Por: Manolo Lafuente

“Tantas cosas ya se han ido al cielo del olvido…” dice María Elena

Walsh en su “Vals del diccionario”. Y eso es lo que quiere creer que nos

pasa a los electores hasta el más ignoto candidato a concejal suplente de

Agua Hedionda, Córdoba. O de Oro, Córdoba. Bifronte, siempre.

Lo digo porque prometen cosas irrealizables olvidando que ya no las

realizaron si son oficialismo, o que ya han sido prometidas, si oposición.

Lo del oficialismo, al menos, está a la vista y no hay como ocultarlo.

En cambio, lo de la oposición podría recibir el beneficio de la duda.

Podría, pero no puede. Ambrose Bierce, define: “oposición es el

partido que impide que el gobierno se desenfrene”. Y contó que el rey de

Ghargarou designó para legislar sobre la recaudación de impuestos a

cuarenta súbditos, los nombró Partido de la Oposición y los instruyó :

debían oponerse a toda iniciativa regia. Sin embargo, el primer proyecto

puesto a votación fue aprobado por unanimidad. El rey lo vetó, y los

cuarenta opositores se hicieron el harakiri. Entonces el Primer Ministro hizo

embalsamar y rellenar de paja los cadáveres de los opositores y los clavó a

las bancas legislativas. Luego, cada ley fue aprobada con cuarenta votos en

contra, y la nación prosperó. Pero un día el ejecutivo remitió un proyecto de

impuesto a las verrugas y fue derrotado ¡a nadie se le había ocurrido

clavar también a sus bancas a los legisladores oficialistas! Y el gobierno del

pueblo, por y para el pueblo, desapareció de Ghargarou para siempre.

Por estos pagos de nunca acabar (al FMI) candidatos oficialistas y

opositores podrían confluir en una agrupación.

“La yo no fui” cantaría al unísono “¡Hasta la excusa siempre!”, de nunca acabar DE PAGAR (al FMI)