“La Copa de la Paz", la llamaron en Colombia, y se convirtió en causa nacional y herramienta política para el presidente Andrés Pastrana, quien veía cómo sus intentos de alcanzar una tregua con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) se volvían estériles en un país cada vez más convulsionado.

En los primeros meses de ese mismo año, tres coches bomba estallaron en Cali y Medellín y encontraron misiles sin detonar en Bogotá. La guerrilla había llegado a las grandes ciudades, pero no fue hasta que el 25 de junio se conociera el secuestro de Hernán Mejía Campuzano, vicepresidente de la Federación Colombiana de Fútbol, que la organización del certamen se puso seriamente en cuestión.

El mismo día que las FARC liberaban a Mejía, al consulado argentino en Bogotá llegaba un panfleto anónimo que amenazaba de muerte a la Selección entonces comandada por Marcelo Bielsa. La Conmebol otra vez dudó sobre la realización del certamen y el 30 de junio decidió postergar la Copa América para 2002, año de Mundial en Corea-Japón.

Claro que nuevas negociaciones, presiones comerciales y demás hicieron que el 5 de julio, menos de una semana antes del inicio de la Copa, se confirmara que el torneo comenzaría normalmente el 11 de julio de 2001, como estaba estipulado.

Lo que nunca había cambiado en todos esos días de tensiones y negociaciones había sido la postura de Julio Humberto Grondona, entonces presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, que tenía decidido no participar de la Copa América. La selección de Marcelo Bielsa, en ese momento una de las mejores del mundo, no disputó el certamen continental.