Jacobo Timerman, el periodista del poder
Jacobo Timerman fue una gran paradoja en sí mismo: mientras los maestros del oficio indican que al poder hay que atravesarlo, cuestionarlo, ponerlo en crisis, él no tuvo problemas en decir que hacía periodismo no para atravesar el poder, sino para ser parte de él. Gran paradoja la de Timerman: ¿se puede ser periodista siendo parte del poder?
Bien lo supieron los colegas de Timerman que cubrían en Casa Rosada y esperaban que alguna vez les llegara alguna de las primicias que, vaya sorpresa, siempre le llegaban primero a Jacobo, que también hacía guardia en la casa del poder. La diferencia era que a él le abrían todas las puertas. Cuando todos se quedaban afuera esperando, Jacobo pasaba de largo hacia los despachos oficiales y, al pasar, saludaba al resto:
_ Buen día, mediocres.
Logró primicias y también logró que ni uno solo de sus colegas lo quisiera.
Su primer trabajo fue en la revista Qué, fundada por Rogelio Frigerio, aquel hombre iniciado en el comunismo y cuyo nieto hoy es gobernador de Entre Ríos. Le encargaron una entrevista a un gremialista pero Jacobo no la hizo: dijo que el hombre en cuestión no estaba en la ciudad. Eran mentiras: el jefe de la revista lo había visto en la ciudad. Lo despidieron de inmediato. Jacobo empezó así: mintiendo. O contando su verdad, una de las armas favoritas de los periodistas que quieren ser parte del poder.
Rápidamente llegó a ser columnista estrella de Clarín, a los codazos con Bernardo Neustadt, una enemistad manifiesta hasta el final de sus días. Ni un solo compañero les dirigía la palabra. Para ser buen periodista hay que ser buena persona, dijo muchos años después Kapuściński. Ellos no estaban de acuerdo. “He sido el más grande hijo de puta que hubo en la profesión”, reconoció Jacobo.
Después Timerman se convirtió en empresario periodístico y era capaz de pagar los sueldos más altos del mercado, regalar autos y vacaciones a sus empleados y a su vez ofenderlos y maltratarlos en público. En una oportunidad llegó a Córdoba buscando algún profesional para importar hacia Buenos Aires. Se llevó a Pablo Rodríguez De la Torre, periodista de los SRT. Le dijo:
_ Mariano Grondona es el mejor pago del país. Cobra 100 mil pesos por mes. Usted va a ganar lo mismo.
Así lo hizo feliz y lo hizo también su soldado.
Creó la revista Confirmado y al poco tiempo se la vendió al Félix ‘el Gringo’ Garzón Maceda, el fundador de Canal 10. Y un día, queriendo emular los diarios de la Europa a la que pertenecía por nacimiento, fundó La Opinión en una oficina prestada por Horacio Rodríguez Larreta, el padre de.
Convocó a periodistas que tenían, todos, un claro perfil político: Verbitsky y Gelman, montoneros; Tomás Eloy Martínez y Osvaldo Soriano, simpatizantes del peronismo; Osvaldo Tcherkasky, del comunismo y Luis Guanini, del trostkismo. En la previa de las elecciones del ‘73, hicieron una elección interna y sobre 78 votos, el candidato Héctor Cámpora se quedó con 45. El diario lo publicó para que los lectores supieran desde dónde escribían aquellos periodistas. Un ejemplo de pluralidad y frontalidad jamás visto. Mucho menos hoy.
Pero Timerman sabía que le faltaba un periodista para que la selección estuviera completa. Le faltaba el mejor de todos. Y a ese, el mejor de todos, lo fue envolviendo como buen encantador de serpientes. Primero contrató a su esposa, Lilia Ferreyra. Después a su hija Vicky. Y finalmente lo citó a él, a Rodolfo, el mejor de todos, en el restorán El Pulpo:
_ Digame Walsh, ¿qué quiere? Yo se lo doy -le planteó Timerman-.
Walsh, calmo como siempre, mientras le entraba al vino que no pagaría, le dijo que quería un equipo de periodistas para investigar.
_ No hay problema -le respondió Jacobo-.
_ Además -volvió a pedir Rodolfo-, quiero otro espacio físico, máquinas de escribir, fotocopiadoras, telex…
Pidió todo cuanto pudiera. No era que Rodolfo quisiera tanto. Era que no quería trabajar con Timerman.
Los dos se dieron cuenta de eso y cambiaron de tema. Bebieron y comieron y la cuenta la pagó el empresario. Walsh volvió caminando a su casa, feliz de no haber conseguido el trabajo. Timerman volvió a sus negocios para ser parte del poder.