Ahí nomás, a la vuelta de la esquina de la memoria, la guerra de Malvinas. ¿Cuántos años tuve? ¿Doce, trece? Abro el libro de Porchetto, “Bebiendo el universo”, y casi instantáneamente viene a mi cabeza un Obras Sanitarias repleto de gente. Los oscuros días de la dictadura habían terminado pero todavía faltaba digerir el horror, descubrir la bestialidad de tantos años de dolor. El telón de fondo de las letras de Porchetto nos conectaba de manera directa con nuestros sueños y nuestras preguntas: “Te pide luz mi amor/ Te pide luz mi mente/ Te pido por favor/ En estos malos días…Algo de paz, hoy vida” (Algo de paz) o aquella otra: “Mi amor no me dejes caer/ Es tan difícil amar en estos días” (No me dejes caer). 

Habíamos llegado tarde, no nos dejaban pasar y cuando logramos entrar, el concierto ya había comenzado. Estaba todo oscuro y el escenario irradiaba su luz. Raúl Porchetto comenzó a cantar: “Che pibe, vení votá”. Era mucha emoción, demasiada. Ese pibe era yo y éramos tantos otros y otras que estábamos allí, que nos sabíamos las canciones de memoria, que habíamos llorado con “Reina madre” y con “Este hermanito a casa volvió”. No recuerdo mucho más, sólo una imagen que vuelve, en medio de la oscuridad del concierto, los destellos de luz del escenario, los acordes de “Che pibe…” y yo con los ojos llenos de lágrimas abrazado a una amiga. Raúl representaba muchas de las cosas a las que nosotros no podíamos ponerle palabras: “Y dónde están, los que gritaban/ la juventud se la pasa en la pavada”. 

Han pasado muchos años. El chico cósmico, -puede verse en la portada del libro- tiene canas y nosotros “los jóvenes de ayer”, para decirlo con Seru, también. Sin embargo, conforme uno va leyendo la antología y la historia, la frescura de Porchetto, lejos de envejecer está más fresca que nunca, tal vez porque sigue firmemente atada a su fuente original (el rock, la paz, la verdad, la justicia, la naturaleza, dios y un largo etcétera). ¿Sabés que pasa?: “Podes lastimarme, matarme/ Mandarme hasta el cielo/ Pero nunca, nunca/ Podrás transar con mi corazón” (Chico de plástico). Esa fidelidad lejana a todo dogmatismo, pura, como una mañana de sol, es la que hace de Raúl Porchetto un artista auténtico. 

No deja de ser un acierto que la Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba, sume dentro de su colección de poesía, la poesía que nos aporta el rock y en particular, la poesía de un artista como Porchetto. El libro se compone de dos partes fundamentales. Una antología y un recorrido biográfico. Las letras están organizadas cronológicamente. Van de desde “Cristo Rock” hasta la actualidad, pasando por la etapa de “Porsuigieco”, los emblemáticos ochenta de la vuelta de la democracia y por supuesto las tan celebradas “bandas” de Raúl. Entre otras agrupaciones las que más tarde será GIT (Guyot, Iturri y Toth). La historia de vida, también sigue un orden cronológico. Fluida y fresca, la escritura nos va llevando por una vida vivida a pleno en búsqueda permanente. Hay anécdotas que revelan el grado de compromiso con la música y que al mismo tiempo son también divertidas o raras. Allí descubrimos una amistad fraternal con Roberto Sánchez, Sandro de América; una fidelidad amical a Charly García (Carlitos) desde los primeros tiempos de “Cristo Rock”; tirantez y tensión con un presidente argentino que es preferible no mencionar; una charla con Roque Narvaja que termina con una intervención de la triple A; un aquerenciamiento en las sierras de Córdoba y un montón de cosas más. De todas las que he leído en ese maravilloso recorrido por el corazón de un poeta y músico del rock, quiero citar la siguiente que revela a mi modo de ver la permanente búsqueda espiritual y musical de Porchetto. Ese motor que a pesar de los años lo devuelve siempre joven: “En una de las sesiones, se le rompe el parche de la batería a Willy (Iturri) y me vuela la cabeza el sonido que surge. Le indiqué que continuásemos la grabación con ese sonido. Eran las 3 de la mañana y sin convencerse, Willy me pide que no sigamos con la batería en esas condiciones. Fue un tire y afloje tremendo y me lanzó: No te entiendo, no sé lo que querés. Le respondo que sí me entiende, pero que en realidad no quiere cambiar su forma de pensar, para ver el nuevo concepto. Finalmente grabamos con el parche roto; entramos en otra dimensión y arrasamos con todo”. 

Poesía e historia se complementan con los valiosos aportes de Estela de Carlotto, León Gieco, Gustavo Beliz y Susú Pecoraro. 
El trabajo de diagramación y edición -a cargo de Marco Lío, Juan Conforte y el propio codirector de la Editorial, José Emilio Ortega- y la profundidad de las entrevistas -tarea que realizaron Carlos Rolando y el mencionado Ortega- demuestran el porqué del prestigio de las ediciones cordobesas, que hoy compiten sin complejos con las mejores producciones literarias de la Argentina.

Recorrer la historia de Porchetto es recorrer gran parte de la historia del rock nacional. No solamente el recorrido del éxito sino fundamentalmente de sus búsquedas, cambios, transiciones y también silencios. La tensión y diferencia que se explicita entre la “dirección artística” y la “dirección de marketing” que obligan a los artistas a volverse independientes es también una muestra de las apuestas personales dentro del ambiente. Porchetto, como bien lo refleja este libro, es un ejemplo de fidelidad al rock y dicha fidelidad trasciende las fronteras del género musical: con artistas como Raúl, “el mundo puede mejorar”.


Leandro Calle