Por: Rocío Dona Della Puppa, Sofía Celiz y Ramiro Patt Del Hoyo*

Emiliano Fessia, profesor de la Facultad de Ciencias de la Comunicación y ex director de “La Perla” , y Julia Soulier, actual encargada de la conducción del espacio, hacen un repaso de estos años de trabajo y el contexto actual. Un relato atravesado por distintos procesos políticos, judiciales, lucha y sus historias personales. “Yo me niego rotundamente a decir que el gobierno actual es una dictadura”, explica Emiliano y recalca la importancia de hacer una diferencia entre “dictadura” y el “proyecto político” de la actual gestión.

¿Cómo fue el proceso de transformación de La Perla de un ex centro clandestino de detención a un espacio de la memoria?

Emiliano:  Fue un largo proceso de lucha. El lugar cierra como centro clandestino, hasta donde sabemos por los testimonios de los sobrevivientes, en diciembre del 78’. Imagínense lo que pasó del 79’ hasta el 2007. Por un tiempo funcionó como cuartel de los paracaidistas. Fue un periodo en el que hubo muchos cambios en el espacio y que se intentó borrar la historia de la dictadura cívico, militar, eclesiástica y empresarial. 

Conquistar el lugar como espacio de memoria, es un logro más del largo movimiento de Derechos Humanos Argentina. En esta conquista los organismos tuvieron un rol fuerte, protagónico, público; pero fue posible en medida en que la sociedad fue descubriendo o aceptando que la dictadura no sólo fue el exterminio de 30.000 compañeros y compañeras; de todas las formas de hacer política; de compañeros y compañeras que estaban en organizaciones armadas, sindicatos, centros de estudiantes y demás; sino que fue un proyecto político, económico, social, cultural y comunicacional.

 En 1983 esta sociedad era mucho más injusta de lo que era en 1976. Para cuando volvió la democracia “grandes empresarios” se habían apropiado de un montón de empresas que eran de familias de desaparecidos. Reconfiguraron la sociedad. Lo que hicimos a partir de esto fue un largo trabajo; por eso es Verdad, Justicia, y con los años se agrega Memoria. Es un constante proceso lleno de vaivenes. A la larga las madres y las abuelas ganaron; jamás venganza, siempre pidiendo justicia.

En este proceso es fundamental el acompañamiento de un proyecto político que tenga como uno de sus horizontes hacer políticas de estado con Memoria, Verdad y Justicia. Los tres espacios de la memoria de Córdoba salieron por una ley provincial votada por unanimidad en la legislatura. Parecería que eso le diera fuerza de política de estado. 

Julia: Acorde a lo que cuenta Emi, son fundamentales las políticas públicas.Tener un presidente como Néstor Kirchner, que se comprometió en hacer políticas públicas de Derechos Humanos; no solamente con Memoria y valor de Justicia, nos habilitó a conquistar estos espacios, a poder trabajar la promoción de Derechos Humanos con los chicos. Contar qué pasó en la época de la dictadura y poder traer todo aquello que pasó al presente. Apostamos al trabajo con los jóvenes para que se conviertan en personas críticas y que sepan que lo más importante para sostener la democracia es sostener los derechos.

Emiliano: La democracia es pluralidad, es conflicto y es debate; pero resuelto dentro de las instituciones, como lo es el Poder Legislativo. Por eso, yo me niego rotundamente a decir que el gobierno actual es una dictadura, fue votado por el pueblo. Además las instituciones seguimos funcionando. Esta gestión tiene las mismas políticas, el mismo proyecto político de la dictadura, de los 90, del 2015 al 2019 y de ahora, eso sin duda. Pero, decir que no es una dictadura es poner en valor, en su justo lugar, qué fue la dictadura. Sino, no podríamos estar acá haciendo este evento. Y ante los que dicen “las cosas del pueblo no deben ser del pueblo” se abren lugares, intersticios, de resistencia, para seguir construyendo otra mirada y otro discurso, porque lo que nos salva es el debate.

¿Cómo hacen para resignificar el dolor asociado con La Perla y convertirlo en un espacio de celebración y aprendizaje? 

Julia: En mi caso y en el caso de Emi, que nos ha tocado tan cerca la historia de la dictadura, no ha sido un proceso fácil, pero hemos aprendido a resignificar el dolor. La manera es justamente trabajando; creando; construyendo; acompañando a los familiares, en los juicios, a las escuelas, a todas las organizaciones y todo el crisol de gente que trabaja desde afuera con nosotros en el sitio. Con eso logramos saber que el dolor siempre está pero mientras más lo trabajamos, lo resignificamos. Así tiene otro sentido y eso nos da fortaleza.

Emiliano: La sensación demoledora que siente quien viene a visitar este espacio, no se deja de sentir nunca. Por eso es importante el trabajo colectivo, buscar el apoyo en el otro. Un día uno está medio para atrás y viene otro que te da una mano, y después viceversa. Porque cuando uno no niega el dolor y sabe que no es lo único, sino que también está la importancia del trabajo que hacemos acá, es como que hay una sabiduría que es más fuerte. Es necesario aceptar eso, aceptar que uno no puede solo y buscar ayuda, acompañarse. Cuando se da ese paso viene una energía que es muy grande, porque uno sabe que lo que hace queda. Creo, además, que si se niega eso, esa cosa que te derrumba por dentro, podes armar un discurso muy racional pero no transforma. Es difícil enfrentarlo, ponerle un lugar y acomodarlo, pero después de ese proceso uno empieza a ver otras cosas mucho más bellas. 

Construir Memoria con las nuevas generaciones

¿Cómo pueden las nuevas generaciones seguir compartiendo y construyendo la memoria? 

Emiliano: Esta pregunta me recuerda a cuando armamos H.I.J.O.S. En los primeros años, en las marchas decíamos “pongamos música". Nosotros entramos con toda esa cosa irreverente, inconsciente de los 17, 18, 19 años y las viejas sagradas, las abuelas, las madres, todas decían “¡Irrespetuosos! ¿Cómo van a hacer eso?”; “¡No! ¡Le metamos vida!”, decíamos nosotros. Bueno, esa fue una marca. ¿Cuál va a ser la marca que las nuevas generaciones quieren aportar? La necesitamos y la esperamos.

No se callen, discutan con los compañeros y compañeras que quieran discutir. Yo estoy convencido de que hay un núcleo duro que no puede ni quiere escuchar. Pero a otros, que están eligiendo discursos autoritarios hay que darles el espacio para debatir. No hay que taparles la boca, en todo caso empezar a argumentar juntos. Tengo esperanza de que hay un sector que quiere y necesita esa discusión. Y hablar sin idealizar ninguna época histórica. Ese creo que es un buen tip.

*Los autores de esta entrevista son estudiantes de la Facultad de Ciencias de la Comunicación (FCC) de la Universidad Nacional de Córdoba