Más que los 19 días y menos de las 500 noches de su admirador Sabina le tomó a Eduardo Galeano escribir “Las venas abiertas de América Latina”.
“Fueron las últimas 90 noches de 1970 entre litros…océanos de café”.

Ya por entonces el yorugua sabía que en América todos tenemos algo de sangre originaria: “Algunos en las venas y otros en las manos".

La elocuencia del título del primer capítulo abre de par en par la obra: “La pobreza del hombre como resultado de la riqueza de la Tierra”.

Y ya que los franceses dicen que la anécdota es la pequeña historia, aquí van pedacitos espero que de cielo, que no nos hagan sufrir como se pide en la canción.

Sangre en las venas y en las manos

Alguna vez lo estuvimos esperando en la esquina del rectorado con la por entonces rectora Carolina Scotto, cuando lo vimos acercarse por Trejo sin obispo, y mientras la rectora retornaba al lugar del acto para preparar los últimos detalles de la entrega del Doctorado Honoris Causa de la UNC, yo aproveché que la calle no estaba cruzada de veredas (¡grande Macedonio!) y le “reproché” la tardanza. “¿Sabés qué pasó?, que el avión daba vueltas y vueltas y no terminaba de aterrizar, y ahí vi uno de barba en una nube. Lo saludé, pero no me respondió. …se ve que Dios no cree en mí.” Nosotros si en vos, como cuando dijiste con honoris: “La Reforma adelantó a América Latina 50 años del Mayo Francés”.

Alguna otra vez lo tuvimos como invitado en un programa de Canal 10 que entonces si merecía llamarse “Ideas” como más aún se lo merecía él. Y arrancó sin que mediara pregunta alguna: “Yo andaba con mala música, ¿sabés? (charruísmo de y por mal humor,) y salí con mi perro Morgan…” intenté interrumpir, preguntar, saber, con un gesto, pero me contestó sin que yo pudiera interrumpir ni preguntar, pero si saber:”No, mi perro no se llama Morgan por el pirata, es el pirata que se llama Morgan por mi perro.” “Y por el parque vimos a una chiquita que dando pequeños pasos, saludaba uno por uno, “hola pastito, hola pastito” ¿Sabes por qué? Porque a alguna edad, todos somos naturaleza y paganos…afortunadamente”.

Quizás en esa misma sintonía en su casa de Montevideo jugando de anfitrión frente a Serrat y Sabina (ver video) , les contó como un niña le dijo que prefería las canciones a los libros porque en los libros las palabras están quietas y en las canciones vuelan.

Misma sintonía de “sueñan las pulgas con comprarse un perro, sueñan los nadies con salir de pobres” a las que Liliana Felipe le puso música con su piano de percusión que aporrea con fuerza y por convicción y el les puso libro “Espejos. Una historia casi universal”, que responde a la pregunta retórica de Erich María Remarque en “El obelisco negro”, “¿Qué reflejan los espejos cuando nadie los mira…?”.

Cuando vimos juntos con él, Luis Reinaudi y Mario Rivas, aquel partido en que Romario dejó al Uruguay en la cuneta del camino hacia el Mundial de Fútbol de 1994, el se conformó: “Al Uruguay le queda la literatura”.

Y a nosotros vos, Galeano.

Perdón… tu, yorugua.