Sin ánimo de vaticinio, ni de deseo, la reciente internación del ex presidente (menos mal) y aún senador (aún peor por el aún), significante profundo de que el capicúa no siempre da suerte como no sea mala, me recordó estas líneas escritas allá por el 2001, justo un día antes de que lo encanaran pour la gallerie.

No es necrológica aún, porque ya se la epitafio antes, el pueblo argentino.

Pero, supongo y creo, la opinión/sensación del pueblo al que ahora se le dice gente, esa mismísima neblina que envolvió, olvidando, a tantos argentinos soldaditos en Malvinas.

Que desapareció trabajadores descamisaditos en la Argentina.

Que quiso hacernos ver por los llanos la sombra del Tigre, ocultando bajo la piel de un cordero  -contando con el silencio de miles- al lobo del hombre.

Esa mismísima neblina ha comenzado a disiparse.

Sólo una cuadra separa 25 de Mayo de 9 de Julio, y un sol las junta.

Ese sol de la vereda de la verdad, que nunca es triste, lo que no tiene es remedio, ese sol que aunque no le veamos, siempre está.

Un sol embanderado de cielos aerolíneamente nacionales, de cabezas que no tenemos que olvidar, de alianzas de veras y no de cintillos de compromiso…

Un sol que siega, sí con ese, las mieses del pan de nuestros hijos, y que, finalmente en su ocaso, nos mostrará la horrenda decadencia de un hombre que no alcanzó a serlo porque no supo ni siquiera defender a su propio hijo.

Un prescindente libre solamente de mercado al que la Historia, si es que resiste tan vulgar encargo, le escribirá en su epitafio:

Ni Rosas

Ni Perón

Ni paredón

Tan sólo penas y olvidos

Y ahora, a la inversa, cuando ya no parece después, pero sólo porque sabemos que aún es todavía, no deberíamos conceder amor sin barreras, ni tampoco permitirnos que se nos escape el último tren.

Sería como confundir historia con historieta.

Como quedarnos en el andén agitando pañuelos junto a un tren que siempre tuvo, solamente, boleto de ida.

Desde ese mismo andén se suele decir que vamos por más.