El pasado mes de junio, Twitch cumplió una década en línea. La plataforma lo celebró con el lanzamiento de una nueva batería de emoticones para su comunidad, una adaptación de sus tarifas y una serie de acciones contra los comportamientos de odio y racismo. En esas tres acciones puede resumirse la visión de Twitch: por encima de todo está la comunidad. Porque en ella cabe todo, y de ella emerge todo. El usuario que hoy es espectador mañana será streamer (generador de contenido en vivo) y viceversa, y si el ambiente es placentero y divertido, los usuarios y las marcas pasarán más tiempo interactuando. Dentro de Twitch todo, afuera de Twitch nada.

En los últimos meses, esa premisa fue exigida al límite por algunas figuras notables de la comunidad. La visibilidad y el tráfico que ganó la plataforma durante los meses de cuarentena hicieron que personajes como Ibai Llanos, o los argentinos Coscu y Lucas Rodríguez, desbordaran Twitch y cruzaran el portal hacia medios tradicionales, que de pronto repararon en su existencia y su audiencia, que en muchos casos supera al de canales enteros. Así, muchos se enteraron de que existe una especie de televisión alternativa, hecha por los espectadores, sin espacios publicitarios ni gerentes de programación.  El caso más resonante fue el cruce entre Llanos y el presentador Gustavo López, que quedó expuesto en toda su ignorancia y malicia al saber que el streamer al que había menospreciado era capaz de recibir a las máximas figuras del deporte en su canal, y que incluso estaría en la llegada de Lionel Messi a Francia. 

Es que a partir del segundo cuarto de 2020, cuando gran parte del planeta funcionaba bajo medidas de confinamiento, Twitch experimentó un crecimiento del 56% en el total de horas consumidas, superando entre abril y junio la marca de cinco mil millones de horas, según datos de la consultora Streamelements. La plataforma propiedad de Amazon fue la que mejor acogió a los internautas jóvenes que de pronto vieron amputada su vida social. Su relación directa con la comunidad gamer explica la mayor parte del gran salto, ya que más horas de juegos on-line es igual a más horas de jugadores transmitiendo sus partidas en vivo y conversando sobre ellas con sus audiencias. Pero no todo es videojuegos.

Un reality sin trucos

La accesibilidad y simpleza de Twitch sumadas al exceso de tiempo en ámbitos privados y solitarios hizo que pronto nacieran canales y comunidades con intereses como la música, la literatura, la comida, el cine, la mecánica o los juegos de mesa como eje rector de las transmisiones. De hecho, el emergente más notorio de estos meses de crecimiento inaudito de transmisión en Twitch es el IRL (in real life, por sus siglas en inglés), un formato de transmisión que podría compararse con el de los primeros reality shows de TV. Aunque, en rigor, se conecta con el origen de Twitch, Justin.tv, una página que transmitía en vivo las 24 de la vida Justin Kan, un estudiante estadounidense que llevaba una cámara en su gorra de béisbol. 

En cualquier caso, el paralelismo es inexacto: en el IRL, los streamers no hacen otra cosa que encender su canal mientras realizan actividades cotidianas, como ordenar su habitación, almorzar o leer las noticias, pero principalmente atentos a las preguntas y temas que pudieran surgir en los comentarios de sus espectadores. Pero no compiten ni tienen un objetivo común. Solo se trata de abrir un espacio de interacción con la comunidad, que a la vez puede orientar la transmisión a la temática que le interese con sus preguntas e intervenciones en los comentarios o, incluso, con la aparición en el mismo stream si la invitación llega. Como en la terapia psicoanalítica, es en estos casos de aparente “nada” donde surgen los asuntos más jugosos: las relaciones, las ambiciones, el humor, la sexualidad. Y claro, los puntos de identificación más fuertes entre audiencia y streamer: la sensación de que, como espectador, nos acercamos más a la persona que está al otro lado de la pantalla.     

El IRL es el responsable de todas las noticias sobre Twitch que llegan a los medios informativos. Ahí se destacó el carisma de Ibai, y donde la inventiva y el histrionismo Coscu lo llevaron a convertirse en el referente del streaming argentino. Martín Perez Disalvo comenzó transmitiendo sus partidas de League Of Legends y lo sigue haciendo, pero hoy es mucho más que un streamer exitoso. Tiene su propia “streaming house” en Nordelta, que comparte con la Coscu Army (un grupo de streamers que él mismo impulsó y reclutó), y organiza la Coscu Army Awards, una ceremonia de premiación que está creando su propio panteón de estrellas. La talla de Coscu puede medirse en un solo acto: fue el único personaje mediático argentino que participó de la cena de despedida de Lionel Messi de Barcelona.

El universo en una nuez

El traspaso de estas figuras al ambiente de las celebridades a secas refleja una novedad en el funcionamiento de la comunidad de Twitch. A diez años de su creación, la plataforma está haciendo su movimiento corporativo más audaz. Por un lado, alentando el crecimiento de contenidos más amplios y novedosos, profundizando la veta “realista y humana” del IRL hacia contenido-otro y contenido-creativo (¿la tan anunciada y nunca concretada muerte de la televisión?). Y por otro, colonizando los medios tradicionales mediante las figuras, la jerga y el lenguaje visual de la plataforma: ¿acaso no nos acostumbramos ya a los entrevistados que hablan desde sus casas, con auriculares y frente a la pantalla? Dejando que las cifras de sus contratos y regalías salgan a la luz, Twitch está tentando a una migración y una mediación en apariencia neutra que ya tiene sus competidoras y que promueve una diversidad tutelada por el omnipotente control de Amazon. 

Esta nota originalmente fue publicada en Redacción Mayo