Juan Domingo Roldán tuvo tres oportunidades mundialistas de conseguir el cinturón, pero nunca se le dio. Su nombre deslumbraba a todos en el país, las principales celebridades de aquellos momentos viajaban a Estados Unidos para verlo en acción, pero él siempre mantuvo un perfil bajo, con la humildad que siempre lo caracterizó.

El 29 de octubre de 1987 tuvo su segunda oportunidad de pelear por el título del mundo en el Hotel Hilton frente a Tommy “La Cobra” Hearns. El combate había sido pactado a doce rounds y llevaba el reconocimiento del Consejo Mundial de Boxeo, por el título de la categoría Mediano, para llenar la vacante dejada por “Sugar” Ray Leonard. La bolsa de Hearns era de un millón de dólares y la de Roldán de 500 mil de la misma moneda.

Para ese combate tenían un lugar reservado celebridades. En el estadio móvil con capacidad para más de diez mil personas, el Hilton montó un palco en el ring side para Frank Sinatra, Eddie Murphy, Carlos Monzón, Mike Tyson, Geroge Foreman, entre otros.  También estuvieron esa noche “pepe” Parada, Gerardo Sofovich. De San Francisco viajó el médico personal de “Martillo”, José María Gioino y algunos amigos como René Barrale y su representante Luis Abba.

La relevancia que tomaba la pelea era de magnitud, hasta el propio promotor mundial “Bob” Arum se había animado a anunciar horas previas al combate: “Si -martillo- gana, peleará casi seguramente con -sugar- Ray Leonard, esto aún no lo sabe nadie, podría ser para el próximo mes de abril, por una bolsa de tres millones”.

Roldán llegaba en su mejor momento, pleno desde lo físico y confiado en el trabajo a realizar arriba del ring: “No le temo a Hearns. Fuera del ring lo respeto mucho, pero dentro del cuadrilátero lo voy a matar. Pero debo tener cuidado con su altura, su alcance de brazos”, declaró en la conferencia de prensa que se había brindado en julio en Nueva York en la presentación oficial de la pelea. Hearns no se quedó atrás, cortó los aplausos de los presentes y tiró: “Los sueños de Roldán se terminarán el 29 de octubre. No voy a dejar que me toque”.

Una de las curiosidades, es que once días antes de la pelea estelar, Hearns cumple 30 años y“Martillo”, haciendo un paréntesis en su rutina de entrenamientos, le entrega un presente. Es un poncho salteño que ha enviado desde Salta don Andrés Mozota, empresario de boxeo.

Roldán fue interrumpido por “Tito” Lectoure, quién al oído le dispara: “Andando gringo, la hora de la verdad ha llegado, ¡yo sé que estás preparado para hacerlo!”. La delegación Argentina ocupa el lado izquierdo del ring. Chuck Hull es el presentador. Primero es el turno del retador y se entonan las estrofas del Himno Nacional Argentino, que “Palito” Ortega canta con emoción.

Con un peso de 72,234Kg, “Martillo” escucha el “gong” y sale embistiendo dispuesto a voltear o caer, peligrosa por cierto y que luego se conocería que no era la táctica acordada con su equipo.

Hearns aprovechando su ventaja del largo de sus brazos logra impactar una fuerte derecha que hace caer a Roldán a la lona cerca del final del primer round. Los segundos siguientes lo vieron caer nuevamente, parecía un empujón. “Martillo” se levantó y con paso lento se dirigió a su rincón fastidioso luego de escuchar la campana. En el descanso, Lectoure le tira de la oreja y del pelo para hacerlo reaccionar. “Es necesario cambiar de actitud, hay que enfriar la pelea”, Roldán asienta con la cabeza, pero no lo escucha.

En el segundo Hearns retrocede, esperando el momento para rematar otra vez. La oportunidad se le presentó y tras conectar con una izquierda derriba a “Martillo”. El tercero, fue el round que pudo haber cambiado la historia, Roldán impresiona al recuperarse de las caídas conectando sus mejores golpes haciendo vibrar el Outdoor Stadium del Hilton de Las Vegas. Hearns “grogui” es favorecido por el árbitro Miss Lane, quien se interpone, mientras Roldán en su afán de definir no da el paso atrás para rematarlo.

“Martillo” logra, en el inicio del cuarto capítulo, impactar una izquierda que estremece a “La Cobra”. El público se emociona, asombrado. Roldán se expone frontalmente, queriéndose inmolar. Al zafar, desesperado por definir, recibe dos derechas, una recta y otra cruzada que lo tumban sobre la lona por toda la cuenta.

“Pensé que se caía, pero faltó un golpe más. Hearns es un boxeador muy bueno y no hay reclamo, pero estuve muy cerca”, dijo Roldán entre abatido y resignado.

En su habitación, se da cita un reducido núcleo de amigos. Allí están Barrale, Abbá, Gioino, Robledo y Lóvera mirándose sin emitir palabras.

Hearns expresó: “Nunca nadie me pegó como Roldán, el apodo de martillo es perfecto, porque no pega, martilla, destruye. Me pegó tres bravas a punto de hacerme perder en el tercer round”.

Cinco días después regresaba a su Freyre natal para confirmar su retiro del boxeo, el jueves 5 de noviembre de 1987 los medios nacionales hicieron eco de su declaración, pero que tiempo después cambiaría de opinión.

Vía Diariosports