La misión de la serie Love, Death & Robots siempre ha sido ampliar los límites de la animación sin las tradicionales ataduras de tener que contar historias familiares o infantiles, abriendo la puerta a un emocionante lienzo en blanco de pura experimentación. Y si bien sigue siendo un espectáculo visual extraordinario y poético, en esta temporada, en la mayoría de sus nueve episodios, flaquea en la profundidad de su narración, se repite en la animación generada por computadora y se enorgullece de los niveles de gore y ultra violencia.

Por eso, primero, es importante recordar el último capítulo de su segunda temporada, un capítulo conmovedor, filosófico y con una narración perfecta. Se llama “El gigante ahogado” y parte de un relato precioso de J. G. Ballard (El autor de “Crash” y “El imperio del sol”, entre otras genialidades). El episodio está dirigido por Tim Miller (Deadpool) y al terminar de verlo podemos recordar a “Los viajes de Gulliver” de Jonathan Swift o al cuento “El ahogado más hermoso del mundo” de Gabriel García Márquez.

“El gigante ahogado” cuenta la historia de un gigante desnudo, y ahogado, que aparece de pronto en una playa de un pequeño pueblo. La vida de un científico cambia mientras documenta la evolución de la descomposición del cadáver (que es primero usado como lugar de juegos, luego graffiteado y finalmente mutilado).

Es una crítica precisa del consumismo y la explotación, así como una parábola sobre la identidad y la muerte. A medida que la historia explora los aspectos performativos de la muerte, el científico cuestiona qué significa ser humano y cómo o cuándo perdemos nuestra humanidad.

La historia nos habla de cómo la aparición de lo maravilloso en la vida cotidiana lo transforma absolutamente todo sin que nadie acabe de entender muy bien cómo ha ocurrido. Pero también nos habla de cómo los seres humanos somos capaces de amortiguar la fascinación por lo extraordinario cuando se convierte en cotidiano. Como si para nosotros, en este siglo, algo sólo es maravilloso cuando es simplemente una novedad y luego deja de tener valor (algo que podríamos aplicar tranquilamente a la idea del seriado audiovisual y su consumo desaforado).

“El gigante ahogado”, una joya al interior de la serie “Love, Death & Robots”

Finalmente del gigante sólo quedarán huesos esparcidos por todo el pueblo. Pedacitos del gigante van a perdurar, pero su memoria se terminará desvaneciendo. El narrador reflexiona sobre cómo este es el destino al que nos enfrentaremos como seres humanos algún día, que es un poco oscuro, pero no se siente triste. En todo caso, su melancolía y resignación es agridulce, y una manera perfecta de terminar la temporada 2 de una gran y necesaria serie.

Entonces, tal vez dos cortos de la tercera temporada logren acercarse a una narración profunda como la de “El gigante ahogado”.

Uno es "Jíbaro", el último de esta tercera entrega, del guionista y director español Alberto Mielgo (ganador del Oscar a mejor corto de animación 2022 por un corto sobre el amor, y su faceta contemporánea, llamado “El limpiaparabrisas” –se lo puede ver en youtube-).

Con una mezcla de animación hiperrealista y a veces estilizada, “Jíbaro” cuenta la historia de un caballero que despierta a una sirena que está llena de joyas, mientras él y sus compañeros buscan riquezas a lo largo de un río en Puerto Rico. La sirena atrae a los soldados a la muerte con su canto irresistible, pero debido a que el caballero es sordo, sobrevive.

La palabra “Jíbaro” tiene diferentes significados en Latinoamérica. Pero existe una conexión del término entre Cuba y Puerto Rico. Básicamente en ambos países se usa para referirse a las personas que trabajan las tierras y que tienen orígenes españoles. Como se sabe, la leyenda de las sirenas que atraen a guerreros para matarlos es de vieja data. Una de las primeras menciones de esas criaturas se hace en “La Odisea” de Homero. El mito también aparece en la excelente película “The Lighthouse” (hoy en Netflix) y en muchas obras de arte más.

"Jibaro" es una maravilla audiovisual. Mielgo también desafía al público con un diseño de sonido que capta la perspectiva del soldado (¿colonizador?) sordo y una música que ayuda a aterrizar la emoción en el corazón de la historia. 

Tal vez el corto nos cuenta una metáfora acerca de las relaciones tóxicas y sus diferentes fases, una relación entre dos depredadores que es muy sensual porque se basa en la atracción mutua por razones equivocadas.

La siguiente historia más resonante de la tercera temporada viene de la mano de David Fincher con su adaptación del relato corto de Neal Asher, "Malos viajes". En él, un barco pesquero de tiburones es atacado por un crustáceo gigante cuyo tamaño e inteligencia solo son comparables con su voraz apetito. Una criatura que parece sacada de la obra de Lovecraft. 

La historia del monstruo marino y del monstruo humano

Fincher relata este cuento como si fuera un cuadro de Rembrandt sobre el mar. Animado con una iluminación de claroscuro, Fincher aporta su ojo cinematográfico a cada fotograma, convirtiendo las sombras en el campo de juego de una brutal historia de terror sobre la inhumanidad del hombre hacia el hombre. Es excepcionalmente sangriento, pero hay una belleza oscura en el estilo de animación que se apoya en la expresividad angulosa y cansada del mundo en los rostros de la tripulación mientras luchan con un monstruo real entre ellos. Al final sólo uno de ellos será el vencedor.

No cabe duda que “Love, Death & Robots” es una de las mejores series de animación de la historia y esperamos, luego de visionar esta tercera temporada; que, a futuro, puedan volver a combinar su plástica artesanal, con la poesía, el humor, el terror, la acción y una narración profunda acorde a su increíble impacto audiovisual.