E el centro, Mariano Pujadas.
E el centro, Mariano Pujadas.

Agosto de 1972 

Víctor tiene 8 años. Víctor es un niño. Vive en el campo. Padres, hermanos, empleados de la granja familiar. El pasado retorna en tono idílico.  

Víctor tiene 8 años y su apellido está en todos lados. También su hermano. Mariano Pujadas, acaba de ser fusilado, en una madrugada de agosto, por orden del Estado. 

Agosto de 1975 

Víctor tiene 11 años. Víctor es un niño. Vive en el campo. Padres, hermanos, empleados de la granja familiar. El pasado retorna en tono idílico.  

Víctor tiene 11 años y una banda armada lo encierra en el baño en una madrugada de agosto. A su sobrina de 3 meses la dejan gateando por la casa. Al resto se los llevan. Es su familia. La Familia Pujadas. 

Víctor tiene 11 años. Víctor es un niño. Y tuvo, alguna vez, un pasado idílico. 

Agosto de 2011 

Víctor tiene 47 años y un claro acento español. Su voz no es la de entonces. Tampoco su vida. Conserva, sí, la única herencia de aquel amigo cordobés de la infancia: el fútbol y el color celeste Belgrano. Pero después, de todo lo otro, un idilio con final de madrugada.  

Víctor tiene 47 años y una calma indescifrable. Una capacidad exhaustiva para no alterar ni con bronca ni con odio ni con tristeza su relato, sus visiones, su pasado.  

Víctor tiene 47 años y un claro acento español. Y su voz, sin padres, sin hermanos, con historia trunca, sólo busca seguir descifrando lo que para él resulta inexpugnable: 

No quiere saber, Víctor, quién asesinó a su hermano Mariano, ni a su madre Josefa, ni a su padre José María, ni a su hermana María José, ni su hermano José María. La predestinación de María. De José.  

Quiere saber, Víctor, cómo llega la mente humana a estos extremos del mal. Quiere saber, Víctor. 

AGOSTOS 

Mariano Pujadas es, como se ha bautizado a aquellos hombres y mujeres masacrados por la dictadura de Alejandro Agustín Lanusee, un ‘Héroe de Trelew’ –nombre que a su vez bautiza simbólicamente a la Escuela de Ciencias de la Información de la UNC-. 

Mariano fue uno de los fundadores de Montoneros, participó activamente en la toma del Regimiento de La Calera en 1971 y fue apresado al poco tiempo. En 1972 lo trasladaron al Sur del país, a la cárcel de Rawson junto a militantes como Agustín Tosco, Mario Roberto Santucho y Enrique Gorriarán Merlo. 

La historia de Los Héroes de Trelew es conocida: un grupo importante de aquellos presos políticos logra huir de la cárcel de máxima seguridad en la que estaban confinados. En el Aeropuerto de Trelew, el grupo de jefes llega primero- Santucho, Osatinsky, Vaca Narvaja, Quieto, Gorriarán Merlo y Menna - y toma un avión hacia Chile, donde los esperaba Salvador Allende. Otro grupo, en donde estaba Mariano, retrasado en la huída, queda rehén en el aeropuerto. El hecho toma estado público. Los 19 rehenes piden garantías y la televisión está allí registrando todo. El Ejército se las da. 

El 22 de agosto, argumentando un intento de fuga que según la versión inicia Mariano pretendiendo arrebatar un arma a un militar, los 19 son fusilados. Sólo 3 sobrevivieron a la masacre, para pasar a ser, años después, desaparecidos.  

Es el inicio de la historia de la Familia Pujadas, así, todo con mayúscula. 

Mariano será Héroe de Trelew. Su nombre dará nombre a un populoso barrio. Su padre, que corroboró que su hijo había sido fusilado abriendo el ataúd el mismo día del velorio, dirá: “Antes Mariano estaba con nosotros. Ahora está en nosotros”. 

Fue suficiente para que tres años después, otra madrugada de agosto terminara por quebrar lo que quedaba. 

VOLVER A ARGENTINA 

Víctor visita la Argentina más seguido de lo que uno podría imaginar. Tiene familia, algún amigo. También negocios. Es Ingeniero agrónomo, como lo fue su hermano Mariano. Tiene un Master en Economía hecho en Estados Unidos, trabajó en laboratorios que lo tuvieron 12 años viajando por el mundo. Hoy lleva adelante la empresa que era de su hermano Ricardo, acaso su segundo padre, fallecido hace una década. 

