Quién haya viajado a la Patagonia o a otras zonas de explotación petrolera tendrá presente los “fósforos” del petróleo: esos penachos de llamas en los puntos de extracción, que iluminan desiertos durante la noche. Un desperdicio contaminante inherente a la tecnología gasífera.

El “quemado en antorcha” o “flaring” (por su expresión inglesa) es la quema de gas natural (principalmente metano, CH4) utilizada como mecanismo para deshacerse del gas residual en plantas industriales como refinerías de petróleo, plantas químicas o plantas de procesamiento del gas natural, así como en zonas de producción de este gas, entre las que se cuentan pozos petrolíferos, yacimientos de gas. También se lo suele quemar en los vertederos de residuos urbanos, cuando se acondicionan a tal fin.

Las antorchas se usan principalmente para quemar el gas inflamable liberado por dispositivos de alivio de presión durante sobrepresiones no planificadas del equipamiento de la planta o cuando directamente no está previsto el transporte en gasoductos del gas emergente de una explotación.

Aunque el metano quemado en el aire produce anhidrido carbónico (CO2), el principal gas de efecto invernadero, desde el punto de vista del calentamiento el metano es un gas que contribuye al calentamiento entre 25 y 80 veces más que el CO2 y por eso, la combustión es una solución menos perjudicial que el escape sin quema.

Un poco de números

Esta sola fuente de gases de efecto invernadero  equivale  aproximadamente al 1,2  % del total de las emisiones mundiales. El costo del gas quemado representaba en la década pasada unos 30 mil millones de dólares al año, cifra nada despreciable por cierto.

A finales de 2011, solo 20 países del mundo daban cuenta del 86 % del “flaring”. Por entonces, los 10 países que más gas quemaban en antorcha eran Rusia (27 %), Nigeria (11 %), Irán (8 %), Irak (7 %), Estados Unidos (5 %), Argelia (4 %), Kazajistán (3 %), Angola (3 %), Arabia Saudita (3 %) y Venezuela (3 %).

Lo cierto es que esta es una práctica universalmente instalada doquiera que haya una instalación gasífera o petrolera. Tan cierto como que las cantidades de emisiones estaban mal estimadas. Eso es lo que dice un estudio que acaba de publicarse analizando lo que ocurre en instalaciones de Estados Unidos.

Error de cálculo

La industria y los gobiernos generalmente asumen que las antorchas permanecen encendidas y destruyen el metano, el componente predominante del gas natural, con una eficiencia estimada del 98%.

Sin embargo, ninguna de estas estimaciones se fundaba en observaciones y mediciones en el mundo real. 
Por ese motivo, investigadores de las universidades de Michigan y Stanford  calcularon la eficiencia de las antorchas utilizando muestras aéreas en las tres cuencas responsables de más del 80 % de las antorchas en EE. UU. y combinaron esas observaciones con encuestas de prevalencia de antorchas apagadas, fenómeno que ocurre cuando los sistemas tienen fallas que impiden que se reinicie la combustión.

Encontraron que la tasa de disminución de metano es sustancialmente menor a la previamente estimada, aproximadamente 91%  contra el 98% que se informaba, lo que representa un aumento de cinco veces en las emisiones de metano por encima de las suposiciones actuales y constituye del 4 al 10% del total de las emisiones de metano de petróleo y gas de EE. UU.

Concretamente, los investigadores encontraron que  con frecuencia no se quema completamente el metano y en muchos casos la llama se extingue y no se vuelve a encender, por lo que todo el metano se escapa a la atmósfera.

En el trabajo, los científicos estiman que si se mejorase la eficiencia de quemado y se garantizara que las antorchas permanezcan encendidas de modo continuo, se lograrían reducciones anuales de emisiones en los Estados Unidos equivalentes a sacar casi 3 millones de automóviles de las rutas.

Una cuestión mundial

Lo cierto es que el criterio utilizado para reportar la eficiencia de las antorchas es el mismo a nivel mundial, por lo que no es descabellado afirmar que si se realizasen estudios similares en otros países, se encontrarían resultados análogos.

La Agencia Internacional de la Energía estimó que en todo el mundo en 2021 se quemaron de esta forma más de 140 millones de metros cúbicos de metano, equivalente a la cantidad importada ese año por Alemania, Francia y Holanda.

El principal “quemador” sigue siendo Rusia en dónde recientemente se verificaron fugas masivas, sin contar el reciente episodio en los gasoductos del mar del norte, en que todavía se discute si las pérdidas fueron accidentes o sabotaje.

El tweet del Grupo Spain Medios muestra el gas emergente de los gasoductos rusos en Dinamarca.