La histórica jornada que se vivió el pasado viernes 31 de marzo en Córdoba, quedará como una marca fundante de la lucha contra la violencia institucional en la Provincia. Y en el país.

Alrededor de las 08:30 horas comenzaron a llegar al edificio de Tribunales II, personas de las más variadas procedencias, condiciones sociales y adscripciones políticas y culturales: históricos militantes y encumbrados dirigentes de organismos de Derechos Humanos de Córdoba y del país, se mezclaban con estudiantes de Criminología de la más prestigiosa y exclusiva universidad privada de Córdoba; quienes a su vez, departían animadamente con Pedro "el Gitano" Minuet, el jefe de la barra del Club Atlético Belgrano y los aproximadamente 40 miembros de “Los Piratas” que lo acompañaban y se instalaron en inmediaciones del edificio de Tribunales.

También se hicieron presentes en el lugar las madres y familiares de bebés víctimas de los hechos ocurridos en el Hospital Materno Neonatal de Córdoba; estudiantes y ex estudiantes de tradicional Instituto católico San José; militantes y dirigentes de varios partidos y frentes de la izquierda trotskista, del radicalismo, y algún que otro simpatizante juecista que se mezclaba con simples y espontáneos vecinos.

A ellos se le sumaron afiliados de la Asociación Bancaria; y familiares y amigos de las víctimas del siniestro vial ocurrido en el Valle de Traslasierra en octubre de 2022, en el que resultara imputado el presidente provisional de la Legislatura de Córdoba, doctor Oscar González.

Todos llevaban banderas, remeras o símbolos que los identificaban y eso generaba una visible diversidad, que era tan llamativa como la amistosa convivencia entre personas de orígenes y adscripciones completamente diferentes que se habían convocado en el lugar.

A toda esta multitud variopinta y multicolor se le agregó una cantidad importantísima de periodistas de distintos medios de Córdoba y del país, que generó una impresionante cobertura en distintos formatos, pero que tuvo su mayor despliegue en los portales digitales, con dedicados y vistosos diseños que diferenciaban claramente esta cobertura especial, del resto de las noticias.

El objetivo de todo este despliegue estuvo motivado por el final del juicio relacionado al caso con mayor impacto de los últimos años: el asesinato de Valentino Blas Correas y el posterior y brutal intento de encubrimiento de ese hecho, del que fueron víctimas Blas y cuatro amigos.

Adentro de tribunales, la amplia sala estaba completamente desbordada, y los pasillos estaban repletos. Afuera, daba la impresión que se trataba de un edificio sitiado.

TODO LO QUE EL PODER DESEA

Decir que la repercusión pública del hecho fue impresionante tal vez no permita dimensionar exactamente el fenómeno. Para ello es necesario ir a los datos duros: si uno “medía” las palabras “Blas Correas” el día jueves 30 de marzo por la noche en el buscador digital más usado, se encontraba que en la Web se registraban poco menos de un millón de resultados. Cuando el día domingo 2 de abril se hacía la misma operación en horas de la tarde, comprobábamos que Google registraba unos 5.4 millones de registros. A las 00:15 horas del 3 de abril, ese número llegaba a los 5.77 millones: estos números claramente muestran que la sentencia de la causa Blas fue un hecho de envergadura y repercusión nacional, que no tiene precedentes en Córdoba.

Surge la necesaria pregunta: ¿Sobre quién incide o tributa esta impresionante difusión que tuvo la sentencia del caso Blas?

Antes de responder esa pregunta, hay que analizar varios factores, que confluyeron para que este fenómeno tomara esta increíble dimensión: en primer lugar, se encuentran las características escandalosas del caso, que sumergieron a la Policía de la Provincia de Córdoba en un descrédito prácticamente total, debido a las habituales y reiteradas prácticas arbitrarias, abiertamente ilegales y totalmente impunes, que generaron una situación de hartazgo y repugnancia en los cordobeses.

En segundo lugar, la creciente expectativa que mantuvo en vilo a gran parte de la ciudadanía cordobesa a lo largo del juicio y que aumentó significativamente el pasado viernes; y que significó en muchos casos que se esperara el fallo con una gran ansiedad. A ello se le sumó la extraordinaria difusión y cobertura periodística a lo largo de todo el proceso, pero que explotó en la jornada dónde se iba a conocer no solo las sentencias sino también las esperadas últimas palabras de los policías acusados. Y esa atención sobre los hechos, lejos de diluirse, fue creciendo a medida que pasaban las horas.

Pero entendemos que el factor más significativo, determinante y gravitante para que este caso tomara una dimensión pocas veces vista, es el extraordinario carisma de la señora María Soledad Laciar, a quien ya nadie conoce por ese nombre sino como “Sole”, o para ser más precisos, en su variante de español-cordobés: “la Sole”.

ESA MUJER

“La Sole”, una joven mamá de cuatro hijos, cuyos dones más destacados son la perseverancia; una enorme inteligencia práctica; una extraordinaria simpleza, y una autenticidad que emociona y llega. En particular, esta última característica genera un fenómeno de efecto inmediato y absolutamente comprobable: a “la Sole” la gente le cree. Tan simple y tan contundente como eso.

Y eso sucede porque absolutamente todo en ella es autenticidad: comenzando por su imagen, pasando por sus emociones, y finalizando por sus juicios. Se permite dudar y ser firme; llorar, agradecer, enojarse y abrazar. Su lenguaje, verbal y corporal, llega y lo comprenden todos los cordobeses, por igual.

