Hace algunos años tuve la oportunidad de recorrer las 4 históricas usinas hidroeléctricas que se encuentran a la vera del río Suquía. Lo hice como parte de la iniciativa de #TurismoCientífico que impulsamos, y que puede consultarse en el sitio: www.turtismociencia.unc.edu.ar . Así, desfilaron por el lente de nuestro fotógrafo: la usina Molet, de 1902, Bamba, de 1897, San Roque de 1959 y La Calera, de 1914. Bamba, la primera de todas desde el punto de vista cronológico, se encontraba en estado de abandono, pero su potencia escénica nos cautivó. Como resultado de aquella visita, publicamos un artículo que se tituló: “Esplendor y Abandono a Orillas del Suquía”. Reflejaba las emociones ambivalentes que sentíamos. Admiración y tristeza, al mismo tiempo.

Pocos años pasaron, pero en 2022 recibimos una noticia inesperada y grata. La Empresa Provincial de Energía de Córdoba, EPEC, ¡estaba trabajando para recuperar la usina Bamba y abrirla como Museo-Usina Bamba! Una gran noticia, realmente. Cuando se trata de ralentizar el deterioro del patrimonio histórico y de abrirlo a los ojos y las mentes curiosas, siempre es buen momento.

Imagen: Guillermo Goldes.
Imagen: Guillermo Goldes.

Hoy, en marzo de 2024, el Museo-Usina Bamba ya se encuentra abierto al público. Permite asomarse a la Córdoba de fines del siglo XIX, que se preparaba para emprender su desarrollo industrial. Y que, para ello, necesitaba imperiosamente de energía eléctrica. Ubiquémonos en aquel año de 1897. El ramal A1, hoy Tren de las Sierras, ya recorría la quebrada del Suquía en sus viajes hacia Cruz del Eje. El viejo dique San Roque funcionaba también, desde hacía 6 años, al igual que el dique derivador Mal Paso. Es decir, el agua del Suquía ya estaba controlada. Sin embargo, faltaba utilizarla para generar energía eléctrica. Y para eso se construyó Bamba. El lugar elegido fue una extensa curva del río, que había marcado como lugar propicio para un aprovechamiento hidroeléctrico el explorador Joseph Oulton, más de 20 años antes. 

Imagen: Guillermo Goldes.
Imagen: Guillermo Goldes.

Se construyó un pequeño embalse, cuyas ruinas subsisten. Ese embalse alimentaba con agua un canal de 80 metros de longitud, cavado en la roca de la montaña hasta su lado opuesto. Allí, en una cámara especialmente construida, nacían tres enormes conductos metálicos que llevaban el agua, ya en caída libre, hasta las turbinas de la usina. El giro era transmitido a los alternadores, responsables de generar la corriente eléctrica. Todo ese proceso puede hoy comprenderse fácilmente desde dos infografías que lo representan y que se encuentran desplegadas en Bamba. Se llaman, sugestivamente: El Camino del Agua, y el Camino de la Energía. Pero el visitante seguramente encontrará muchos otros atractivos en Bamba, que incluyen la propia estructura arquitectónica de la central y sus casas de servicio. 

La visita realmente vale la pena, y se la puede pensar como una nueva estación de una ruta escénica: la ruta de la energía. Los visitantes pueden acceder de lunes a viernes de 9 a 14 horas, en el km 16 de la ruta E–55.

Hoy, en Bamba, ya no hay abandono, y sí mucho esplendor recuperado.