Aunque haya nacido en Guadalupe, Sante Fe, hace rato que se reconoce como un cordobés más. Su nacimiento se remonta al 1º de setiembre de 1942, aunque a los pocos años su familia encaró para esta ciudad, de la que ya no pudo irse nunca más. 

Él, sí. El se fue a Buenos Aires para jugar en Vélez Sársfield. Daniel Alberto Willington ya había demostrado su condición de crack en Talleres y tenía derecho a deleitar a otros paladares, más allá de nuestras fronteras.

En Liniers hizo feliz a toda la comunidad velezana. En 1968 el club de la "V" azulada fue campeón por primera vez en su historia. Y por eso hasta hoy es ídolo indiscutido entre quienes tuvieron el privilegio de verlo jugar, los que se han encargado de prolongar a través de la palabra la vigencia del mito.

Su envergadura como mediocampista lo llevó a jugar en la selección argentina. Y también tuvo un paso fugaz en Instituto, en un torneo Nacional, y en Huracán de Parque Patricios. De porte elegante, de pegada perfecta, sus habilitaciones y su claridad en el juego lo convirtieron en líder y referente.

A 78 años de su nacimiento, Daniel Willington supo contar hace poco que se ponía muy nervioso cuando veía jugar a su Talleres. El equipo que porta sus colores más apreciados. Los que llevó en algunos de los momentos de más gloria de la entidad albiazul, como aquella noche de Alberdi, cuando un tiro libre suyo, desde larga distancia, terminó en un ángulo del arco de Pedro Eugenio Tocalli, cuando al fútbol se lo jugaba con las dos hinchadas en las tribunas y cuando también se disfrutaba, como ahora, de las cosas bonitas que surgían en un campo de juego.

Es bueno recordarlo recordarlo así, con un gol tan significativo para el fútbol cordobés, más allá de colores y camisetas. 

Foto: gentileza Mundod