En el álbum de su primer casamiento hay una foto que la congela en el instante previo a firmar el acta en la que se compromete a amar a otro para toda la vida. Se la ve así: sonrisa fresca, pelo recogido, vestido blanco con cola y brillantes, el ramo en una mano, la lapicera en la otra. Al lado, el novio pone cara de novio. Sobre la mesa del juez hay un submarino amarillo hecho de papel machet, con los anillos. Mariel y su futuro ex marido no se ponían de acuerdo en los detalles de la fiesta, no compartían muchos gustos musicales por ejemplo, salvo esa canción de los Beatles. Hay otra foto en el álbum: ella posa pétrea con un cuchillo del tamaño de un machete a punto de rebanar la torta de tres pisos que comerán luego los doscientos invitados de la fiesta que pagó su madre. 

—Qué loco ver las fotos —dice—Las veo y pienso en cómo cambia la gente, como la vida te cambia de posición. Ojo, yo me casé libremente y lo disfruté, pero me di cuenta de que no hay nada para siempre. Ni siquiera uno mismo se puede amar todo el tiempo para siempre. 

En 2003, Mariel se casó pro primera vez.
En 2003, Mariel se casó pro primera vez.

De aquel casamiento pasaron 20 años. Ahora Mariel tiene todo listo para dar nuevamente el sí: vestido blanco sencillo, un salón decorado para una fiesta con unos 30 invitados, una torta como le gusta, un anillo y hasta la canción elegida para entrar. Tiene todo, menos el novio. El sábado se casará con ella misma en una ceremonia sin valor legal ni religioso, pero que le permitirá tener la fiesta que soñó. 

—Me la pago yo, no mi mamá —asegura— Y no va a ser una fiesta careta, frívola, sino más conexión y amor con la gente que quiero. 

La arquitecta de 49 años vive esta decisión como una “conquista” de su madurez. “Tiene que ver con un proceso personal en el que me siento bien conmigo misma, no me falta nada externo a mi, puedo decir: ‘así estoy bien’. Ya me casé encorsetada, no me arrepiento, ahora me caso conmigo”, cuenta. 

“Sí, me quiero” 

La fiesta será el sábado 12 de agosto, la noche previa a las elecciones PASO, en el sum de un barrio cerrado de zona sur. “La verdad, no me había dado cuenta”, dice cuando le preguntan sobre la veda electoral. Cuando muchos están cavilando a quien ponerle el voto al día siguiente, Mariel estará entrando al salón con su vestido, su capa blanca con bordados, su collar con 128 cuentas rojas, mientras de fondo sonará seguramente su canción. Caminará hasta el altar y ante las testigas, Fer y Rochu, y Caro, su amiga que hará las veces de jueza y sacerdotisa, dirá sus votos:  

—Ah, todavía no los escribí —asume—Pero supongo que voy a hacer votos de fidelidad con mi misma. Cuántas veces somos infieles a nosotros mismos, no…

—No sé. ¿Vos cuántas veces te fuiste infiel?

—Uf. Mil. todo el tiempo. Y seguramente voy a serlo alguna vez más, pero cuando me sea infiel voy a ser muy consciente. Ahora lo importante es quererme y aceptarme como soy. Después los otros. 

Otros votos que Mariel va a dar este sábado: "No buscar perfección falsa, erradicar la culpa, los juicios, las etiquetas de mi vida y de los otros. prometo darme la mano cada vez que me caiga o me salgo del camino. Celebro a todas las Mariel que me habitan y les doy la bienvenida a las que faltan de nacer aún. 

Cuando le preguntan si no hay algo de egoísmo en esa idea de priorizarse, Mariel elije una analogía con los vuelos. En los aviones, dice, te advierten que en caso de despresurización primero tenés que ponerte la mascara vos, para luego ayudar al otro. “Eso me pasa: primero me elijo yo, me salvo yo, me caso conmigo. Después doy lo mejor de mi a otros”, aclara. 

El casamiento tiene mucha planificación pero es “muy sencillo y despojado”, según la anfitriona: el decorado será dorado, rosa y blanco, el Dress Code (el código de vestimenta) rojo, una banda tocará los covers favoritos de la novia, la torta llevará una muñeca y una estrella que representan a Mariel. Y está el anillo. 

—El anillo… Me enamoré del anillo apenas lo vi. Es de plata y se le notan las martilladas, las imperfecciones —dice Mariel—. Siento que me representa. El lema de esta joyería es: hacemos bello lo imperfecto. 

A los 49 años, después de una boda y un divorcio, Mariel Narbona decide celebrar sus segundas nupcias con ella misma para decir: "Sí, me quiero"
A los 49 años, después de una boda y un divorcio, Mariel Narbona decide celebrar sus segundas nupcias con ella misma para decir: "Sí, me quiero"

Cuando escucha la palabra “sologamia” Mariel pone cara de sorpresa. “Nunca la había escuchado antes”, dice. El movimiento “sológamo” llegó a Argentina hace varios años y es popular en Estados Unidos y Gran Bretaña. Algunas personalidades a la vuelta del mundo hicieron sus “autobodas”, como la modelo brasileña Cris Galêra, quien  dijo estar "cansada de hombres infieles", se casó con ella misma y al tiempo “se divorció” porque conoció “a otra persona”. Todos estamos inevitablemente unidos a nosotros mismos hasta que la muerte nos separe. Algunos conviven lo mejor que pueden con lo que tienen. Otros, si pudieran, se pedirían el divorcio. Y están quienes deciden casarse. Buscan, en las tradiciones del amor romántico, una manera de marcar una posición: no necesito una pareja, soy feliz así, con mi amor propio. 

—A mi me gusta celebrarme. Me gusta el amor —dice Mariel. 

A lo largo de su vida hizo diferentes tipos de fiestas temáticas para sus cumpleaños. En julio llegó a los 49 años y decidió que era el momento de casarse con ella misma. . 

—Ojo, no me niego a los hombres. Nunca estoy sola. Todavía aspiro a encontrar un alma gemela, pero desde yo misma primero, quiero estar aceptada, amada, para después, si viene alguien, poder comprometerme. 

Con su ex marido tiene un hijo de 17 años y una excelente relación. Estuvieron casados cerca de diez años y ahora él le diseña las tarjetas de invitación para su boda con ella misma: en una, se ven los pies de una novia enfundada en un vestido que se ajusta los zapatos con tacos: Self Wedding, dice y agrega los datos. Sus amigas, un grupo que se fortaleció durante la cuarentena, la siguen en cada una de sus salidas: 

—Si ella se quiere casar, yo la caso en serio —dice Caro, la sacerdotisa—. Por ejemplo, le dijimos que si se va casar no puede no tener despedida de soltera, y eso le hicimos. 

Caro será la encargada de llevar adelante la ceremonia. Dice que piensa llevar una capa y está estudiando el Código Civil para imaginar una ceremonia mezcla de “legal y esotérica”. “Así somos nosotras, nos gusta el tarot y lo espiritual”, cuenta. 

“Mariel cumplió con los mandatos, se casó, tuvo un hijo, se divorció. Hoy se encuentra en un momento de plenitud. Todo lo que estudió, todo lo que hizo para conocerse, la lleva a un autoencuentro”, opina Caro. 

El sábado, después de decirse "sí, quiero" Mariel seguramente revoleará el ramo para unir a alguien más al club de las y los autodesposados.