Víctor visita la Argentina más seguido de lo que uno podría imaginar. Y la primera vez que lo hizo luego de aquella madrugada fue en 1984, con unos 20 años. “Teníamos la casa, la famil… -dice y se corrige-, más o menos familia. Y volvimos para verlos. Y desde hace un tiempo vengo varias veces cada año”, dice, con modismo y frecuencia catalana. Su casa es Barcelona. 

— Hablas de venir a Argentina con cierto afecto. ¿No genera rechazo, bronca, sentimientos encontrados? 

— No, al contrario, hasta los 26, que me recibí de Ingeniero Agrónomo y me fui a Estados Unidos, una de mis grandes ilusiones era volver a Argentina. Son esos sueños idílicos que te quedan; mi infancia, a pesar de todo, fue muy buena, vivíamos en una cabaña, fue precioso. Mi ilusión era volver y seguir con la actividad de la familia, con la granja avícola. Me gustaba el campo, me hubiera gustado seguir. 

Víctor no se radicó en Argentina por motivos diversos. En ningún momento el impedimento fue el pasado. “Los hijos de mi hermano Ricardo ya eran grandes, no querían, son más españoles que argentinos. Ahora es muy difícil, no me lo planteo como una posibilidad”. E insiste: “Me encanta Argentina”. 

¿Cómo estar encantado con la tierra que, en supuesta democracia, acabó para siempre con la historia de un niño? ¿Cómo estar encantado con la tierra que, en supuesta democracia, expulsó a un niño para hacerlo parir de nuevo en tierras ajenas?  

QUITEN EL NOMBRE PERONISMO 

—Es terrible lo que nos ha pasado. Sigo intentando comprender, me compro libros, busco entender la posición que tomó mi hermano, que todo el mundo me dice que era una persona maravillosa. Tomó la vía de una lucha radical, la vía de la guerra de guerrillas. Hoy a mi me cuesta muchísimo entender, quizás a tu generación también, por qué luchar por ideales tan buenos por ese camino. Era una época diferente, no había los derechos que hay ahora. Intento entender desde un punto de vista racional qué llevaba a mi hermano y a tantísima gente, y principalmente la gente más preparada intelectualmente, a que optaran por cambiar las cosas de esa forma. Supongo que una cosa llevaba a la otra, que la situación del país y los militares los llevara a que la única forma de luchar era esa. También mundialmente las cosas se planteaban así, las formas de cambiar eran a través de la guerrilla. Yo lo veo más cercano a cómo piensan las generaciones actuales a como la pensaba mi hermano. Pero rechazos no, sigo viniendo y me sigue encantando, me sigue dando bronca que no se arregle nunca la política acá, desde mi punto de vista la política maneja demasiado el país, tiene que desligarse más. 

— ¿Seguís desde España lo que pasa aquí? 

— Sí, me gusta hablar, pero me cuesta entender, si no sos de acá es difícil comprender. Siempre digo que si pudiera, diría: señores, acaben, quiten el nombre peronismo y haga cada uno su partido. Juegan con una palabra que engloba todo y nada. Hay que romper con eso. Adentro del peronismo hay de todo: lo hubo antes y lo hay ahora. Veo que es un país demasiado dominado por la política. Lo sufrí… 

Víctor aceptará que su visión de las cosas se acerca más a una Europa suiza que a la Latinoamérica de la que fue expulsado siendo un niño. Pero hay un eje, ya anunciado: peronismo. Peronista fue se hermano Mariano. Asesinado. Como peronista fue José López Rega. Asesino. 

— ¿Sos crítico del peronismo porque lo considerás responsable de tu situación particular? 

— No, fue Argentina que entró, como otros países, en una lucha entre los que gobernaban y tenían el poder para ellos y toda una generación de jóvenes que querían cambiar las cosas, bien o mal y con una forma no adecuada. Aquí estaba el peronismo, en Chile estaba Allende… El peronismo para mi ha sido un gran engaño. No conozco la historia –me han regalado el 45, de Félix Luna, aún no lo he empezado a leer-. Seguro que ha hecho cosas buenas, pero se perdió la oportunidad de hacer un gran despliegue, se gastó todo en fuegos artificiales. A lo mejor no fue culpa del peronismo, y lo fue de todos nosotros los argentinos –dice: todos nosotros los argentinos: Víctor, un niño de 11 años, es capaz de asumir culpas ajenas-. La misma efervescencia que la hace tan atractiva en otros campos y salen artistas, escritores y cineastas tan maravillosos, hace que en el día a día se haga difícil progresar.  

La gran interna del peronismo, dice Víctor, dio la excusa al golpe militar. “No hay que olvidar que lo de mis padres pasó en democracia, con una presidenta. Después vino la barbarie. Pero se inició todo…” 

—Durante un gobierno peronista 

—Sí. 

