Les había alcanzado con muy poco para golear (0-3) en el clásico disputado tres días antes dejando expuestas las carencias merengues, irremediables hasta que en las altas esferas del club se decidan a abrir la cartera para traer a un jugador que sepa qué hacer frente a la puerta. Algo de trabajo bastaba y sobraba para ganar con comodidad.

Con Sergi Roberto cuidando la banda de Vinicius y Arthur en la media todo fue más fácil para los azulgrana. Lionel Messi quedó liberado para hacer lo suyo. Ya sea sacarse una jugada imposible de la manga para anunciar el gol, desquiciar a la defensa rival, o ambas cosas. También Ivan Rakitic, que se lució con un juego impecable haciéndose dueño de la situación en el centro de la cancha.

Ayudó algo el Madrid, que no estaba para clásicos, ni para la Liga en la que dejó de creer desde noviembre, aunque Solari y voceros merengues varios se empeñaran en convencer con palabras de lo contrario. Este sábado ha quedado a 12 puntos de distancia. Fuera de la contienda, diga lo que diga el entrenador.

Demasiado pronto llegó el partido "más importante del año" que no lo fue.

"Estamos de pie", insistía el entrenador en la previa, pero el mensaje se perdió en el aire. No lo creyeron sus hombres, que siguen lamiéndose las heridas de la goleada (0-3) en Copa y tienen sus prioridades bien definidas y no están en el torneo perdido si no en la Champions. Menos lo creyeron sus aficionados, que acudieron a un clásico como si de un partido ante Levante se tratara. Tarde y sin muchos ánimos.

Tardó poco en amenazar el Barcelona, ya fuera con las internadas a velocidad de Dembélé o la manera en que Rakitic, casi silenciosamente, hilvanaba una jugada tras otra a sabiendas que tarde o temprano daría resultado.

El croata se salió con la suya antes de media hora. Y tampoco necesitó gran cosa para hacerlo. Tuvo con recibir un balón filtrado por la derecha para emprender la carrera dejando sembrado a Sergio Ramos para encarar a Courtois. Superó al belga en el mano a mano con un movimiento soberbio y definió mejor para poner el 0-1 en el marcador.

Ahí entendió el Madrid que se estaba jugando 'algo'. La Liga, no. Para eso no le alcanza a un equipo en que un chico de 18 años, Vinicius Júnior, es el que carga con la mayor responsabilidad y no el 'Balón de Oro', la decena de candidatos al cetro y demás multicampeones europeos. Se jugaban la paz social necesaria para seguir aferrados a que algo podrán rescatar, pues, al menos, tienen la Champions por delante.

Pero Vinicius Júnior no puede hacerlo todo. Apenas se lograba escapar rompía las líneas del rival y amenazaba con problemas a Ter Stegen. Pero como ha ocurrido una y otra vez, se ha quedado en amenaza. Vinicius necesita que Karim Benzema le diga exactamente dónde poner el balón para centrar y sigue sin atinar en el remate. Peor aún, tampoco estuvieron acertados Benzema o Gareth Bale - que jugó de inicio para dar descanso a Lucas Vázquez y acabó llevándose una sonora rechifla cuando dejó su lugar a Marco Asensio pasada la hora de juego.

Asensio no fue la solución al atasco de la delantera y menos Isco, quien volvió, aclamado por la grada, para disputar los últimos 15 minutos después de un mes fuera por problemas físicos.

Para entonces, Barcelona ya se había dado por servido. Si el Real Madrid no ha podido con ellos cuando juega bien, menos cuando se han convertido en un equipo roto y desquiciado tanto en ataque como en defensa, donde Sergio Ramos, acabó siendo el vivo reflejo de la frustración merengue de saberse el bando inferior: jugó gratis 45 minutos después de golpear a Messi en la cara unos minutos después de cometerle una falta de tacón que intentó maquillar retorciéndose en el suelo, quejándose del gemelo.

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