Ha estado en unos 30 juicios por femicidios. Acompañando a familiares de las mujeres muertas. Militando contra esos crímenes sin fin.

Maru Acosta tenía 24 años en septiembre de 2014, cuando su hermana Paola fue asesinada y arrojada junto con su hija de dos años a una alcantarilla. Tres días después, a la pequeña la rescataron viva. El femicida, Gonzalo Lizarralde había intentado así, deshacerse de una paternidad indeseada que entorpecía sus aspiraciones. Ahora está en la cárcel. Con perpetua. Su crimen es un hito en la lucha contra la violencia de género en Córdoba. Aunque no el primero, por su ferocidad multiplicada, el femicidio de Paola Acosta, y el intento fallido contra su hija, despertaron a mucha gente adormecida; todavía incrédula de que la violencia machista, mata.

Maru Acosta estudiaba Periodismo en la Mariano Moreno, había trabajado en un colcenter. Militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores. Vivía con su mamá y su papá, en Arenales, un barrio popular del este de la ciudad, cerca de Malvinas Argentinas, donde se jugó la dura resistencia contra la multinacional Monsanto. En esa lucha, ella comenzó su militancia partidaria.

El crimen de Paola le dio vuelta la vida. Sin tiempo para duelar a una hermana que extraña todavía, de golpe, debió aprender sobre el juicio contra el femicida, luego la apelación (hasta que el Tribunal Superior de Justicia admitió que había sido femicidio); y, fundamentalmente, aupar a la pequeña sobreviviente. La Maru, devenida madre de repente.

Fue la tarea más difícil, me cuenta Maru Acosta en la sala de reuniones del bloque de la legisladora socialista Luciana Echevarría, donde hace prensa y tareas administrativas. Por su militancia feminista, sabía que madre no hay una sola. Pero recién con terapia psicológica pudo ir aceptando esa maternidad singular, tan alejada del modelo de mamá familia tipo.

−Cuando fue creciendo (la pequeña), le pregunté qué quería de mí. Si una tía como las tías de sus compañeras, o una tía más mamá que tía. Más mamá que tía, me dijo. Porque mi mamá podría hacer de mamá, pero es más abuela. Como buena abuela, la malcría… −se ríe Maru Acosta, sonrisa generosa; el lugar resplandece.

Sonríe mucho, durante la entrevista. Y llora. Una vez, y otra poco después. Deja su silla; busca en un armario. Servilletas de papel estraza. Se seca las lágrimas, se quita los mocos. Llora. Llora incontenible. Y vuelve a sonreír. Qué linda sonrisa, le digo. Lo ilumina todo.

−Sí… Río mucho… Después de haber llorado tanto…

Tras el femicidio de su hermana, Maru Acosta dejó de estudiar, se convirtió en un ícono de la lucha contra la violencia hacia las mujeres, referente del Ni una Menos en Córdoba, tres veces candidata por su partido (a diputada provincial, luego nacional; a intendenta). Recién al tiempo, con la ayuda de profes y compañeres que la alentaron, terminó su carrera de Periodismo.

Durante el parate de la pandemia, algo le reclamó que debía volver a pensar en ella. En la Legislatura (de paso, buena ocasión para conocer el nuevo edificio. Impactante. Raro, por fuera. Por dentro, revestidos de madera, auditorio chiche que ojalá podamos usar todes, cocina-cafeterías de película, el recinto volado… Un aire a Centro Cultural Kirchner); en su oficina de trabajo, Maru Acosta, ahora 32 años, cuenta que entonces, después de la cuarentena se decidió por estudiar algo más. Locución.

Conduce Noti Flash en vivo por internet los martes a las 20, y por Radio Nexus, los sábados de 10 a 12. Salud, mucho espectáculo. Y deportes. Entrevistas. En ese tren, viajó por notas al recital de Coldplay, a quienes seguía mucho antes del bum de los diez estadios monumentales.

−Es lo que más me gusta. La comunicación. No tanto escribir panfletos. Uf… que no se me enoje nadie. −Reímos. Cómplices.

Tampoco quiere más candidaturas. Aprendió mucho cuando le tocó: de leyes, a resumir en diez minutos. Y memorizar. No hablar superficialmente. Pero no es lo de ella. Se necesita mucha responsabilidad, mucho nivel de exposición, detalla.

Muy de a poco, Maru Acosta está volviendo a sus redes sociales. Se alejó porque no pudo resistir los insultos, durante las campañas electorales, y la lucha contra los femicidios. Insultos personales. Groserías. 

Como una niña. La que era cuando mataron a su hermana. Así la veo. Le duplico la edad. Pero cuando le pregunto por qué a veces, la izquierda vota con la derecha, se alerta. Vuelve al modo candidata. Un discurso organizado, años de militancia. La izquierda no puede aceptar que los trabajadores paguen impuesto a las ganancias. Proponemos una política de vanguardia, debates profundos. No parches, que no atacan los problemas de fondo, dice, sin resquicios.

¿Sus gustos más burgueses?

−Tomar el té, con todos los detalles, en un lugar bonito. Y volver a mi casa en taxi −reímos nuevamente.

Es reparador, susurra, haber ido a tantos juicios por femicidio. Te ayuda a comprender que no te pasa solo a vos. Muchas veces nos hemos preguntado por qué nos pasó lo de Paola. Ahora quisiéramos no hablar tanto de su muerte. Su muerte no fue toda su vida.