Con los ojos llenos de alegría y entusiasmo, su mamá, Andrea Negrete, dice:

“Ahora puedo decir que estoy en paz, porque mi hija ya está curada”.

En mayo del 2017, le diagnostican a Guillermina un meduloblastoma grado 4 alojado en el cerebelo. Un tumor intracraneal, que afecta preferentemente a niños y jóvenes de 0 a 14 años.

Los síntomas iniciales en la niña fueron, desviación en la visión, náuseas y fuertes dolores de cabeza. Frente a ello, su madre se alertó y con la sensación que lo mismo había vivido con su esposo, tres años atrás.

En diciembre del año 2013 se le diagnostica al padre de Guillermina, otro tipo de tumor cerebral denominado astrocitema del tálamo. Luego de un año de padecimiento, en noviembre de 2014, su progenitor fallece.

”Sabía de qué se trataba, sabía que el pronóstico era malo y que era junto a la leucemia, un tipo de cáncer muy invasivo y destructivo…pero no me podía dejar caer, no podía estar triste, mi hija debía verme entera”, señala su mamá con lágrimas contenidas en sus ojos.

Andrea ya había perdido, en palabras suyas, a un “marido maravilloso”.

“Ya me estaba adaptando a vivir sin mi esposo, pero sentía que no podría superar perder a mi hija”, recuerda.

Guillermina es intervenida quirúrgicamente en dos oportunidades en el Hospital Privado por el Dr. Viano, realizando posteriormente en el mismo nosocomio, el tratamiento de quimioterapia bajo la atención de la Dra. Berreta.

En junio, y como desencadenante del meduloblastoma, se le diagnostica hidrocefalia. Es internada en la terapia intensiva de la Clínica del Sol, donde se procede a realizarle drenaje durante diez días, para tratar dicha problemática.

En el transcurso de esos días Guille se descompensa y se pone en estado crítico. “Era consciente que las cosas podían empeorar, pero también tenía mucha fe porque los mismos médicos me decían que tenía que confiar más allá de la ciencia, en la ayuda divina”, rememora Andrea.

Es en ese momento de tanta gravedad, que la “gente de Brochero” -en palabras de la mamá- aparece.

Por medio de otros padres y amigos, llegan los progenitores de Nicolás a la Clínica del Sol. Es el niño por el cual fue declarado santo el Cura Brochero.

Trajeron con ellos el ponchito del Beato y otras reliquias que fueron enviadas por el Papa Francisco.

La niña, luego de una semana, presenta mejoría y es dada de alta. Egresa de dicho lugar sin poder caminar y en su domicilio comienza a hacerlo, agarrándose de los muebles y luego utilizando un cochecito de juguete como andador, hasta que ya pudo adquirir nuevamente la marcha sin andamiaje alguno.

En lo que siguió del 2017, se le realizaron quimios y rayos en forma sistemática hasta julio del 2018. En agosto se le practica una resonancia de contraste en donde solo se evidencia la cicatriz de la cirugía, pero ya sin rastros de células malignas.

“El día 15 de agosto de 2018, justo el día que se conmemora la asunción de la Virgen, a mi hija se la declara ya curada, Guille había vuelto a nacer”, relata la madre de aquel día inolvidable.

“Es a partir de esa fecha que pudimos volver a reinsertarnos en la vida social, sin los temores de contagio o complicaciones que podrían surgir por las defensas bajas”, refiere Andrea.

Finalmente, su madre verbaliza que, para ella y su hija, agosto siempre tendrá un color especial, el mes de la niñez, el mes en donde pudieron como familia renacer.