El destacado crítico de arte fallecido en la mañana del sábado, había nacido en Mar del Plata, el 19 de abril de 1957.

 Tras los estudios musicales en Brasil, donde había ido exiliado, comenzó 1984 su tarea en el campo de la crítica, primero en La Razón y por fin en Clarín, con notas cambiaron para siempre la manera de entender y de escribir la crítica musical .

En 1991 creó y dirigió la revista caratulada como de técnicas musicales "Lulú" de la que salieron sólo cuatro números.

Como titular de Estética musical en la Universidad de Buenos Aires, reunió material con el que editó su primer libro: "La invención musical" en el año 2004. También sumó a esta edición artículos que publicaba en la revista "Puntos de vista" publicación dirigida por Beatriz Sarlo y en la que Monjeau era asesor.

Estaba por publicar "Viaje al centro de la música moderna. Conversaciones con Francisco Kröpfl" (Gourmet).

Entre los reconocimientos recibidos se destaca el premio Konex (2007) por sus críticas a la música clásica.

La siguiente es la despedida que le dedicó Martín Bauer  y que publica el diario LaNación. Bauer es compositor y dirigió el Ciclo de Conciertos de Música Contemporánea del Teatro San Martín: 

¿Existe la música triste? ¿Es posible que la música esté triste? Sin duda existe la tristeza aunque no sepamos bien qué es. Quizás se trate tanto de un intento de escapar del camino laberíntico que nos lleva a veces al abismo de la melancolía, como de responder a la exigencia imprescindible de la vida de no detener el movimiento. Pero también puede haber alegría en todo eso.

Federico Monjeau era serio en serio. Y si es cierto que algunas personas pueden enseñarle algo a otras, yo de él aprendí eso. Aunque me costara. Porque - lo digo nuevamente- la seriedad es cosa seria. Un don.

Ya aprendimos que quizás un amigo no es indispensable pero si es irremplazable. Tampoco es posible honrar eso que de repente falta, aunque sí es posible seguir honrándolo. Como venimos haciéndolo. Porque también hay en el amor y la amistad, un compromiso que no se reduce a los que nos pasa oa lo que sentimos.

El pudor, la moderación rondan la perplejidad que nos produce esta tristeza infinita. Ya sabemos. Las desgracias existen. El desconsuelo que se suma al desconcierto que se suma a la incertidumbre y al dolor, nos recuerda que “hay que seguir, no puedo seguir, voy a seguir”.

Adiós, querido Fede.

(Fuente: La Nación)