El título propone, al menos, dos discusiones.

Como en cualquier problema que se enfrenta, hay un momento de soluciones “planificadas” y otro, en tiempo de descuento, para soluciones “desesperadas”. Primer debate: en la cuestión del calentamiento global ¿ya estamos en ese lugar? ¿Llegó ya el momento de echar mano a soluciones, literalmente, extraterrestres?

Otra, tal vez más significativa, es sobre el enfoque con que la humanidad se propone encontrar soluciones al problema.

Después de años de estéril discusión sobre si, verdaderamente son o no las actividades humanas las responsables de los dramáticos cambios del clima o bien se correspondía a un “ciclo natural”, los orígenes del problema han sido establecidos y mayoritariamente aceptados.

En la era post industrial, la liberación de cantidades crecientes de gases de efecto invernadero provoca el incremento en la temperatura promedio del planeta, que deriva en la intensificación de los fenómenos climáticos.
Además se sabe que la quema de combustibles fósiles y los “desórdenes alimenticios” de la humanidad, que arrasa bosques para comer más proteínas que las recomendables, son las principales fuentes impulsoras.

Con ese escenario, fomentar energías no contaminantes y dietas sanas, cambios generales y voluntarios de los hábitos mundiales de consumo (y, de paso, pensar en un planeta más equitativo, menos injusto) parecería ser el modo razonable de abordar el problema. 
Salvo claro, que el mundo es dominando por mega corporaciones e intereses que se dan de patadas con que se deje de extraer petróleo y se reduzcan los consumos superfluos.

El segundo debate, que será cada vez más notable, es si el enfoque general de las soluciones tiende a replantear cuestiones de fondo de la (des)organización del mundo actual o si, dando por sentado que nada de ese orden es modificable, lo que se busca es desarrollar tecnología que permita continuar el desenfreno.

Ideas lunáticas

En un artículo publicado la semana pasada, científicos de la universidad de Utah nos proponen una idea digna de una novela de Julio Verne: Disparar desde la mismísima luna unas 10.000 toneladas de polvo lunar con la precisión necesaria para que se coloquen en una órbita tal que les permita “flotar” sin precipitarse por la atracción planetaria de la luna y de la tierra.

En ese lugar, que se denomina “Punto de Lagrange”, el polvo podría estar teóricamente estacionario respecto a la luna y la tierra, los dos cuerpos gravitatorios que gobernarían su movimiento. Y desde ese lugar proyectaría un sombreado sobre la tierra, suficiente para disminuir la cantidad de radiación del sol que llega al planeta. 
Dicen los científicos que con bajar la radiación entre un 1 y un 2 %, sería suficiente para poner “estacionario” el problema del calentamiento.

Los científicos modelizaron dos hipótesis: una lanzando el polvo desde la tierra y otra, la que resultó prometedora, lanzando el polvo desde nuestro satélite. En la evaluación, el escudo de polvo lunar, resultó no solo más efectivo y estable sino también, más económico.

En concreto, para lograr una atenuación de la luz solar del 1,8%, equivalente a unos 6 días al año de Sol oscurecido, la masa de polvo en los escenarios que consideró el estudio debe superar los 10 a la 10 kg, es decir, no menos de 10.000.000 toneladas de polvo lunar. Algo así como el volumen equivalente a unos 3 o 4 estadios de River Plate, una minucia si se consideran dimensiones planetarias.

Los autores insisten en que este estudio solo explora el impacto potencial de la estrategia, sin evaluar si estos escenarios son hoy técnica y logísticamente factibles. “No somos expertos en cambio climático ni en la ciencia espacial necesaria para mover esta masa de polvo de un lugar a otro. Simplemente estamos explorando diferentes tipos de polvo en una variedad de órbitas para ver qué tan efectivo podría ser este enfoque", advierte Ben Bromley, el profesor de física y astronomía que dirigió el trabajo en la nota de National Geographic sobre el tema.

También allí se destaca que, con el tiempo, en cualquier escenario, la radiación del Sol acabaría dispersando las partículas de polvo por todo el sistema solar por lo que la solución es transitoria.
Agrega Bromley: "El escudo solar es temporal y las partículas del escudo no caerían sobre la Tierra. Nuestra estrategia podría ser una opción para abordar el cambio climático”.

Evidentemente, no es lo que proponen estos científicos, pero con estas alternativas, si la humanidad quiere seguir aumentando las concentraciones de anhidrido carbónico (CO2) quemando bosques y combustibles, parece que encontraría vía libre regulando un sistema de cañones lunares disparando polvo a las estrellas.