Siendo repartidor de pizzas de joven, Carlos Rosales construyó con el paso de los años un imperio de empresas de múltiples rubros, que se despliegan por todo el territorio nacional.

Pero desde hace varias semanas, cientos de trabajadores se agolpan frente a la sede de la aseguradora Prof, donde tiene su oficina. Hace un año decidió comprar Garbarino y ahora, sus 3.800 empleados llevan tres meses sin cobrar. No percibieron aguinaldos y a la mayoría se les dio de baja en la obra social, por falta de aportes.

En los últimos días, el hecho de no pagar las licencias para la venta de software derivó en el cierre definitivo de los locales, ante la imposibilidad de poder vender.

El grupo, compuesto también por firmas como Compumundo, además de la financiera Fiden y Garbarino Viaje, dice aguardar la devolución de saldos a favor de Ingresos Brutos del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, pero sus propietarios tienen en mente una venta o el llamado a convocatoria de acreedores, seguido del Procedimiento Preventivo de Crisis.

En Río Grande, las empresas Tecnosur y Digital Fueguina están tomadas hace varias semanas por los casi 250 trabajadores. Con temperaturas bajo cero, entrecruzan rifas y preparan comidas que ofrecen a los vecinos para sobrevivir, a la espera de una respuesta que en la que avanza el gobierno provincial.

Rosales transita en la actualidad los pasillos del Club San Lorenzo de Almagro, donde es tesorero. Pero es dueño de una fortuna merced a diversos negocios. Desde un hotel cinco estrellas en los Saltos del Moconá, Misiones y un restaurante en Recoleta hasta la porteña radio Continental son de su propiedad, además de la droguería Femedical.