—Y en ese espacio estaba Mariano, tu hermano. ¿Cómo lo lees hoy? 

—Es muy difícil juzgar en general. Con la distancia todavía más. ¿Qué otro remedio les quedaba? No lo sé. ¿Era la forma como la que se luchaba entonces? Seguro. Hoy en día no te planteas una lucha armada, mira la ETA, la IRA, era normal, estaba justificado, hoy son otras formas.  

Fuera de tu crítica al método, ¿podés encontrar conexión con las ideas de Mariano? 

— Yo creo que tenían muy buenas ideas, era gente muy altruista, conocí muchísima gente compañera de él que los fines de semana se iban a los barrios a trabajar, ideas de solidaridad, de cambiar las cosas. La época los llevó a eso. Y por desgracia nos tocó un camino que fue pasando por mi hermano Mariano y su muerte en Trelew y… y en todo lo demás. Las ideas sí. Si le quitas el componente montoneros peronistas y dices: luchaban por eso, son principios normales: eliminar la pobreza, por la educación, la igualdad, cualquier partido lo pondría en su ideario. Lo que sí, había un poco de soberbia en algunos dirigentes. “Nosotros somos los que sabemos lo que quieren los demás” 

—Se dio en llamar ‘la soberbia armada’, que además es un libro de Pablo Giussani. 

— Aunque tengas una buena intención, no es bueno, tienes que dar las herramientas para que los demás decidan, más educación para mayores criterios de decisión. Es toda una época diferente. 

HERMANO HEROE 

Víctor tiene una marca, la primera y más fuerte, a fuego. Esa marca la produce “las primeras veces que mi hermano cae preso, cuando muere en Trelew. Pero aparte de mi hermano, en casa no había actividad política. Después mis padres están en una asociación de padres de presos, pero tampoco era político, tuvo todo una dimensión muy muy grande. En aquella época iba a volver Perón y se iba a arreglar todo, y fue todo lo contrario”. 

— Sabés que Mariano Pujadas es considerado, desde los sectores militantes, como un héroe. ¿Creciste con la idea de que tu hermano era efectivamente un héroe? 

— No –piensa- No. En mi casa se me aisló mucho. Yo era muy chiquito. Se me aisló mucho. 

— ¿En España? 

—  Acá mismo. Iba a algún acto, pero después de lo de Mariano, con la vuelta de la democracia, no participamos en nada 

—  No obstante, tu padre siempre reivindicó la figura de tu hermano. 

— Defendió siempre los ideales, pero nunca apoyó la lucha armada, ni en público ni en privado. Lo apoyaban, pero siempre le cuestionaban el por qué de las formas 

—  ¿Recordás eso? 

— Sí, sí, hay cartas a mis tíos en los que cuentan cómo lo hablaban, lo que le decían a Mariano. Y la figura de héroe no, yo era muy chiquito, cuando murió él yo tenía 8 años, pero mi vida era normal, iba al colegio, jugaba al fútbol, hacía travesuras. 

— ¿Y cómo se procesa todo en España, cuando comenzás a tomar dimensión de lo que pasó? 

—  Después de lo de mi hermano vino todo lo de la familia. Yo quedé afectado. Me tuvieron muy protegido, no era que no se hablara, pero no era un tema muy normal. Así como hubo otras familias de exiliados que seguían muy ligados a la Argentina, nosotros no. Casi toda nuestra familia estaba en España –sus padres eran españoles-: primos, tíos, teníamos más familia que acá. Nuestra vida se hizo, paulatinamente, incorporándonos a la rutina de allá. Tuvimos muy poca relación con los exiliados, eran grupos que se mantenían muy cerrados, mis hermanos que sobrevivieron no estaban ni en organizaciones. Al tener una familia allá que nos acogió, quizás no tuvimos tanta necesidad de mantenernos en grupos de argentinos exiliados. Teníamos una vida diaria de español, no de exiliado. Me protegieron mucho, no se hablaba más que de cuestiones cotidianas. ¿Te acordás de Mariano, que me enseñó a andar en bicicleta?, recordábamos. Y creo que mi propia forma de ser me llevó a no querer hablar, a auto protegerme. A decirme: esto está ahí, algún día lo procesaré. Lo he ido procesando de mayor. 

—  ¿Y eso cuándo fue? 

— Esto que me has propuesto vos, hace 3 años te hubiera dicho que no. También el documental de Eugenia Izquierdo –ver aparte-. Le dijimos que no queríamos ni que fuera político ni trágico, y lo enfocó de otra forma. Pero no es nada político. En ese momento acepté, hasta mi familia se quedó sorprendida. Servirá para mis hijos, para mis sobrinos, para entender lo que pasó. 

