Hace algo más de dos años participé en una muy conocida regata fluvial en la provincia de Córdoba, conocida como Desafío del Xanaes. Son varios tramos, que se cumplen en diferentes días, desde Despeñaderos hasta la desembocadura del río, en la laguna de Mar Chiquita. Realicé solo un tramo, entre las ciudades Río Segundo y Villa del Rosario, en un kayak doble. Debo confesar que era la primera vez que remaba, más allá de algún intento infantil en un pequeño gomón en Tala Huasi, que no debería ser tenido en cuenta. Mi amigo Ricardo Gómez, operador turístico de Villa la Bolsa había provisto el kayak y contactado un experimentado timonel, Gonzalo.

La ruta secreta para conocer el nacimiento del río Xanaes

El Xanaes ese domingo inspiraba temor: muy crecido, con sus aguas oscuras por el barro removido por la creciente. Y claro, la velocidad del agua era muy alta; lo notábamos por los camalotes que arrastraba. Es que los ríos, al crecer, no sólo incrementan su caudal, su profundidad y su ancho, sino también la velocidad del agua. Es fácil de comprender si uno piensa que el río fluye, hacia abajo, por gravedad. Si se agrega gran cantidad de agua desde la cuenca superior, la pendiente o inclinación de la superficie del río también aumentará, y por ende la velocidad del agua.

Ese día remamos desde las 8:30 de la mañana hasta las 17. Fue una experiencia nueva e intensa, para mí. Más allá del esfuerzo al que no estaba acostumbrado, que atestiguaron mis brazos y espalda al intentar dormir esa noche, hay algo profundamente perturbador en recorrer lugares conocidos, por caminos desconocidos. Algo de la dimensión del extrañamiento. La perspectiva desde el río es totalmente diferente a la que se tiene por las rutas y senderos. Además, más allá de los remos que brindan una cierta ilusión de capacidad de maniobra, navegar arrastrado por las aguas de un río crecido implica una vivencia de ser llevado, de resignar casi por completo el control de las situaciones. Los tres involuntarios chapuzones sufridos, verdaderos bautismos de navegación, lo atestiguan. Solo el primero me produjo miedo profundo, más allá de las medidas de seguridad y la presencia de los bomberos que durante ese día, se instalan en zonas estratégicas del río para ayudar a quienes, como yo, caen al río.

En el recorrido, además de sensaciones variadas, encontramos algunos hitos que llaman la atención. Quizás el principal fueron las torres de enfriamiento de la Usina Bicentenario, a escasos metros del curso del río. Allí, una fina lluvia cae en una especie de cascada por goteo, sobre cañerías por las que circula el agua para enfriamiento de las máquinas de la central. Es decir, se usa el agua del Xanaes para enfriar el agua que a su vez, enfría las máquinas. Solo desde el río es posible tener una vista tan cercana.

Durante todo aquel día, en mi mente aparecían las imágenes de las aguas del río fluyendo hacia la Mar Chiquita, su destino final. Pero me surgía la pregunta acerca del nacimiento de ese río. ¿Dónde, pues, nacía el Xanaes? Sus aguas vienen de la zona de la Pampa de Achala, pero ¿por qué vías? Esas preguntas quedaron sin respuesta en aquella oportunidad, en el fragor de la remada, las salpicaduras, la alegría de llegar a la meta (tarde, pero llegar), y el dolor muscular.

Dos años y medio después, decidí ver con mis propios ojos el lugar preciso en el cual nace el Xanaes. Los mapas son claros, pero los accesos no tanto. Por la autovía ruta nacional 36, se debe circular hasta el cruce a Despeñaderos. Se encuentra unos 200 metros antes, justamente, del puente carretero que atraviesa el Xanaes. Allí se debe salir de la ruta hacia la derecha. Luego de unos tres kilómetros por caminos de tierra que circulan entre los sembradíos, hay que dejar el vehículo y caminar hacia el sur. No son muchos los lugares en donde puede hacérselo, porque se trata de terrenos privados dedicados en su mayoría a la agricultura y se encuentran alambrados. Es notable cómo en la provincia de Córdoba, el acceso a la propiedad pública -los cursos de agua y sus riberas- está en la gran mayoría de los casos impedido por alambrados. Es notable también la falta de control o de acciones que lo impidan.

Por uno de esos pocos accesos “liberados”, se llega al borde de la barranca del Xanaes. Y a unos 150 metros de distancia se ve, claramente, el lugar buscado. Es la confluencia del río Los Molinos, que viene del dique compensador La Quintana o Los Molinos II, y el río Anisacate, que baja en forma más directa de las sierras. El Anisacate, a su vez, se forma por la confluencia del Río de la Suela y del San José. Pero esa es otra historia, que contaremos en otra oportunidad. Por ahora, me basta con cerrar aquella historia abierta a fuerza de remos.

“Si querés conocer más sobre los ríos de Córdoba, visitá el sitio de #TurismoCientífico de la UNC: https://turismociencia.unc.edu.ar, o seguinos en Instagram como: @ciencia.turismo .”