Mercedes Sosa en el estudio

En final del otoño de 1994, Mercedes Sosa terminó de hacer el disco Gestos de amor, sucesor de Sino, que ya ha había sido un paso de riesgo, con la producción en manos de Fito Páez, a quien admiraba desde el primer día, casi tanto como a su amado Charly García. La adoración y el cariño eran recíprocos. Y eso no se debís desechar: Fito estaba en un momento de popularidad suprema con El amor después del amor.

Llamó Gestos de amor a su disco del 94 y sí, fue un volantazo para que temieran los tibios.

Lo hizo con total beneplácito del sello grabador PolyGram, que piloteaba Rubén Pelo Aprile, que se manejaba muy bien con los banquinazos, y presentó un nuevo cambio de rumbos que, sabíamos, resultaría molesto para el mundo conservador del folklore.

Siguiendo la sugerencia de mi colega y amigo Ricardo Salton, Mercedes había grabado la canción Mon amour con Nilda Fernández, también Un vestido y un amor de Fito Páez, lo que era un guiño al rock, y una versión en español de Fragile de Sting, otra aprobación del mundo del rock.

Y si bien había incluido De fiesta en fiesta, casi como una concesión al folklore más festivo que había por entonces, (aunque era de la autoría de Peteco Carabajal, que no era precisamente alguien del mundo ortodoxo de la música nativa…), también había puesto otros tangos como Los mareados, grabado gloriosamente junto a Roberto Goyeneche -gran idea de Pelo- y Vuelvo al sur de Piazzolla y Solanas, junto al valsecito Caserón de tejas.

Y estaban De alguna manera de Luis Eduardo Aute, Palabras para Julia de José Agustín Goytisolo con música de Paco Ibañez, y el peruanísimo El puente de los suspiros de Chabuca Granda…

En fin, una maravillosa mezcolanza que, seguro, no todos iban a entender.

Ni bien lo terminó, me invitó a escuchar el disco completo al estudio El Pie donde había hecho casi toda la grabación.

De ese momento es la brevísima charla que muestra este video.