La hija mayor de Víctor tiene 12 años, uno más que los que tiene, tuvo, él. De a poco va entendiendo algunas cosas, dice su padre. “Ella ya empieza a saber algo, es muy callada, es muy inteligente, sabe que mis padres murieron, lo sospecha todo. Ella escucha, escucha… La película servirá para entender quiénes fueron sus abuelos y sus tíos”, se convence, ya convencido que era hora de procesar la historia personal, ninguna tan cercana a la historia de un país que, a los que no expulsó, los mató. 

No pregunta, en cada viaje a estas tierras, cómo era su hermano a sus viejos compañeros. Pero le despierta curiosidad. “Me dicen que era muy buena persona, con mucha carisma, con unos grandes ideales. Muchísimo carisma. La distancia hace mejores a las personas y un final como el de él engrandece la figura. Pero siempre fue así, de pequeño. Lo recuerdo en la cabaña, aprendí a andar en bicicleta con él, venía con amigos a hacer asados, me hacía licuados de banana. Desde mis 6 años él ya estuvo preso. Viajé al Sur a verlo junto a mi hermano Ricardo, en una pickup grande que teníamos. Fue uno de los viajes más bonitos que he tenido en mi vida…. Fue un viaje precioso. Fue la última vez que lo vi. Y fue la última vez que fui al Sur”. 

Aquel viaje al sur fue la inevitable e inesperada despedida. No había en la familia, dice Víctor, reproches a Mariano por su situación. Allá, en el confín del mundo, hablaron de cómo estaba, desandaron cientos de kilómetros para llevarle yerba, azúcar, zapatos, mermeladas, alfajores, ropa de abrigo. “Estuvimos varios días visitándolo. Es mi recuerdo. El de un niño de 8. Lo que sí recuerdo es que no era situación calamitosa. Estaba preso, pero en mi perspectiva, en mi impresión, no era una situación calamitosa”. 

Pero Víctor vuelve a la idea de héroe. “Ni entonces ni después. Tampoco se lo ha tendido en un altar. Fue el hermano que luchó por sus cosas. Pero no fue como un Simón Bolívar. Todos tenemos la misma idea: que era una bellísima persona, que se puso a luchar de esa forma y por desgracia las cosas, el país, el país –insiste con fuerza, acaso la única vez en toda la siesta-, fue por ese camino, y él estaba en medio, y nosotros estábamos en medio, y como piezas colaterales, todo acabó como acabó. 

ENTENDER EL MAL 

“Creo que es importante –dice Víctor-, dejar las cosas claras. Reconocer que hemos sido unos bárbaros, unos porque hicieron esto y por lo que hicieron los otros. A partir de ese momento, ya te diría que me importa menos si se les pone pena. Que se deje claro cómo fue todo y algún día empezar a reconstruir. No digo que se tenga que perdonar. Hubo una gente que actuó fuera de la ley, que fue la guerrilla. Los otros con todo el aparato del Estado, que nunca puede saltarse la ley. El ladrón se salta la ley, la policía no puede saltarse la ley. Es bueno que se hagan los juicios. No se puede estar eternamente echándonos en cara. Y mira que lo he sufrido personalmente. ¿Y eso significa que no te importe que los mataran? Claro que me importa, me jodieron la vida, me privaron de tener a mi familia, me tuve que ir a otro país. No tengo nada que perdonar, ha sido una barbarie. Pero llega un momento en que hay que poner una base de entendimiento para crecer como país, no creo que sea bueno seguir politizándolo, debiera ser sólo jurídico. Es muy difícil no politizarlo, pero creo que tendría que ser exclusivamente jurídico, para la guerrilla y para el gobierno de entonces. Es mi opinión, es contradictoria a veces”.  

—  ¿Nunca quisiste saber quién había asesinado a tus padres? 

—  No me interesan los nombres. Siempre me interesó saber de dónde salió la orden. Y por qué. La gente que más puede saber dice que ha sido desde muy de arriba y que fue una primera gran señal para atemorizar a toda la gente, acabando con la familia Pujadas, se mostraba todo lo que iba a pasar. Si lo dijo uno o lo dijo otro… no voy a ganar nada… No he querido ver el tomo de la investigación, ni las fotos. Son cosas macabras que no me van a aportar nada. Comprender cómo puede alguien ordenar aniquilar unos españoles como mis padres, que no hacían ningún daño. Es como pensar que los montoneros hubieran dicho: vamos a ir a matar a los hijos y padres del sargento éste para que aprendan. ¿Qué ganas tú? Cómo llega la mente humana a estos extremos del mal. Eso sí me interesa saber. Los nombres no. La Fiscal López de Filoñuk tenía todos los en las. Ni me pare un minuto a leerlos. 

