En una tumultuosa sesión, el fiscal especial de la trama rusa, Robert S. Mueller, reafirmó ante el Congreso que no podía acusar a Donald Trump de ningún delito por la doctrina jurídica estadounidense, según la cual un presidente no puede ser procesado mientras ocupa el cargo. Sin embargo insistió en que el mandatario “no está exculpado” de presunta obstrucción a la justicia. 

La esperada declaración dejó a casi todos insatisfechos: los demócratas, que no lograron arrancarle nada más concluyente que su informe; los republicanos, que no contrarrestaron la declaración inicial: no hay exoneración; y el propio Mueller, que se vio confundido y vacilante ante la presión de los legisladores.

La investigación de Mueller exploró durante dos años la injerencia electoral de Moscú en las elecciones presidenciales de 2016 y la posible implicación de Trump o de su entorno en esta estrategia. Incluyó también una investigación por un posible delito posterior de obstrucción a la justicia por parte del presidente, que habría intentado impedir estas pesquisas. Su informe final hecho público en abril confirmaba la interferencia rusa, pero no hallaba conspiración con los estadounidenses, y —lo más controvertido— dejaba sin concluir el asunto de la obstrucción.

Mueller alegaó que imputar a Trump “no era una opción” por las limitaciones jurídicas, pero no lo exoneró, y describió una decena de episodios en los que el mandatario trató de influir, como cuando despidió al director del FBI James Comey o quiso hacer lo mismo con el propio fiscal especial.

Esa indefinición prometía llegar a su fin con la sesión de este miércoles, pero nuevamente, Mueller navegó a dos aguas. Los demócratas presionaron para tratar vanamente de arrancar a Mueller la noción de que, si no fuera presidente, Trump estaría ahora mismo imputado por obstrucción. Y los republicanos se lanzaron sobre el fiscal cuestionando su imparcialidad. El fiscal especial, un veterano de Vietnam, exdirector del FBI y muy respetado en Washington, llegó a mostrarse vacilante y aturdido ante la tensión del interrogatorio.

Esto no le impidió dejar sembrada una advertencia ominosa: Rusia continúa saboteando e interfiriendo en el proceso electoral norteamericano, esta vez, para influir en las elecciones 2020. Las posibles derivaciones de esta afirmación, están por verse. Pero vendrán.