Alicia Otaiza tiene 38 años. Hija de comerciantes, comenzó a trabajar a los 8 acompañándolos en las tareas cotidianas en los distintos comercios que sus padres tuvieron en el rubro de verdulería y carnicería.

En 1993 eran dueños local llamado El Oasis en lo que es hoy el Paseo Rivera Indarte. Después atendieron puestos en el Mercado Norte, en el de Abasto y en Alta Córdoba.

Hace 3 años, junto a Marcelo, abrieron su propio negocio en Av Rafael Nuñez al 6400, al lado del histórico restaurante Pirola, que cerró a fines de marzo pasado por la crisis y el ahogo financiero luego de casi un siglo de existencia y trayectoria en Córdoba.

El matrimonio tenía verdulería y habían anexado en diciembre carnicería.

Sin embargo los gastos empezaron a aumentar de manera meteórica: de pagar cinco mil pesos de luz les llegaron dos boletas de sesenta mil.

También se incrementó la presión impositiva, y los gastos fijos por mes ascendieron a ciento veinte mil pesos, algo imposible de sostener en un contexto de recesión.

El golpe de gracia se los dio una inmobiliaria que les pidió un ciento cincuenta por ciento de aumento para renovarles el contrato de alquiler (unos 45 mil pesos).

Con ese panorama y a contrarreloj tuvieron que tomar la decisión de cerrar.

En sólo 20 días desarmaron el negocio de sus sueños, indemnizaron al empleado que tuvieron que despedir y se mudaron a la calle: pusieron un puestito en Avenida Ricardo Rojas al 7300 gracias a un permiso municipal de venta ambulante.

No pudieron pagar los costos de un local y terminaron en la calle

Hace un mes y medio están instalados allí.

Tienen un camión que es el único refugio para las inclemencias del tiempo.

Sin embargo, la pelean y los tres (junto a Milagros, su hermosa beba de un año y medio) aguantan la situación económica.

“Cuando abrimos hace 3 años vendíamos cierta cantidad de mercadería, con un dólar a 15 pesos. Ahora vendemos menos del 20% de aquel volumen con un dólar a 60”, dice Alicia que a pesar de la situación no pierde el buen humor.

Han sido empujados a la informalidad y por lo tanto nadie les otorga créditos y el sueño de mejorar el tráiler para protegerse los días de lluvia se hace más lejano.

“Vivimos al día, sin poder proyectar nada”, sostiene.

Sin embargo agradece poder seguir trabajando, y sobre todo a sus clientes (los de antes y los de ahora) por ser fieles a “la buena calidad al mejor precio” que aseguran seguir ofreciendo en el colorido puesto de Ricardo Rojas y Francisco Vidal.

No pudieron pagar los costos de un local y terminaron en la calle