Nada es rebuscado en ella. Y nada tiene doble sentido. Se permite interpelar al poder y lograr una histórica condena por violencia institucional, pero todos saben que la verán en el próximo partido de Belgrano, en la tribuna Pirata, gritando, festejando o sufriendo como cualquier hincha cordobés. Los periodistas que la buscan saben que siempre los recibirá. Y cuándo van a su casa a todos les queda la sensación de que están en un hogar cálido y tratan con una enorme mamá.

No es una oradora que dé grandes discursos, pero siempre tiene algo muy importante y significativo que decir. Y en tiempos de posverdad, consultorías, coaching, platinados teleprompter, y marketing político ultraespecializado, “la Sole” se ha transformado en una persona con un nivel de conocimiento y aceptación pública altísimos, ya que es tremendamente respetada y muy querida por todos los cordobeses y cordobesas; completamente auténtica, absolutamente creíble, y brilla con luz propia. Es a ella y a nadie más que ella a quien tributan los efectos de la impresionante difusión pública y el extraordinario apoyo que tuvo el caso Blas Correas.

Como si fuera poco, a todo lo descripto se le suma que “la Sole” siempre ha contado con un “team”, que la asiste y la apoya de manera incondicional: su pareja Ramiro Saravia, y su hijo Juan, hermano mayor de Blas.

Ramiro, en tiempos de revolución de género, ha sabido ocupar de manera decidida, digna y dedicada el rol que le toca. Simplemente dejó todo, absolutamente todo —incluso su trabajo— por acompañar a “Sole” en su reclamo de justicia. Hoy, a la luz de los resultados, puede que no se advierta lo duro y sacrificado que significó esa elección. Solo los que tienen que pasar por un camino tan tortuoso como es un proceso judicial, sea en la calidad que sea, saben a que me refiero. Y ni hablar de un proceso tan público y con estas características, plagada de chicanas y sinsabores.

Por su parte, Juan fue determinante para iniciar la lucha: sin él, no hubiera habido primera marcha por Blas, aquella que inició la gesta. Ni tampoco las ideas frescas que oxigenan y dan un punto de vista siempre lateral y distinto al tradicional, a los problemas que se van planteando.

EL LLAMADO DE LA HISTORIA 

Todos estos datos proyectan a “la Sole” como una mujer con un altísimo nivel de conocimiento público y con una aceptación positiva increíblemente elevada. A la luz de esta nueva realidad, se advierte claramente que el ofrecimiento que oportunamente le hiciera el senador Luis Juez —y que ella declinara— para integrar la lista de candidata a senadora nacional, era casi una estafa. Porque hoy la imagen pública de Soledad mide mucho más, a tal punto que podría incluso a aspirar a un cargo electivo de mayor envergadura. Porque su nombre, su imagen, su figura y su lucha, suman y mucho, en momentos dónde a nadie le sobra un solo voto.

Pero lo paradójico es que a ella no le interesa ocupar un cargo de esas características. Aunque si tiene muy en claro que lo suyo es el servicio público, desde una ONG o incluso desde el Estado, pero sin el esclavizante sometimiento que significa una estructura partidaria. En ese sentido, un espacio como la Defensoría del Pueblo sería claramente su lugar en el mundo. Y dignificaría la función, que hoy es totalmente gris.

En la película “1985”, en un pasaje de la película, el actor que interpreta a fiscal Strassera le dice al personaje de ficción que representa al abogado Muchnik: “la historia no la hicieron tipos como yo”. A Soledad también le cuesta ver ese llamado de la historia. Pero al mismo tiempo, sabe que después del viernes 31 de marzo, su destino ha cambiado para siempre.

EPÍLOGO

Lucas Damián Gómez, actualmente de 37 años de edad, y Javier Catriel Alarcón de 33 años de edad, conforme lo establece la Ley 27.375, estarán en condiciones de salir en libertad condicional el día 7 de agosto del año 2055, cuando se cumplan los 35 años de condena que implica la pena de prisión perpetua que se les ha impuesto.

Dos años antes Gómez ya habrá cumplido 70 años, por lo cual podrá solicitar su prisión domiciliaria. En el caso de Alarcón estará en condiciones de pedir su libertad condicional, cuándo tenga 68 años de edad.

Es decir, pasarán el resto de su vida privados de la libertad.

Si bien estas dos condenas han sido muy severas, ha quedado la sensación del “bajo precio” que tienen que pagar las policías que transportan y “plantan” un arma. Por esa razón, en las próximas semanas, además de iniciarse formalmente la causa Blas II, muy posiblemente se lance la campaña que promueva la sanción de la “Ley Blas” que procurará agregar un nuevo tipo penal al Código Penal Argentino, que configure como un delito autónomo y mucho más gravoso, las acciones llevadas a cabo por policías e integrantes de fuerza de seguridad, relacionadas a la tenencia de armas de fuego ilegales, por un lado; y a la acción de “plantarlas” en el curso de un procedimiento policial, por otro. Hechos gravísimos destinados a matar, que deben comenzar a sancionarse con una figura autónoma y no con la figura genérica que a los jueces les pone un techo demasiado bajo.

De obtenerse un agregado de esta naturaleza, sería uno de los logros legislativos más importantes en materia de violencia institucional desde 1983 hasta la fecha, y permitiría dar un salto cuántico en la eliminación definitiva del gatillo fácil, que tanta reacción social provoca, pero sobre todo que tanto dolor produce y tantas vidas se lleva.

Y definitivamente, “La Sole”, esa joven y expresiva mamá, se consolidará en la historia de nuestro país como la mujer que, con palabras, gestos y sin violencia alguna, puso de rodillas a una estructura policial que parecía impenetrable e inamovible.

Otra vez, una Madre, nos sigue indicando cual es el camino.