En lo que constituye un hito de la ciencia local, este jueves se anunció la creación de una compañía que trasladará del laboratorio “a la cama del paciente” el conocimiento adquirido a lo largo de tres décadas sobre una molécula descubierta y estudiada íntegramente en la Argentina por Gabriel Rabinovich, investigador del Conicet y director del Laboratorio de Glicomedicina del Instituto de Biología y Medicina Experimental (Ibyme), y que es vista en el mundo como una de las más prometedoras en inmunoterapia contra el cáncer y las enfermedades autoinmunes.

Rabinovich se graduó de químico en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y comenzó su tesis de doctorado bajo la dirección de Clelia Riera en 1993, hace justo 30 años. El 1° de septiembre se incorporó a la cátedra de Inmunología y aproximadamente a fines de ese año identificó y purificó la galectina-1 (Gal-1), una proteína que, según descubriría más tarde, es una especie de “Piedra Rosetta” de la encrucijada que plantean el cáncer, y las enfermedades autoinmunes e inflamatorias: por un lado, facilita el “escape” tumoral silenciando linfocitos T activados, células del sistema inmune responsables de atacar tanto a patógenos como a células tumorales (las células cancerosas expresan cientos de veces más galectina que las sanas), y por otro, puede detener el ataque inmune cuando éste se vuelve contra el propio organismo. 

Galtec es una empresa de base tecnológica que tiene entre sus objetivos principales desarrollar productos terapéuticos que modulen la actividad de Gal-1; es decir, que aumenten o bloqueen su expresión (la “enciendan” o la “apaguen”) para así manipular el funcionamiento del sistema inmune frente a distintas patologías. 

Como dice el propio investigador, es una especie de Dr Jekyll y Mr Hyde, el personaje de Robert Louis Stevenson, “a veces juega el rol de villana, cuando ayuda a los tumores a eludir la respuesta del sistema inmune, y otras el de heroína, al evitar la aparición de enfermedades autoinmunes”

“Desde hace mucho, quería traducir los descubrimientos que hicimos y las tecnologías que generamos en un programa que permita llegar a los pacientes –cuenta, emocionado, el científico–. Pero siempre cuidando los productos, permitiéndoles madurar, generar valor. Nos llevó mucho tiempo poner al día todo el proceso de propiedad intelectual, las patentes, cubiertas por el Conicet y por la Fundación Sales. Mientras tanto, fuimos desarrollando dos productos específicos: uno es una inmunoterapia contra el cáncer colorrectal, y el otro, un fármaco contra la esclerosis múltiple. Hicimos ensayos de seguridad y preclínicos, ya las probamos en modelos de laboratorio, y estamos listos para avanzar en el desarrollo de las ‘buenas prácticas de manufactura’, necesarias para presentarlas a las autoridades regulatorias, y luego hacia ensayos clínicos de Fase I y II”.

Desde que empezó a publicar sus trabajos, muchos pacientes se acercaron a preguntar por la utilidad terapéutica de sus descubrimientos, publicados en las mejores revistas internacionales. “En un primer momento –cuenta–, pensé que lo mejor era licenciar [este conocimiento] a una compañía multinacional, pero numerosos investigadores extranjeros, y especialmente amigos y colegas me sugirieron la idea de fundar Galtec como una plataforma que permita acompañar los productos para que fueran madurando hasta que estén sólidos”.

Sabía que sería un trabajo arduo, que en el país había importantes limitaciones, y que recorrería un camino desconocido, ya que no había otras empresas locales que hubieran completado el ciclo desde la investigación básica de algo que no se había hecho en ninguna parte del mundo hasta el producto terapéutico. “La gestación de esto llevó muchos años. Fue mucha adrenalina –confiesa–, pero pudimos hacerlo gracias a la gente que me acompañó desde el primer momento. Y, además, me tocó vivir en carne propia los estragos del cáncer en mi propia familia. Me pregunté cuál es el significado que uno tiene sobre esta Tierra si no hace una diferencia. Así, aunque muchos nos habían dicho que no íbamos a poder desde lo científico y lo hicimos, me dije que en esta empresa también lo iba a lograr. Voy a poner las mismas energías que para hacer la ciencia de la que nos enorgullecemos para que la transferencia sea muy rigurosa, muy exhaustiva”.

