tiempo”, dice hoy más relajada Natalia, quien llegó a pasar 15 noches durmiendo en el piso de la terapia esperando que el pequeño mejorara.

El primer año fue el más complicado. Mikael se alimentaba solamente con leche a través de una sonda naso-gástrica. Pesaba tan sólo 5 kilos, lo que pesa normalmente un bebé de 2 meses. Recién al año comenzó a recibir otro tipo de alimentos.También se retrasó el desarrollo de su motricidad, porque estaba permanentemente acostado. Caminó al año y medio. Sin embargo, este pequeño gigante era el que le daba fuerzas a su mamá para soportar todo.

Natalia recuerda que los médicos y enfermeros junto a los voluntarios de la casita Ronald Mc Donald se convirtieron en su nueva familia.

La contenían y ayudaban en todo lo que podían.

Ella se higienizaba ahí, comía en el hospital o en los alrededores, y estaba pendiente de la evolución de su hijo las veinticuatro horas.

“Pasé a formar parte del paisaje del hospital”, dice.

Finalmente, el 29 de setiembre del 2017, le dieron el alta definitiva.

Un año, diez meses y 13 días despúes, Mikael volvía a nacer : “Fue el día más soñado, pero a la vez temido. Costaba soltar ese grupo de enfermeras y profesionales que tanto nos contuvieron”.

Este pequeño gigante lo logró y con sus fuerzas salió adelante para poder regresar a Tránsito con el resto de la familia. Ahora sólo tiene controles mensuales y se lo ve inquieto y rozagante como cualquier niño de su edad. Natalia consiguió trabajo y hace poco se mudaron a su propia casa.

“Ahí comenzamos una nueva vida, lejos del Hospital”, dice, y su sonrisa invade la sala de espera.

La historia de la mamá gigante y el niño frágil que resultó invencible