La violencia de género en tiempos de pandemia
Por Alejandra Dominguez y Alicia Soldevila*
La cuarentena, el aislamiento social y preventivo, dejan más expuestas a mujeres, lesbianas, trans y niñas que atraviesan situaciones de violencia de género, las coloca frente a una mayor desprotección y necesidad de cuidado, que en muchas de las situaciones culminan en feminicidios y transvesticidios. Los movimientos feministas primero y las estadísticas después dan cuenta de que el lugar menos seguro para mujeres y niñas es el espacio de lo privado, el espacio de la casa, donde quien ejerce violencia lo hace aun con la prohibición de acercamiento, lo hace en el silencio a través del hostigamiento. La persecución dentro y fuera de casa se acentúa en tiempo de coronavirus.
Las formas de violencia se multiplican, quedando más en evidencia las de violencia económica: las mujeres con niñes a cargo sufren mayor sobrecarga y responsabilidad en el trabajo de cuidado, a lo que se suma el no contar con recursos para alimentar o cargar su teléfono, lo que permitiría una salida cuando se agrava la violencia. El no pago de la cuota alimentaria, el no tener o haber perdido el trabajo remunerado, han incrementado hoy las demandas de apoyo para transitar este tiempo. Esta situación se agrava cuando se encuentran en el mercado informal, sin posibilidades de generar el ingreso diario, en espacios habitacionales reducidos y con recursos cada vez más escasos para afrontar las necesidades cotidianas en un contexto de encierro.
La forma económica de la violencia se vuelve hoy más evidente, por sí misma y por su impacto psicosocial, dejando literalmente en una encerrona a las mujeres, niñas, lesbianas y trans, y detonando en sus cuerpos materiales y simbólicos. El incumplimiento de los deberes de asistencia por parte de los progenitores asoma como una violencia más, ejercida con contundencia.
En este contexto, las travestis, trans, trabajadoras sexuales y mujeres en situación de prostitución quedan más expuestas y desprotegidas por las condiciones de precariedad, aislamiento y segregación a las que como sociedad las hemos condenado, y que constituyen un no reconocimiento como personas con plenos derechos.
Párrafo aparte merecen las profesionales, en general mujeres que trabajan asistiendo, cuidando y atendiendo a quienes viven situaciones altamente complejas de violencia de género, profundizadas por el encierro. En su mayoría se encuentran precarizadas en sus condiciones de trabajo, desprotegidas y con escasas herramientas para dar respuestas a las complejidades que les plantea la demanda.
Si bien se han ampliado y reforzado las líneas telefónicas, mails, apps y formas de contacto para quienes pueden utilizar los recursos del teléfono, sabemos que son muy insuficientes para quienes no cuentan con estas tecnologías o no las pueden utilizar por compartir la vivienda con el agresor. Necesitamos pensar en un plan de contingencia que permita brindar protección preventiva y contención a mujeres, lesbianas, trans y niñas, ya que cada una requiere de acciones específicas que les faciliten transitar este momento.
Es un momento de grandes desafíos para el Estado y la sociedad, que aún no han sabido prevenir ni atender de manera adecuada la “pandemia” de la violencia.
(*) Feministas. Docentes e investigadoras de la Facultad de Ciencias Sociales