Que alguien quiera privatizar el Conicet revela su desconocimiento absoluto del sistema de ciencia y tecnología, afirma serenamente la investigadora Carla Giacomelli, a quien el Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Provincia eligió en 2023 científica del año. Con sus investigaciones, Carla Giacomelli y los equipos que dirige buscan curas para enfermedades genéticas y fracturas óseas.

No me parece nada bueno, admite, aunque cree poco probable que semejante idea −privatizar el Conicet−, prospere. No depende de una sola persona, subraya. Vivimos en una república; independientemente de la opinión de una persona, la sociedad valora al Conicet.

Cuando le recuerdo los insultos que lo acusan de estar lleno de ñoquis, Carla Giacomelli repasa el extenso recorrido de evaluación de quienes aspiran a estar ahí.

Primero, una beca doctoral o postdoctoral. Las becas no se rifan en un bingo, dice irónica y agrega que recién después de aprobados esos niveles del posgrado, pueden concursar para incorporarse como investigadores. Siempre serena, remata: Deben aprobar una evaluación, que no es trivial; hay un orden de mérito que se hace público. Si logran ingresar, la evaluación sigue permanentemente. Siempre, con métricas académicas internacionales.

Ella trabaja en el Departamento de Físicoquímica de la Facultad de Ciencias Químicas. Y en el Instituto de Investigaciones en Fisicoquímica de Córdoba que depende del Conicet y la Universidad Nacional, al lado del Pabellón Argentina, donde hacemos la entrevista. En un sólido y desangelado edificio construido como residencia estudiantil. Adaptado sobre la marcha para laboratorios.

Carla Giacomelli investiga desde hace más de 20 años sobre biomateriales (materiales biológicamente compatibles) para terapias celulares que podrán modificar células afectadas por ciertas enfermedades genéticas como piel de cristal, hemofilia o fibrosis quística.

Entre sus investigaciones está también el desarrollo de biomateriales portadores de una proteína con la cual el organismo regeneraría el tejido óseo. Se podrían reemplazar las prótesis que se usan en ortopedia u odontología para fracturas graves.

Para esto último ganó en 2022 el Premio Nacional L’Oreal Unesco por las Mujeres en la Ciencia, seleccionada entre 89 proyectos de científicas de todo el país. Un premio que además de un millón y medio de pesos, fue una oportunidad para decir, en numerosas entrevistas, la importancia de estimular la ciencia en las niñas, particularmente en disciplinas como la suya −la físicoquímica−, desde antaño hegemonizadas por varones.

En la base de las áreas de investigación hay muchas mujeres, pero a medida que se avanza en responsabilidades jerárquicas, las mujeres disminuyen, muestra Carla Giacomelli.

−No es que alguien te ponga un pie en la cabeza. Se trata del efecto tijera. Vinculado a la carga asimétrica que tienen las mujeres con las tareas del cuidado.

Anteojos de científica moderna. Pelo corto algo punk. Carla Giacomelli supo hace mucho que no tendría hijos. Le pregunto cuándo lo decidió; si sigue convencida de su elección. Sonríe, me mira con algo de reproche. Responde: Es como si yo te preguntara por qué decidiste tener hijos. Nunca tuve motivación. Alguna vez una colega me dijo que ya se me iba a despertar el reloj biológico. O carezco de ese reloj, o sigue dormido.

Nos reímos juntas.

¿Sos feminista?

−Absolutamente −responde de un tirón. Y precisa: Militante de los géneros.

−El mismo candidato que quiere privatizar el Conicet promete eliminar el Ministerio de las Mujeres.

Otra vez, Carla Giacomelli, una sonrisa irónica.

−No sé tanto del ministerio nacional, pero en el de Córdoba veo el trabajo que hace la ministra, a quien conozco personalmente. Todo lo que se trabaja ahí, no solo por las mujeres. Por las masculinidades, las diversidades… Tal vez ya no debería llamarse solo de las mujeres. Incluye mucho más allá.

Carla Giacomelli me dice que no va a decir por quién votará. Punto.

Pero no duda en hablar de políticas para su actividad.

En muchos países, la ciencia es cuestión de Estado. Como la salud y la educación, subraya, y remarca la necesidad de establecer políticas públicas que trasciendan los gobiernos. Una política acordada con todos los organismos de investigación. No solo para determinar qué investigar. También cuestiones como el ingreso, la permanencia, la relación con el mundo productivo.

La ciencia está mucho mejor que cuando en los 90 Cavallo mandó a científicas y científicos a lavar los platos, admite. Mejor también cuando por esos años fueron a reclamar por el Conicet frente a la Academia de Ciencias en Vélez Sársfield y eran tan pocos que apenas pudieron cortar la avenida. Elogia la ley de financiamiento de 2022 que prevé una suba progresiva hasta llegar en 2030 a un 1% del presupuesto de la Nación para ciencia y técnica. En países más desarrollados, el porcentaje se eleva al 3, al 4%. Pero es mucho mejor que no tener nada, me aclara. Y dice enfática: Eso es una política de Estado. Aunque, advierte, la ciencia necesita más recursos todavía.

Con su socia la investigadora Cecilia Vasti, en 2021 crearon Nanotransfer, una empresa reconocida por el Conicet e incorporada a la Incubadora de Empresas de la UNC, cuyo objetivo es producir nanoportadores (algo así como deliveris) de genes para terapias de enfermedades genéticas y que para su etapa inicial ya consiguió financiamiento por 200.000 dólares.

Carla Giacomelli, que también fue secretaria de Ciencia y Técnica durante las dos gestiones del rector Hugo Juri, y según el chisme de algunes de sus estudiantes es una profe muy querida (y exigente), en 2017 recibió otro premio: el María Cristina Giordano, de la Asociación Argentina de Investigación Fisicoquímica.  

Nació hace 54 años en Camilo Aldao, 5.000 habitantes, a 320 kilómetros al sur de la ciudad de Córdoba. Mientras sus hermanas hacían vestiditos para las muñecas, ella prefería trepar a los árboles; gozar de las libertades del campo. Pensó ser psicóloga, pero se enamoró de lo que hace cuando su profe de química, Jorge Bogino, le reveló algunos secretos del átomo.

Mientras tiene pendiente ver Oppenheimer, lamenta que la película haya mantenido en las sombras a Lisa Meitner, la física austríaca que descubrió la fisión nuclear (de modo que ella sería la madre de la energía nuclear), mérito por el que en 1944 le dieron el Nobel a un varón. Su colega Otto Hahn.

Doctorada en la misma Facultad de Ciencias Químicas donde hizo la Licenciatura en Química y ahora da clases, estuvo cuatro años de postdoc en Holanda.

Entonces le ofrecieron un contrato de trabajo por cinco años en la universidad de Delf. Dijo que sí. Volvió a su monoambiente de estudianta postdoctoral, se sentó en la cama, y se puso a llorar.

−Sentí que si me quedaba, no volvería nunca más a mi país. Tuve una gran angustia. Rechacé el ofrecimiento y me vine. También me costó mucho dejar allá.

Carla Giacomelli regresó a Córdoba unos meses antes del 19 y 20 de diciembre de 2001.

−Sí, muchas veces me he preguntado si hice bien en volver. El éxito generalmente se mide por lo económico, lo profesional. En cambio los afectos, como están ahí y nos falta la certeza de cuán poco vivimos, se valoran menos… Haber vuelto, tener la chance de compartir con personas que un día no estuvieron más; la cercanía de gente que uno quiere…. Entonces, agradezco estar en Argentina.