Escuché por primera vez a Celeste Carballo como invitada de un show de Ruben Rada en una pequeña sala de San Telmo, en 1981. Me sorprendió qué bien cantaba, qué segura que lucía y qué confiada en lo suyo que estaba.
Yo recién empezaba mi trabajo en la revista Expreso Imaginario.
Al terminar el concierto, en un gesto que repetiría muchas veces años después, ya en Córdoba, me acerqué a saludar a los músicos y allí la conocí. Le dije que lo suyo me había parecido espléndido. 
Ahí fue cuando me invitó a tomar unos mates una tarde a su casa, que estaba en el barrio. 
Unos días después fui adonde ella me había dicho. 
Calle Defensa casi Chile. Una esquina. Debajo de su casa había por entonces una farmacia. Hoy hay una dietética. 
Subí al pequeño departamento que hacía poco tiempo había comprado con sus ingresos como corista de artistas nada cercanos al rock, como Palito Ortega, y cantando covers en inglés en el Hotel Sheraton. 
Y vi que su modestísima casa era en realidad de dos plantas, y que un piso más arriba tenía una pequeña cocina y una terraza que estaba, digamos, en el techo del negocio de abajo. 
Esa tarde me contó que era muy porteña pero que había crecido en el campo, en Coronel Suárez, que su segundo nombre era Primavera -es un secreto que recién ahora revelo-, que estaba buscando desarrollar su carrera como cantante de blues, a partir de su gran admiración por Janis Joplin, y que tenía una banda con la que había grabado un cassette con cuatro temas suyos. Esa cinta me la dio para ver si se la daba a algún productor que se interesara en acompañarla en su despegue.
En ese cassette figuraba un tema que me parecía que podía ser un éxito. Se llamaba Es la vida que me alcanza y contaba, sin mucha vuelta, lo que era su vida real en ese momento. 
“Salgo a la terraza, hay un sol que camina”, decía en un momento del tema y sí, era verdad eso. Existía la terraza.
Lo que no sabíamos es que enfrente vivía o había vivido Quino, el genial humorista creador de Mafalda, y que mucho después ese lugar, justo enfrente de lo de Celeste, sería conocido por todos los vecinos y por todos los muchos turistas que visitaban el barrio, argentinos o extranjeros, como “la esquina de Mafalda”, ya que allí las autoridades de la ciudad pusieron un monumento a la nena de la tira, donde se la ve sentada en un banco de plaza junto a su amiga Susanita y a su amigo Manolito. 
Quino vivía o había vivido a unos pocos metros, sobre Chile, y por eso había dibujado la puerta de la casa de Mafalda y su familia como la que en realidad era la suya… 
 

Mafalda en la esquina de Chile y Defensa, Buenos Aires. Foto: redes
Mafalda en la esquina de Chile y Defensa, Buenos Aires. Foto: redes


Para quienes visiten próximamente Buenos Aires, va un mapa concreto de ese lugar de San Telmo relatado en esta nota.
La flecha roja indica el lugar donde vivía Celeste, que ahora está instalada en una casa en el campo, qué bien. Varias veces, en los últimos años, hemos tomado contacto por mail o por chat, pero hace muchísimo que no la veo. La quiero mucho. Y la admiro mucho también. 
Enfrente está -ya verán los visitantes- el banco de Mafalda…
 

Mafalda en su esquina. Foto: redes
Mafalda en su esquina. Foto: redes


Y aquí está la canción autobiográfica en cuestión.
 

Es la vida que me alcanza ll Celeste Carballo
Celeste Carballo - Es la vida que me alcanza. 1983