Donald Trump retoma la táctica de la amenaza en un momento crucial de la negociación comercial con China. El presidente de Estados Unidos ha advertido en un tuit este domingo, a tres días de una nueva reunión para avanzar en un pacto que ponga fin a un litigio que dura casi un año, que el próximo viernes elevará del 10% al 25% los aranceles que aplica a productos chinos importados por valor de 200.000 millones de dólares. Es más, está dispuesto a imponer esa tasa a todos los bienes que proceden de China. La negociación, dice, “continúa, pero demasiado lenta, e intentan renegociar. ¡No!”.

En este último tweet se lee textualmente: “USA ha estado perdiendo durante los últimos años entre 600 y 800 mil millones de dólares al año en el Comercio. Con China perdimos 500 mil millones. Perdón, no lo haremos más”.

Tras el aviso de Trump, las Bolsas en Asia, que habían ido subiendo ante las expectativas de que esta semana se cerrara un acuerdo definitivo entre las dos potencias, han comenzado la mañana en rojo. La Bolsa de Shanghái abría con un descenso del 3,66%; Hong Kong retrocedía el 2,44% y así con el resto de las bolsas.

En Japón, aunque continúan los días festivos tras la entronización de su nuevo emperador, Naruhito, el Nikkei 225 de futuros perdía el 1,8%. El australiano ASX-200, un 1,25%. El MSCI de acciones asiáticas, excluido Japón, un 1,53%.

La batalla arancelaria acaba de cumplir 300 días. Hasta ahora se han celebrado diez rondas de negociaciones y en los últimos días se especuló con que el acuerdo podía llegar este próximo viernes. Pero el republicano acudió este domingo a las redes sociales para dejar claro que está perdiendo la paciencia y lamentar que las discusiones no estén avanzando al ritmo que esperaba. Ya accedió dos veces a aplazar esta subida de aranceles, para dar margen a las conversaciones, y el acuerdo sigue sin cerrarse.

En el primer mensaje en Twitter, Trump recuerda que ya se están aplicando desde hace 10 meses aranceles del 25% sobre productos de alta tecnología importados del gigante asiático por valor de 50.000 millones de dólares y del 10% en otros bienes valorados en 200.000 millones. “Estas tasas son en parte responsables de nuestros grandes resultados económicos”, afirma, para anunciar a continuación que el viernes ese "10% subirá al 25%".

A diferencia de las anteriores rondas, tras la décima que concluyó el pasado miércoles en Pekín no trascendieron detalles. Los negociadores tan solo se limitaron a decir que el encuentro fue muy productivo y acordaron darse cita esta próxima semana en Washington para continuar perfilando el pacto y evitar una escalada de consecuencias impredecibles. Pero el tuit de Trump revela que, con la misma estrategia de otras veces, el presidente de USA elije desconocer los avances de sus negociadores, tensando el escenario.

En repuesta, especula el Wall Street Journal, China probablemente cancele el viaje que la delegación negociadora que encabeza Liu He tenía previsto a Washington esta semana.

Como suele ser habitual en estas negociaciones, los flecos más complejos se han dejado para el final. EE UU se concentró en “aspectos estructurales”, como los subsidios chinos a sus compañías, y otras cuestiones para garantizar el “reequilibrio” de los intercambios comerciales, en relación a cómo se va a verificar el cumplimiento de los términos acordados y las sanciones que se aplicarían en caso de incumplimiento.

China, por su parte, se comprometió a elevar sus compras de productos energéticos y agrícolas estadounidenses junto a una agresiva rebaja de los impuestos aduaneros a los bienes de EE UU. La gran cuestión, además, era saber qué pasaría con los aranceles que empezaron a activarse el pasado verano y hasta qué punto Trump iba a ceder en reclamaciones como la protección de las innovaciones tecnológicas.

El presidente estadounidense, ya desde la campaña electoral, advirtió de que iba a ser firme para lograr un acuerdo que forzara a China a introducir cambios fundamentales en sus políticas. La agresiva retórica la llevó a la práctica con tres baterías de medidas arancelarias impuestas sobre productos chinos valorados, hasta ahora, en 250.000 millones de dólares, buscando presionar para que los dos países se sentaran a negociar.

El objetivo de Trump con este enfrentamiento era lograr reducir el desequilibrio en la balanza comercial. Pero pese a las discusiones, los datos oficiales están mostrando justo el efecto contrario. El déficit con China marcó el pasado año un récord de 419.200 millones de dólares, frente a 375.500 millones en 2017. Es prácticamente la mitad de los 891.000 millones de déficit global. Esto se debe a que, a pesar de los aranceles, el crecimiento de la economía de USA no puede hacerse ya sin comprar insumos estratégicos a China.

Por añadidura, las exportaciones estadounidenses hacia el mercado chino cayeron el pasado año un 7%, de acuerdo con un estudio del US-China Business Council. Eso equivale a una caída de unos 9.000 millones. La organización empresarial lo atribuye al impacto del litigio comercial. Indica que 34 Estados experimentaron descensos, principalmente productores agrícolas. En 24 superaron el 10% de caída. Sin duda, China sabía bien contra quién dirigía las contramedidas arancelarias.

Frente a esta constatación, la respuesta de Trump sería más aranceles. Esto escalaría la situación y, como ocurrió en el pasado, las medidas proteccionistas alcanzarán a productos argentinos, agravando las ya complejas perspectivas de exportación para las empresas locales.

Al mismo tiempo, China dispondría de excedentes de producción que saldrá a colocar en el resto del mundo otro nada alentador para nuestros exportadores y para la balanza comercial Argentina, dado que eso hará más competitivas algunas importaciones de productos que compiten con la alicaída producción nacional.

Los truenos de la guerra de los colosos comerciales anuncian diluvios en las pampas.