Hay dos momentos escritos en los que no se puede mentir: el testamento y la autobiografía. El primero porque queda poco tiempo. La segunda porque los hechos pueden someterse  fácilmente a a pruebas documentales.

La primera frase de un testamento bien puede ser también la rúbrica: “Yo, José Gervasio de Artigas, argentino de la Banda Oriental...”, escribió el charrúa.

La autobiografía es una hoja de ruta imprescindible que llevó a Rodolfo Walsh desde una estancia patagónica en la que su padre era mayordomo hacia el periodismo, la literatura y la política.

“Me llaman Rodolfo Walsh. Cuando chico, ese nombre no terminaba de convencerme: pensaba que no me serviría, por ejemplo, para ser presidente de la República. Nací en Choele–Choel, que quiere decir 'corazón de palo. Me ha sido reprochado por varias mujeres”.

“Mi padre era mayordomo de estancia, un transculturado al que los peones mestizos de Río Negro llamaban Huelche. Tuvo tercer grado, pero sabía bolear avestruces y dejar el molde en la cancha de bochas. Su coraje físico sigue pareciéndome casi mitológico. Hablaba con los caballos. Uno lo mató, en 1945, y otro nos dejó como única herencia. Este se llamaba 'Mar Negro', y marcaba dieciséis segundos en los trescientos: mucho caballo para ese campo. Pero ésta ya era zona de la desgracia, provincia de Buenos Aires.”

“Mis primeros esfuerzos literarios fueron satíricos, cuartetas alusivas a maestros y celadores de sexto grado. Cuando a los diecisiete años dejé el Nacional y entré en una oficina, la inspiración seguía viva, pero había perfeccionado el método: ahora armaba sigilosos acrósticos.
La idea más perturbadora de mi adolescencia fue ese chiste idiota de Rilke: si usted piensa que puede vivir sin escribir, no debe escribir.”

"Operación Masacre cambió mi vida. Haciéndola, comprendí que además de mis perplejidades íntimas, existía un amenazante mundo exterior. Me fui a Cuba, asistí al nacimiento de un orden nuevo, contradictorio, a veces épico, a veces fastidioso. Volví, completé un nuevo silencio de seis años. En 1964 decidí que en todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que más me convenía. Pero no veo en eso una determinación mística. En realidad, he sido traído y llevado por los tiempos; podría haber sido cualquier cosa, aun ahora hay momentos en que me siento disponible para cualquier aventura, para empezar de nuevo, como tantas veces”.

“Sé que me falta mucho para poder decir instantáneamente lo que quiero, en su forma óptima; pienso que la literatura es, entre otras cosas, un avance laborioso a través de la propia estupidez.”

Pero las líneas que quedaron para siempre en nosotros, fueron las últimas de su Carta Abierta de un escritor  a la Junta Militar. Cuando la fue a enviar desde un buzón a varios destinos ,fue acribillado por una patota asesina, y aún continúa como desaparecido.

“Si una propaganda abrumadora, reflejo deforme de hechos malvados no pretendiera que esa Junta procura la paz, que el general Videla defiende los derechos humanos o que el almirante Massera ama la vida, aún cabría pedir a los señores Comandantes en Jefe de las 3 Armas que meditaran sobre el abismo al que conducen al país tras la ilusión de ganar una guerra que, aún si mataran al último guerrillero, no haría más que empezar bajo nuevas formas, porque las causas que hace más de veinte años mueven la resistencia del pueblo argentino no estarán desaparecidas sino agravadas por el recuerdo del estrago causado y la revelación de las atrocidades cometidas. Estas son las reflexiones que en el primer aniversario de su infausto gobierno he querido hacer llegar a los miembros de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles".

Rodolfo Walsh. – 
C.I. 2845022 
Buenos Aires, 24 de marzo de 1977.”
Este domingo 7 de Junio se “festeja” el "Día del Periodista”
Hombres como Walsh diluyen las comillas y justifican el título de esta evocación.