La cuestión político-económica pareció atrapar, en las últimas horas, la celebración del “Día de la industria” en el país, con la novedad de la ausencia del presidente Mauricio Macri.

Sin embargo, el surgimiento de la conmemoración tiene sus vaivenes.

Es el historiador Felipe Pigna quien habla de aquel 2 de septiembre de 1.587 y “la primera exportación argentina al exterior”.

Ese día, recuerda, ‘zarpó del fondeadero del Riachuelo la carabela San Antonio al mando de Antonio Pereyra con rumbo al Brasil’.

La particularidad de la embarcación es que, además de llevar un cargamento de tejidos y sacos de harina de parte del obispo del Tucumán, Fray Francisco de Vitoria, hubo denuncias por “piratería”.

El propio gobernador del Tucumán de entonces hizo saber que “integraban el embarque, en medio de las bolsas de harina, barras de plata provenientes del Potosí, cuya venta debía ser autorizada por el gobernador ya que estaba regulada por una Real Cédula”.

Según Pigna, “el obispo Francisco de Vitoria fue uno de los pioneros del tráfico negrero en estas tierras”, pero era concebido por el Consejo de Indias como “un muy buen letrado y predicador”.

El historiador recordó que el propio gobernador denunció la conducta del obispo ante el propio Rey Felipe II. Y narró: “El obispo Vitoria tiene amedrentados a vuestros vasallos con sus continuas excomuniones y su vida y ejemplo no es de prelado sino de mercader... No he visto que haya acudido a las cosas de su cargo ni le he visto en la iglesia ni entiende en la conversión destos pobres naturales... y en el entretanto que andaban las procesiones estaba él por sus manos haciendo fardo para llevar al Brasil...”.

En el texto alcanzado, adujo que “la nave del Día de la Industria emprendió su regreso con 120 pasajeros involuntarios (esclavos negros, destinados a las minas de Potosí, y decenas de campanas y cacerolas), pero fue abordado por el pirata inglés Thomas Cavendish y sus hombres. Al pirata no lo amedrentó la presencia del obispo, y se robó el barco con toda la mercadería y la mitad de los esclavos”.

Pigna hace, en tal sentido, una propuesta.

“No estaría mal que celebremos entonces el 3 de junio, día del nacimiento de nuestro primer y entusiasta industrialista, Manuel Belgrano, como el Día de la Industria y dejemos de homenajear a esta actividad fundamental del quehacer nacional conmemorando un acto de comercio ilegal”, concluye.