El caso fue tema de diálogo y análisis durante el pasado fin de semana. Un repartidor que presta servicios para Glovo fue atropellado por un automóvil mientras se dirigía a entregar un pedido. Para la operadora que coordinaba la tarea de manera remota, lo prioritario de la situación radicó en el cumplimiento del delivery. Aún herido, el trabajador debió responder preguntas que trasuntaban desconfianza: se le llegó a pedir el envío de una foto para constatar el "estado del producto". (Ver"Cómo está el pedido": la respuesta de la app a un repartidor atropellado)

Producto del fuerte rechazo manifestado públicamente contra el accionar de la operadora, la empresa, fundada en Barcelona, emitió un comunicado en el que definió como "un error" el accionar de la operadora y aseguró que inició una “investigación interna para aclarar las razones por las cuales las acciones establecidas no fueron aplicadas correctamente al momento de recibir la comunicación del accidente de un pasajero”. (Ver: Glovo emitió un comunicado tras el accidente de un repartidor)

El hecho ocurrió en la ciudad de Buenos Aires e involucró a una de las empresas que en los últimos años han profundizado un modelo de negocios basado en una variante del comercio electrónico: una app gratuita a través de la cual usuarios realizan pedidos.

Pero una de las claves de ese modelo es precisamente la informalidad en el vínculo con los trabajadores, quienes revisten como monotributistas y deben pagar una cuota mensual para poder acceder a la plataforma como repartidores.

Por ello, afirman los nuevos cadetes, situaciones como la ocurrida con el trabajador de Glovo, tienden a repetirse en otras ciudades y con otras empresas que replican prácticas consideradas "ejemplares" para muchos.

"Cuando nos enteramos de lo que le pasó a este hombre, no nos sorprendió la respuesta de la empresa. Siempre responden así cuando nos pasa algo. La línea de atención a la que nos comunicamos, que se llama soporte, que supuestamente nos tiene que dar respuesta si nos ocurre un accidente cuando estamos en la calle haciendo nuestro trabajo, siempre nos responde así. Para cualquier accidente se manejan de esa forma. Antes que preguntar por vos preguntan si hay manera de llegar para entregar el pedido. La prioridad es que el pedido llegue, no importa cómo. Priorizan sus ganancias por encima del estado del repartidor. Eso lo tienen inculcadas todas las aplicaciones.", afirma Romina, trabajadora de Rappi.

En diálogo con el programa Nada del Otro Mundo, que emite FM 102.3., la repartidora ratificó que las mencionadas empresas no permiten la agremiación de sus empleados. "Hace poco hubo en caso en Buenos Aires que tres compañeros fueron bloqueados, lo que es como un despido, por tratar de sindicalizarse. Hasta el día de hoy la empresa prefiere no tenerlos", ejemplifica.

La trabajadora asegura que las firmas intentan evitar que los repartidores se organicen, conscientes del enojo que predomina ante las carencias con que deben afrontar sus tareas diariamente.

"No tenemos ningún tipo de condición laboral. No tenemos ningún tipo de derecho laboral. Para ellos el bloqueo, desde su computadora, implica que la aplicación dejó de funcionar, por lo tanto no podés trabajar más. Es más, puede pasar que ni te digan por qué te están bloqueando. Esa es la lógica de estas aplicaciones", prosigue.

En su mayoría, los cadetes son personas que aceptan sumarse a la empresa, porque no tienen otra fuente de ingresos. Aunque acepten cierta flexibilidad, no tienen más herramientas que las que ellos mismos se procuran.

"Nosotros no tenemos aguinaldo, vacaciones, ART, obra social o sueldo fijo. Uno sale y se la rebusca, a como dé, para tratar de llegar a fin de mes. Es más, uno se compra sus propias cosas para salir. La caja con la que nos ven pedaleando la compramos nosotros mismos. Es más, Glovo te obliga a que le pagues por el uso de su aplicación. Quincenalmente hay que pagar 250 pesos para poder trabajar con Glovo", añade Romina.

Junto a la creciente necesidad, en una sociedad en que el desempleo ya alcanzó los dos dígitos, la publicidad suele actuar como aliciente para jóvenes y no tan jóvenes. Sin embargo, la propia cadete advierte que allí se encuentra uno de los principales engaños.

"La publicidad de Rappi dice que, como no hay un horario particular, te manejás como vos querés, que podés estudiar y trabajar de esto y que podés ganar 8 mil pesos semanales, que es una cifra absurda. Justamente muchos entran con la ilusión de sacar la plata del día, otros para pagarse los estudios, otros son padres y madres que necesitan la comida del día", desmenuza.

Silencio

Aunque las firmas detrás de cada app prefieren no reconocer un vínculo formal con los repartidores, en cada capacitación exigen la firma de un acuerdo de pautas y normas. Entre ellas, la imposibilidad de criticar las condiciones de su empleo.

"No tenemos permitido hablar en público, por ningún medio, ni siquiera por redes sociales, de ninguna de las empresas. Esa sería, para ellos, razón para un bloqueo", asegura.