El proceso que derivó en la muerte de Maradona aún está latente. Y está a punto de cumplirse ese circular recorrido anual de atravesar todas las situaciones sin la presencia física de un ser humano.

Su última aparición pública, en el estadio de Gimnasia y Esgrima de La Plata para festejar su cumpleaños 60, está lejos de ser el mejor recuerdo. Pero la dispersión posterior de su figura trascendió fronteras.

Y esta situación es la que atraviesa su vida.

No pocos maradonianos se atreven a remarcar que la histórica frase del preparador físico Fernando Signorini (“con Diego voy hasta el fin del mundo; con Maradona, ni a la esquina”) tiende a perder vigencia tras su fallecimiento.

Télam: el velorio de Diego Maradona
Télam: el velorio de Diego Maradona

Su muerte interrumpió la pandemia, la cortó. Y excedió largamente al discurso facilista de organizar un velorio en medio de restricciones sanitarias. Es que los sentimientos que despertó se tornaron indisimulables, imposibles de ocultar. Porque “Diego ya no está”.

Si teníamos dudas respecto a qué hacer a la hora de visitar o no a familiares y allegados entrados en años o con “comorbilidades” que el coronavirus podría complicar cuando no había vacunas, o concurrir a lugares masivos, sólo hubo certezas a la hora de la partida del “10”.

Viajes organizados con rapidez, algunos frustrados por el recorte del velatorio, y muestras de afecto múltiples de quienes siquiera llegaron a verlo en vivo una vez. Y ese sentimiento no se apagó con el tiempo.

Las redes sociales, “termómetro” si se quiere de al menos un 15% de las poblaciones ecuménicas occidentales, fueron tajantes. Y en ese trajín el Diego deportista, el que nadie negaba, de algún modo fue quedando al margen.

Trascendieron escenas del “Maradona como persona”. Y ese concepto que se utilizó en vida desde sectores refractarios para fustigarlo por su adicción a las drogas, tuvo un giro.

Da la impresión que, pandemia mediante, floreció esta facción y se impuso a la visión que ponía a sus excesos por sobre lo acaudaladamente mitológico de su vida.

Desde el “boot” que lanza frases históricas de sus sesenta años y 26 días de vida hasta la interminable aparición de fotos y videos “inéditos” hacen florecer a una persona de un generoso corazón.

Su facilidad para darle sentido a encuentros con las personalidades más influyentes del mundo también pareció multiplicarse.

La muerte suele determinar un rebote de las buenas facetas del occiso, pero en este caso los argumentos parecen fluir.

Las redes sociales así lo reflejan. Ni los embates de la causa judicial o alguna mediática aparición tapan el sol de Diego.

El recorrido incluye el dinero que perdía por jugar en la Selección o el soltar todas sus miserias libremente. Desde oponerse al poder porque el mundo le resultaba injusto hasta mostrarse terriblemente humano. Del joven que le negó a “Claudia” la paternidad de Diego Junior, hijo de Cristiana Sinagra, a aquel que lo recibió en sus últimos años, tras el reconocimiento.

La ofrenda que a fines de 2020 en el partido ante Los Pumas brindaron Los All Blacks, el seleccionado neozelandés que atravesaba un momento deportivo difícil y ante la mirada de sus pares argentinos, fueron sólo un botón de muestra.

La certeza es que vivir en los zapatos de Maradona no era misión sencilla. Pero también que el Maradona “humano” es lo que lo traslada a una figura mítica.