Durante el año 2019 murieron 136 personas por día en Estados Unidos debido a una sobredosis de opioides. En promedio, esa causa equivale al 70% de las muertes por sobredosis en ese país. A su vez, en el mismo año, más de 10 millones de estadounidenses se sobre medicaron con opioides y más de 2 millones ya eran adictos. Ese es parte del contexto en el que se adentra esta miniserie de Hulu y que en Argentina podemos ver a través de Star+. Recordemos que Disney en el 2021 compró Hulu y distribuye sus productos a través de Star+.

La miniserie, de 8 episodios, está en inspirada en el libro Dopesick: 

Dealers, Doctors and the Drug Company that Addicted America de la periodista Beth Macy, escrito en el año 2018, y cuenta la historia de cómo una gran farmacéutica comienza a lanzar un medicamento opioide (el OxyContin) bajo la premisa de que no causa adicción y que es completamente seguro. El ejército de visitadores médicos hace su trabajo y pronto una pequeña comunidad minera en los Apalaches empieza a tomar esta droga milagrosa para el dolor moderado sin sospechar que es un primer paso para una nueva oleada de adictos.

El OxyContin, uno de los opioides legales más conocidos, es un medicamento que introdujo la familia Sackler, a través de su compañía Purdue Pharma, con una agresiva campaña de manipulación de datos que convenció a los médicos de que era seguro recetarlo a sus pacientes. El argumento de venta usado por la compañía para promover su nueva droga entre la comunidad médica fue: "menos del 1% de los pacientes genera adicción", tal como vemos en el primer episodio de la miniserie. El dato era falso, y sus consecuencias devastadoras, pero gracias a los expertos contratados por la farmacéutica para dar charlas a los médicos, y a un cuestionable prospecto especial emitido por la FDA (Administración de Medicamentos y Alimentos de Estados Unidos), la droga se posicionó como la alternativa al dolor más vendida del mercado.

Con esta idea, se aseguraba que, a diferencia de otros opioides, OxyContin no generaba dependencia. Fue promocionado a partir de entonces como un "medicamento milagroso" porque era inofensivo, tanto, que los médicos pensaban que era menos potente que la morfina. Y no era cierto. Bajo el mando del que sería su presidente, Richard Sackler (interpretado en la miniserie por el siempre extraordinario Michael Stuhlbarg), Purdue Pharma amasó millones sobre una red de mentiras que destruyó y continúa destruyendo muchas vidas (cientos de miles).

El avance del medicamento y de sus consecuencias trágicas no puede ser detenido ni por la DEA, como explica uno de los personajes de la serie: “no es lo mismo una droga que tiene por detrás a narcos que una que por detrás tiene farmacéuticas y al mismísimo estado”.

La miniserie Intenta abarcar varios frentes en su relato: el impacto de la medicina en pueblos remotos, el lado conservador de la sociedad estadounidense, parte de la problemática que atraviesa la comunidad LGTBIQ+ a causa de ese conservadurismo y de un fundamentalismo religioso, los pulsos éticos presentes en profesiones como la de visitador médico, la corrupción institucional estructural. A veces lo logra con mayor profundidad y otras, no alcanza a desarrollar su ambición narrativa.

DOPSICK está dirigida en sus primeros capítulos por Barry Levinson (Rain Man, Good Morning Vietnam, Wag The Dog, Bugsy) y luego por Michael Cuesta (Six Feet Under, Homeland, Dexter), los dos directores son garantía de calidad y sensibilidad audiovisual. Uno de los aspectos más notables de esta ficción dramática es su labor didáctica, resuelta con una narrativa sencilla y con muchas líneas temporales que van desde los 90’s hasta la actualidad. Expone con ritmo y solidez en qué consistía la pirámide de la llamada crisis de los opiáceos y cómo la familia Sackler ganó billones gracias a la adicción de sus consumidores mintiendo a todo el mundo, incluido el congreso de Estados Unidos. Quizá la miniserie peca de esquematismo en su mapa de la corrupción política, pero todo lo demás, de la investigación fiscal y policial al dolor de las víctimas, transpira verdad gracias a una serie de personajes bien escritos y aún mejor interpretados.

Michael Keaton da vida a un médico rural entregado al cuidado de una comunidad minera de las montañas donde los accidentes laborales y la vida extremadamente dura provoca muchos dolores crónicos. Fue la zona cero para probar el opiáceo que se expandió gracias a una agresiva maquinaria de propaganda y a una red de publicidades que diseminaron la mentira de que apenas era adictivo. Junto a Keaton (actor para aplaudir de pie), destacan el obsesivo ayudante del fiscal que interpreta Peter Sarsgaard, la agente de la DEA en la piel de Rosario Dawson o la joven minera a la que da vida Kaitlyn Dever (Unbelievable, Booksmart), cuyo descorazonador calvario se ubica entre lo mejor de la miniserie.

En el último episodio aparecen fugaces imágenes documentales en el Guggenheim neoyorkino, uno de los grandes museos que se han beneficiado del dinero de los Sackler y entre los que se incluyen el Louvre, el Metropolitan de Nueva York, la Serpentine Gallery en Londres. Precisamente, fue en el famoso atrio central del Guggenheim neoyorquino donde la fotógrafa Nan Goldin (que lleva años liderando la campaña para desenmascarar la filantropía de los Sackler y, de paso, abriendo un debate sobre las grandes fortunas y sus mecenazgos), lanzó al aire junto a otros activistas miles de panfletos que, en forma de prescripción médica, denunciaban la complicidad de estos museos con una familia tan criminal como sensible a las bellas artes.

La oscura saga de los Sackler también ha sido retratada con maestría en el documental de HBO El crimen del siglo, de Alex Gibney, que ahondaba en la escandalosa connivencia entre la industria farmacéutica y el poder político.

Pero quizá el “postre” audiovisual esté en la web Sackler Gallery. En ella se puede contemplar a actores como Bryan Cranston, al propio Keaton, Richard Kind o Michael K. Williams (el mítico Omar de The Wire fallecido el año pasado por un cóctel en el que también estaba otro opiáceo con receta, el fentalino), vestidos de Richard Sackler en 2019 para el programa Last Week Tonight, de John Oliver. Con todo este material se abrió una página en la que a través de pequeños sketches quedan en evidencia las cínicas declaraciones y correos electrónicos del presidente de la compañía durante la expansión del OxyContin. Merece la pena verlo y escucharlo para descubrir el descaro y repulsivo desdén de un auténtico demonio empresarial, y por supuesto, vale la pena el visionado de esta miniserie dramática, por momentos lenta, pero muy necesaria.