Fueron 150 años ininterrumpidos de estudiar los cielos desde Córdoba. Pero nunca se trató solamente de eso. Al principio, esos estudios no buscaban tan solo conocer mejor las estrellas visibles en nuestro firmamento, que no se ven desde Paris o Nueva York. Realizar mapas de los cielos era un requisito indispensable para conocer nuestro propio territorio, y poder así trazar mapas detallados de pueblos, caminos, ríos y montañas. Tan sencillo como esto: para conocer las coordenadas geográficas, la latitud y la longitud, de un punto cualquiera de la superficie terrestre situado en nuestra Argentina, había que tomar como referencia las posiciones, muy bien medidas, de las estrellas. De hecho, la primera gran tarea para poder instalar el Observatorio sobre la barranca de Los Altos, fue medir posiciones de estrellas con telescopios portátiles, para determinar las coordenadas del propio sitio elegido. Después, una vez conocida en detalle esa posición, vendría el resto. Además, se requería unificar la medición del tiempo, y hacerlo en base a criterios científicos actualizados. De nuevo, medir la posición de las estrellas resultaba crucial, pues el reloj natural por excelencia, es la propia rotación del planeta. O su resultado inmediato y notorio: la rotación aparente de la bóveda celeste. Todo eso se pudo lograr a partir de 1871, cuando se inauguró el Observatorio Nacional Argentino en la ciudad de Córdoba. 

Mirar las Estrellas para Conocer el Suelo
Mirar las Estrellas para Conocer el Suelo

Polo científico cordobés

No fue un hecho aislado. En menos de una década, el sanjuanino Domingo F. Sarmiento y el tucumano Nicolás Avellaneda fundaron, en Córdoba: la Academia Nacional de Ciencias, el Observatorio, la Oficina Meteorológica y la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas. El Observatorio renovó su edificio en 1930, y se incorporó a la Universidad Nacional de Córdoba tardíamente, en 1954. La Facultad pasó a llamarse de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Allí se forman hoy los geólogos, ingenieros y biólogos cordobeses, entre otros. La Oficina Meteorológica fue la semilla del Servicio Meteorológico Nacional. La Academia continúa funcionando en la Avenida Vélez Sarsfield, entre Caseros y Duarte Quirós. Todas las instituciones mencionadas tienen hoy museos, en donde rinden homenaje a sus épocas fundacionales. Para dar aquellos primeros pasos se trajeron investigadores extranjeros, que marcaron con su impronta y sus prioridades la ciencia argentina durante décadas. Hablaremos de ello en otra oportunidad. 

Ahora, es momento de celebrar. Y de pensar que, muchas veces, para conocer el suelo hay que desafiar el sentido común y mirar hacia arriba. Hacia las estrellas.

“Si querés conocer más sobre el Observatorio Astronómico de la UNC, visitá el sitio de #TurismoCientífico de la UNC: https://turismociencia.unc.edu.ar. O seguinos en IG: @Ciencia.Turismo