Era un mito, sí. Una leyenda también. Y también era un difícil de conseguir. Sobre todo en el comienzo de los 90, cuando un ignoto periodista, yo, intentó entrevistarlo para una investigación que estaba haciendo sobre los primeros años del rock argentino.

Al principio, Alvarez le hizo saber que decía que no. El periodista insistió. Varias veces.

Gracias a la gestión de Gustavo Santaolalla, quien le habló muy bien de él y de la seriedad de sus trabajos -siempre se le agradecerá ese gesto-, Alvarez dijo dale, nene.

Lo primero que me dijo, recuerdo fue:

-Es muy interesante lo que estás haciendo. Y se ve que lo estás haciendo bien. Pero esto no le va a interesar a nadie.

Un par de años después, cuando ese trabajo para el cual lo había convocado era un libro famoso, basado en la vida de Tanguito, que había publicado la Editorial Planeta, y la película que se había hecho a partir de ese trabajo de recopilación histórica, Tango Feroz, era un super éxito, me reencontré con Alvarez. Me dijo esa vez:

-Nene, tenías razón. Mirá qué éxito generó todo esto. Sos un genio.

No lo cuento por vanidad sino para destacar que el genial impulsor de ideas que una vez no la había visto pero que luego sí reconoció su error, al advertir que esa historia le había llegado al corazón a la gente y que producía millones.

Ahí fue cuando Alvarez, el señor suceso, me convocó para que dirigiera la reedición de su obra en los sellos Mandioca y Talent, entre 1968 y 1977, que llamé Diez años de vida.

(Los enterados entendían: ese nombre era un homenaje al emblemático primer disco de Moris, producido por Alvarez, que se había llamado 30 minutos de vida)

Muchos años después de aquello, Alvarez llegó a Córdoba para recibir una distinción de la Universidad de este punto del país, y pasó por Disco Pi.

En esa mañana en coincidió con un histórico artista del rock argentino: Edelmiro Molinari, ex integrante de Almendra y Color Humano, y luego solista.

En ese momento el productor ya había regresado a la Argentina, luego de vivir muchos años en España, puntualmente desde que fue obligado a exiliarse en la segunda mitad de los 70.

La historia, simplificando cuestiones, dirá que Alvarez volvió para morir en su tierra. Y así fue.

Jorge Alvarez y Edelmiro Molinari en Disco Pi. Foto: Archivo Víctor Pintos
Jorge Alvarez y Edelmiro Molinari en Disco Pi. Foto: Archivo Víctor Pintos

Un día del invierno de 2015, supimos que había muerto.

Obviamente Disco Pi le hizo una despedida, que incluyó la lectura de un texto que escribió Daniel Ripoll, editor de la revista Pelo y compañero de ruta y de locuras de Alvarez, y algunos momentos de aquella entrevista que hice con él y con Molinari, más algunas de las muchísimas canciones de rock que produjo.

Este es el recuerdo de ese momento.

Billy Bond y Jorge Alvarez a comienzos de los 70. Foto: Redes
Billy Bond y Jorge Alvarez a comienzos de los 70. Foto: Redes
"Canción para mi muerte" (Restaurado en Alta Definición) - SUI GENERIS, 1972
Pidamos peras a Jorge Álvarez. El legado de Jorge Álvarez / 23 de marzo 2012