Hay quienes dicen que algunas obras literarias tienen algo de autobiográficas. Y dejando de lado la obviedad que siempre tendrán algo de eso porque fueron escritos por ellos, en algunos casos la flagrancias es más notoria. 

Adolfo Bioy Casares (Caballero de la Legión de Honor en 1981, el Premio Internacional Alfonso Reyes, el Premio Miguel de Cervantes, ambos en 1990, y el Konex de Brillante en 1994) escribió su cuarta novela, “Diario de la guerra del cerdo”, a sus 55 años en 1969, y allí se refleja el temor del escritor al paso del tiempo, también notorio en “La invención de Morel” y “El perjurio de la nieve”.

Adolfo Bioy Casares nació el 15 de septiembre de 1914 en Buenos Aires, siendo el único hijo de Adolfo Bioy Domecq y Marta Ignacia Casares Lynch, en el barrio de Recoleta, tradicionalmente habitado por familias patricias o de clase alta, y donde residiría la mayor parte de su vida. Perteneciendo a una familia con una clase social alta, pudo dedicarse exclusivamente a la literatura y, al mismo tiempo, apartarse del medio literario de su época.

En cambio Isidoro Vidal, el protagonista de “La guerra del cerdo”, es un hombre que se encuentra en el límite de la vejez, algunos lo consideran un viejo y otros no, que vive en Palermo pero en un conventillo con su hijo homónimo en diminutivo a quien debió criar de chico cuando su madre Violeta los abandonó a ambos. 

La novela la que presenta la vejez como el lugar de lo repugnante, de lo desvaído y de la muerte. A los personajes “viejos”, incluido Vidal, les cuesta reconocerse como tales y muestran su odio y rechazo con todo lo relacionado a la vejez. A su vez, Bioy Casares, describe a los jóvenes como violentos y descerebrados que realizan sus actos sin saber qué motivos los mueve. Punto en que quizás se asocie con “La naranja mecánica”, y que metafóricamente podría tener eco en otra novela de Bioy, “17 disparos contra la porvenir”.

Finalmente (casi) para diferencias autor y protagonista Bioy (como Borges) fue antiperonista: en 1946 publicó junto a Silvina Ocampo, "Los que aman, odian" y una colección de relatos, "La trama celeste" (1948). Por esos años también escribió un cuento en colaboración con Borges, "La fiesta del monstruo".

El casi de finalmente, tiene dos razones.

Al "Negro" Dolina le preguntaron cómo podía ser que siendo peronista leyera y le gustara tanto Borges. Respondió: “porque soy peronista, pero no soy estúpido”.

Y la otra razón del casi, es que en 1975 Leopoldo Torre Nilsson considerado a nivel mundial el mejor cineasta argentino, aunque a nivel local (y personal) luego de Leonardo Favio al que hizo debutar como actor, llevó al cine la obra de Bioy con el título de “La guerra del cerdo”, cuyo link para verla completa acompaña estas líneas