Víctor tiene recuerdos de aquella madrugada. “Lo recuerdo, sin demasiados detalles, pero lo recuerdo”. 

Aquella madrugada, tras poder salir del baño del encierro, aquel niño se durmió sobre la mesa familiar.  

Víctor, aquel niño de 11 años, hoy es un hombre al que un país le debe años de vida. 

DE PUÑETERA CASUALIDAD 

Mario Firmenich, líder de Montoneros y atravesado por sospechas varias, vive en Barcelona. La misma ciudad en la que vive Víctor. Ciudad grande, cosmopolita, de millones.  

— Imagino que nuca te lo cruzaste. 

— Sí. Por puñetera casualidad, donde tengo la oficina, a 200 metros hay un café. Creo que da clases en una academia cerca. Y una o dos veces lo vi, me sonaba la cara. Después caí en la cuenta que era él. No sé si alguna vez conoció a mi hermano, si tuvo relación.  

— Hay interpretaciones del pasado que lo invocan como responsable de lo que le pasó a los militantes más jóvenes.  

—  Lo he ido conocido de mayor. Y he ido aprendiendo con el tiempo Lo miro de una forma escéptica. Si es cierto lo que dicen, es un cabrón. Si lo que dicen es cierto, que negociaba dinero con los militares y después mandaba los chicos jóvenes a morir al frente, es parte de los delirios de grandeza y de soberbia. Pero no tengo aversión. Otra gente me ha dicho que a mi hermano, en la cúpula no lo consideraban, no les gustaba mucho, porque no era tan radical como ellos. Y puede ser completamente verdad o mentira. Que él estaba más por la unión de los diferentes grupos y que si se conseguía la democracia quería dejar las armas. Me da más ilusión creer eso porque lo humaniza más a mi hermano. Puede ser cierto, o no. 

AQUELLO QUE QUEDA 

—  Podría decirse que sos un argentino de formación europea. ¿Queda algo más de aquella niñez? 

— Soy argentino de pasaporte. Y tengo la pasión por el fútbol.  

—  ¿Te quedó eso? 

—  Soy hincha de Belgrano. Mi amigo de la niñez, el que me hizo hincha, me quiere hacer socio. Él me pidió que le traiga unas cositas de España, es aficionado a los coches teledirigidos. Y yo le dije que si no le daba pena que me frenaran en la Aduana con lo que él me pedía.  Me respondió: “¿Pena? Pena da Talleres, que está en tercera!” Me siento argentino. Creo que mi forma de ser es más allá que de acá, pero me siento argentino. A mis hijos los he hecho argentinos. Y me duele que las cosas no vayan adelante como a mi gustaría que fueran. Me siento argentino, me siento español y me siento catalán. 

LA CABAÑA QUE ERA FELICIDAD 

La propiedad en la que fueron secuestrados los Pujadas -y Víctor encerrado en el baño-, aún es de la familia. La alquilan a un señor Pitrola, que era cliente de la avícola Pujadas: “venían a comprarnos pollitos”, recuerda Víctor. Cada tanto la visita. Hace poco comieron un asado. Habla con Pitrola del precio del maíz, del pollo. Pero nada de política: curiosidades: el hermano de Pitrola es Néstor, candidato a presidente del Partido Obrero en 2007. 

—  El recuerdo es… 

—  Feliz. Una infancia feliz, en el campo y descalzo con los perros, jugar con los chicos de los barrios de al lado, andar con la onda, la bicicleta. Era una finca muy grande, los trabajadores, la granja, las gallinas, ir al Colegio Alemán, las Monjas Azules  y al último al Monserrat. La distancia lo idealiza todo, pero estaban mis padres, mis hermanos, las gallinas, los trabajadores, hacíamos una gran familia. Lo asocio a una etapa muy feliz de mi vida. Lo tengo completamente separado. No asoció aquel lugar a… 

— A una tragedia 

— Sí. Entro a la casa y te pone un poco los pelos de punta, te emocionas. Pero asocio aquello a felicidad 

VÍCTOR FILMADO 

Víctor comenzó a contar su historia hace unos tres años, cuando aceptó el pedido de la cineasta cordobesa Eugenia Izquierdo para realizar un documental sobre la historia de su familia: Fotos de familia, tal el nombre, se estrenará en noviembre.

Esta entrevista fue realizada en 2011.