La muerte, desde marzo de 2020, se convirtió en una música constante en nuestras vidas. Suena como un mantra de números sucesivos, de fichas que pasan y no terminan de caer.

Por ejemplo, Argentina se acerca a las 100 mil muertes por Covid. En junio, 1401 cordobeses perdieron la vida. El viernes, murieron 11. Hace dos días, le tocó a un chico de 26 años. La edad promedio de las víctimas, dicen los reportes, bajo con la segunda ola. 

Foto: Ezequiel Luque
Foto: Ezequiel Luque

Hay otros números que impactan: en el cementerio San Vicente, hace meses, cavaron 400 fosas para las víctimas de la segunda ola. Y ya hay un predio destinado para la tercera ola.

Solo cuando nos toca de cerca, la muerte deja de sonar como ese mantra matemático. 

“Se siente horrible, se siente mal. Ya pasaron ocho meses pero todavía no lo puedo entender porque no pude estar con ella el último tiempo”, dice Soledad, cuando recuerda a su madre. 

Foto: Ezequiel Luque
Foto: Ezequiel Luque

Para la directora del cementerio, Claudia Romero, “es difícil tener que decirle a los parientes que no pueden ver a su ser querido. No pueden estar en contacto, ni siquiera con el cajón”. Sostiene que los cadáveres que reciben en el área Covid aumentaron un 25%. 

Las casas funerarias manejan números similares: con la segunda ola, los funerales y las ventas de cajones aumentaron el 40%. 

“Cuando recibimos el primer cuerpo Covid, el año pasado, una persona que había venido desde el exterior, no dormí en toda la noche”, dice  Claudia Romero. Ahora, con el paso de los meses, se transformó en una incómoda y dolorosa normalidad.