El periodista Carlos Carpio retrató con cuchillo recién afilado el último lustro de Barcelona, en el que conducido "por el peor presidente de la historia del club", desaprovechó la ambición y las enormes condiciones de Lionel Messi.

El columnista del diario Marca titula su trabajo con un "Lo último que necesita Messi es ese discurso de equipo pequeño del Barça".

El profesional pone a salvo al argentino de las manifestaciones surgidas tras la eliminación ante París Saint Germain por la Liga de Campeones, en la que se utilizaron términos como "honor", "orgullo" y "grandeza" para explicar el comportamiento del equipo "culé" en su eliminación temprana en el máximo torneo europeo de clubes.

Este es el texto: "Honor", "orgullo", "grandeza"... Con estos conceptos y otros similares ilustraron los medios la nueva eliminación en la Champions de un Barcelona que por primera vez desde 2007 no estará en los cuartos de final. Reconociendo la gran primera parte azulgrana ante un PSG que salió a verlas venir porque ya había sentenciado la eliminatoria en la ida, sorprende la poca exigencia, la indulgencia con que se trata a la plantilla más cara del fútbol mundial. ¿Cobrando esos sueldos astronómicos de verdad hay alguna grandeza en caer en octavos por un cómputo de 5-2 con el PSG? ¿Cabe hablar de honor después de un nuevo ridículo europeo, el quinto consecutivo después de las palizas recibidas a manos de Bayern (2-8 en 2020), Liverpool (4-0 en 2019), Roma (3-0 en 2018) y Juventus (4-0 en 2017)? ¿Que el descalabro se haya producido esta vez en el Camp Nou y en la ida en vez de en la vuelta y en campo del rival es para sentirse orgulloso? ¿Tan bajo ha colocado el listón el Barcelona actual? Por lo menos Koeman puso un poco de cordura: "Estamos eliminados, que es lo que cuenta".

     Si echamos la vista atrás para recordar los dos o tres últimos años vividos en el club azulgrana, gestionado de forma disparatada por el peor presidente de toda su historia, resulta comprensible la corriente de optimismo que se ha desatado tras la llegada de Joan Laporta y la meritoria remontada copera ante el Sevilla. Pero un análisis más sereno nos conduce a que este imperioso deseo de recuperar la confianza y elevar la autoestima del 'soci' para compensar el derrotismo en el que llevan instalados de un tiempo a esta parte tiene un peligro: que esta drástica rebaja de la exigencia y las expectativas llega en el peor momento posible.

   El momento en el que tienen que convencer a Messi de que siga, ofreciéndole un equipo competitivo que aspire a todo la próxima temporada.  

 Pero antes de intentar convencer a Messi, a Laporta no va a quedarle más remedio que afrontar la realidad en vez de empeñarse en alejarse de ella como hizo su antecesor. Y la realidad es que el Barça no tiene un equipo competitivo en Europa desde hace cinco años. La realidad es que el Barça ha desperdiciado los mejores años de la carrera deportiva de Messi durante ese lustro, en el que para más inri el Madrid ganó cuatro Champions. La realidad es que en el Barça, además de la ilusión y el optimismo que ha traído Laporta, hacen falta 730 millones para poder pagar el 30 de junio la deuda a corto plazo que venía aplazando Bartomeu en los últimos años, haciendo trampas al solitario. La realidad es que por eso mismo la próxima temporada la plantilla va a ser más débil que la actual. La realidad es que va a hacer falta hacer caja vendiendo jugadores, y los jugadores que tienen mercado no son Umtiti o Lenglet, son Ansu Fati o Pedri. La realidad, en fin, es que celebrar como todo un logro un empate en París cuando ya estás eliminado de antemano es de equipo pequeño. Y hace tiempo que Messi se hartó de jugar para no ganar en un equipo cada vez más pequeño dentro y fuera del campo".