Galtec está concebida como un triángulo, con tres aristas. Una, la más importante, es la de desarrollo, para solicitar la aprobación de la Anmat, la FDA y la EMA (autoridades regulatorias de la Argentina, Estados Unidos y Europa, respectivamente). Si todo sale bien, ese proceso comenzará hacia fin de este año. La segunda tiene que ver con la investigación de otros productos aún no maduros relacionados con la fisiopatología intestinal y enfermedades de la piel. Y la última arista es el compromiso social. “Queremos ser una empresa pequeña, pero que pueda orientar a los pacientes en momentos difíciles en una íntima colaboración con periodistas científicos, que ofrezca una comunicación certera sobre cuáles son los tratamientos más avanzados disponibles, servir de nexo con los especialistas”, subraya.

En esta primera etapa, Galtec se concentrará en dos productos. Uno es el anticuerpo neutralizante antigalectina-1, que surgió de la hipótesis de que bloquear Gal-1 tiene dos ventajas. Por un lado, aumenta la respuesta inmunológica que elimina el tumor. Por otro, inhibe la vascularización, vasos sanguíneos que alimentan las células tumorales y las metástasis que ella misma promueve. “Es decir –explica–, conjuga efectos de dos tipos de terapias que se utilizan normalmente: la inmunoterapia y la antiangiogénica. Tenemos un solo producto con dos efectos, lo que lo hace menos tóxico. Lo probamos en ratones, en muchísimos modelos, en melanoma y en cáncer de páncreas, de colon, de mama, el páncreas, de pulmón y en linfomas. Elegimos como primera patología para tratar el cáncer colorrectal por varios motivos. El primero es que se ubica entre la segunda y tercera causas de muerte en el mundo y está creciendo en jóvenes. Además, tiene precisamente las dos características que podemos bloquear: es muy vascularizado y también es inmunosupresor”.

También avanzarán sobre una variante de Gal-1 que planean probar para el tratamiento de la esclerosis múltiple, patología autoinmune que se caracteriza por el ataque de linfocitos muy activados a la mielina [la vaina que cubre y protege los axones de ciertas células nerviosas] y causa neurodegeneración. “Lo que vimos en diferentes trabajos es que la galectina silencia la microglia [células de soporte neuronal cuya función principal es actuar como células inmunes] –destaca Rabinovich–; o sea, a diferencia de otras terapias que van hacia una sola célula, estas silencian todo el microambiente que daña”.

Estos productos ya están protegidos por dos familias de patentes, 10 en total con una más en trámite, que los cubren en Estados Unidos, Reino Unido, Europa, Japón, Brasil, Canadá y la Argentina. Por un convenio, esto les otorgará importantes regalías al Conicet, a la Fundación Sales y a los inventores ante cada hito que se vaya alcanzando.

Si bien tuvo varias posibilidades de realizar estudios posdoctorales en el exterior, Rabinovich decidió seguir trabajando en Argentina. En 1999, defendió su tesis y se trasladó a Buenos Aires donde comenzó a trabajar en el Hospital de Clínicas. Durante una pasantía con su profesor Carlos Landa, había generado los anticuerpos que le permitieron “ver” esa proteína y en 2004 publicó un trabajo pionero y después vinieron un sinnúmero de hitos científicos. Dirigió 29 tesis doctorales. En total, lleva publicados con su firma 320 trabajos que recibieron 40.000 citaciones. En 2019, fue reconocido por la revista Immunity como una de las "25 voces líderes" para delinear el futuro de la Inmunología.

“Lo que quiero es que no disminuya mi compromiso con la ciencia, poder seguir escribiendo, publicando, formando gente. Y en virtud de mi cargo como líder científico de Galtec, dedicarle el 50% de mi tiempo –comenta–. Es todo un desafío, pero también un gran aprendizaje. Siento que en estos años aprendí muchísimo y que es necesario si uno quiere llegar a los pacientes. Si hubiéramos licenciado estas patentes a una compañía multinacional, no podíamos controlar el desarrollo. Así, si necesitamos hacer un cambio de anticuerpo, tenemos todo en nuestras manos y eso es fantástico. Se viene una época en la que hay que ponerle muchísima, muchísima energía a todo esto; en especial, para dar más oportunidades a los pacientes. En un momento fue un sueño y ahora es una formidable responsabilidad. Hay mucha gente que está aportando desde lo público, desde lo privado, desde lo personal. Y mi compromiso es que todo esto sea lo más riguroso posible”.

Y concluye: “En un momento pensé que no servía para hacer ciencia, porque nada de lo que tenía entre manos me daba resultado y me frustraba mucho, perdía concursos, becas.... Me di cuenta de que lo importante es trabajar honestamente”.

Fuente: El Destape.