Esta vez suena a la definitiva. Theresa May, primera Ministra de Gran Bretaña, considera seriamente la idea de presentar su dimisión este mismo viernes, después de una humillante reunión con el poderoso Comité 1922, según ha avanzado el diario The Times, aunque sin citar nada más que a supuestos "aliados" de la primera ministra.

El comité reúne a todos los diputados conservadores que no tienen cargo alguno en el Gobierno. Son la mayoría de la bancada, y tienen total libertad para actuar porque no se les presume ni exige lealtad ni disciplina de voto. Si presenta finalmente su renuncia, lo hará 24 horas después de unas elecciones al Parlamento Europeo que hoy se celebran en todo el Reino Unido. En ellas los sondeos vaticinan una debacle histórica de los conservadores.

Oficialmente, los resultados no se harán públicos hasta las once de la noche del domingo, hora peninsular española, para respetar las votaciones del resto de países, pero es indudable que el entorno de May tendrá conocimiento interno del tenor de la catástrofe.

El resultado de las europeas puede ser el remate definitivo de la crisis que acecha al equipo de Downing Street, pero no la razón principal de la previsible partida de May. La razón hay que buscarla en su último y desesperado intento por salvar su plan del Brexit, con el ofrecimiento de un posible segundo referéndum y una unión aduanera temporal con la UE.

Son dos concesiones a la oposición laborista, en la que May ha decidido apoyarse para sacar adelante su texto el próximo 7 de junio, que han puesto en pie de guerra a los euroescépticos conservadores.

En circunstancias anteriores, la revuelta de los euroescépticos se ha dado por descontada y no ha supuesto peligro para la primera ministra. Ya superó en diciembre pasado un intento de moción de censura interna, y, según los estatutos del partido, nadie puede volver a intentarlo hasta que haya pasado un año.

Pero las nuevas circunstancias no son normales. El rechazo generalizado a su nueva propuesta fue inmediato, y la especial gravedad de la contestación interna se plasmó en la sesión de control del Parlamento de este miércoles, cuando la mitad de los ministros del Gabinete se ausentaron del pleno.

Andrea Leadsom, la ministra de Relaciones con la Cámara de los Comunes, dimitió poco después. Fue la principal rival de May al liderazgo de los tories después de la dimisión del ex primer ministro David Cameron, provocada por el resultado del referéndum de 2016. Hasta ahora, a pesar de ser una de las voces euroescépticas más duras en el seno del Gobierno, se había mantenido fiel.

El desafío de la primera ministra con la oferta de un posible segundo referéndum ha sido la gota que derramó el vaso. Leadsom era la responsable, este mismo viernes, de registrar el nuevo texto legal en Westminster, y ha optado por renunciar al cargo antes de ir en contra de sus principios. "No creo que el Reino Unido siga siendo un país soberano después de la última oferta de pacto que se acaba de ofrecer", ha escrito a May en una respetuosa, pero durísima carta de dimisión.

La primera ministra está acorralada y rehuye el contacto directo con los miembros de su Gobierno. Hasta tres de ellos, según han informado medios británicos, han intentado hablar con ella para convencerle de que retirara el texto, o incluso de que abandonara ya el cargo, según una u otra versión.

El ministro del Interior, Sajid Javid; el de Exteriores, Jeremy Hunt, y el de Relaciones con Escocia, David Mundell, se han topado con el rechazo a ser escuchados. Este último ha expresado su temor a que la idea de un segundo referéndum agite el deseo independentista en ese territorio de la Unión.

Michael Gove, el ministro para el Medio Ambiente y uno de los futuros contendientes por el liderazgo tory fue incapaz este jueves, en conferencia de prensa, de asegurar que el Gobierno registraría en el Parlamento el nuevo texto legal, a pesar del anuncio expreso horas antes de la propia May. Para entonces, ya habían comenzado las maniobras internas para impedirlo.

La primera ministra ofreció su futura dimisión a cambio de que Westminster aprobara su plan del Brexit. Poco después, se comprometió a poner fecha a su retirada después de esa nueva votación, fuera cual fuera el resultado. Hasta ahora, había retenido el control de los tiempos.

En las últimas horas ha quedado claro que ya no conserva ni rastro de autoridad, y que los conservadores han decidido precipitar una sustitución que les permita aprovechar el calendario restante hasta el 31 de octubre, la última fecha del Brexit concedida por Bruselas, para revertir la situación y recuperar apoyo electoral