Dos procesos han discurrido de forma paralela desde final de 2020: la campaña de vacunación y la disparada de los contagios. Esto ha hecho que las residencias, las más golpeadas por el virus y las primeras en el orden de prioridades para inmunizarse, no se hayan librado de la tercera oleada de la pandemia. 

Desde que estalló la crisis sanitaria y hasta finales de enero, han muerto por covid o con sintomatología compatible 29.757 personas que vivían en centros de servicios sociales —no solo los de mayores, también incluyen los de discapacidad—, según cifras de las comunidades autónomas (las provincias de España).  El total de decesos declarados al día de hoy en España es de 59805, o sea prácticamente la mitad de las personas han fallecido en residencias.

Un mes después de iniciarse la vacunación en estos centros, hay 13.484 contagios activos y las residencias, acostumbradas a convivir con el miedo, siguen en alerta. 
Pero por primera vez la esperanza se cuela en el discurso: a principios de marzo esperan ser “los lugares más seguros del país”. Están contando los días.

Las cifras surgen de una investigación periodística del periódico El País, de España, que recopiló la información por jurisdicción para poder establecer el cálculo.
Desde mediados de noviembre, la última vez que este diario recabó cifras, en plena segunda oleada, hasta el 27 de enero —o la fecha más próxima con cifras actualizadas—, las comunidades han contabilizado 5.224 muertes de internos en residencias sociosanitarias: un 26% de las 19.834 notificadas en el conjunto de la población. Es decir, que en la segunda y tercera ola, la mortalidad descendió en estos centros de modo significativo.

“La Navidad ha pasado factura”, asegura Susana Ruiz, miembro de la junta directiva de la Federación Lares, patronal que agrupa a unas mil residencias gestionadas por entidades sin ánimo de lucro. “Pero lo estamos viviendo de forma más leve que en la primera oleada, que nos pilló sin material de protección, sin test y sin conocimiento de cómo funcionaba el virus”, añade. Y con protocolos que en las comunidades más tensionadas restringieron la derivación hospitalaria de mayores de residencias. Pero ahora quienes precisan atención médica del sistema de salud la reciben, según insisten en el sector, y se ha ganado en capacidad de diagnóstico y en aislamientos.

No hay datos para el conjunto del país, pero comunidades como Asturias plasman en cifras las diferencias entre las oleadas: en la primera, el 32% de los casos confirmados se diagnosticaron en centros sociosanitarios, el 67% de los fallecidos se dieron entre internos de esos centros, y el 34% de los usuarios contagiados fallecieron; en la tercera (del 1 al 25 de enero), son el 4,2% de las infecciones confirmadas, los decesos de residentes suponen el 40% del total, y el 8% de quienes contrajeron el virus murieron.

“En enero hemos tenido más muertes que en diciembre, también más contagios”, explica Andrés Rueda, portavoz y coordinador del ámbito de residencias de la Asociación de Directoras y Gerentes de Servicios Sociales. “Cuando el virus entra, sigue siendo demoledor”, sostiene. El contagio se expande fácilmente, continúa, en centros en los que guardar la distancia de seguridad entre los trabajadores y los residentes es imposible.

“Aunque pongamos trabas para que el virus entre, una vez que lo hace, es donde va a causar más daño: es muy fácil que se transmita porque son instituciones cerradas donde viven las personas más vulnerables”, explica el preventivista Jesús Molina Cabrillana. Por ello preocupan los 13.484 contagios activos, especialmente en regiones como la Comunidad Valenciana, la autonomía con la mayor incidencia acumulada del país, que acumula casi un tercio de los mismos (4.636).

“Me preocupa que en un nivel de contagio muy elevado, si la situación es crítica, pueda volver a haber discriminaciones por edad”, apunta José María Toro, secretario general de la patronal Ceaps, que aglutina a unas 2.000 residencias. Está convencido de que la situación irá mejorando en los centros y de que esta estabilización redundará también en la del país en su conjunto, ya que las cifras de fallecidos bajarán. Pero aún quedan días por delante y cree que no hay tiempo que perder con la vacunación.

El epidemiólogo Manuel Franco, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria, incide también en que la inmunización en estos es la “clave” de esta tercera oleada, dado que la prioridad debe ser siempre proteger a los más vulnerables. “Cuando tienes una transmisión comunitaria tan grande, es muy fácil que el virus entre en cualquier ámbito: en casa, en el trabajo, en los colegios y, por lo tanto, en las residencias de ancianos, por mucho que se restrinjan las visitas y salidas”, lamenta. En España, la administración de dosis avanzaba mientras repuntaban los contagios. “Este es el desastre. Teníamos que haber salvado el plan de vacunación, no la Navidad”, prosigue.

Hay residencias en las que la campaña ni siquiera ha podido iniciarse porque se ha declarado un brote. En otros centros se han registrado casos tras haber recibido ya la primera inyección. Allí donde hasta ahora no han tenido infección y, por tanto, los residentes carecen de anticuerpos, tienen más riesgo de que el virus se expanda. Ignacio Fernández, presidente de la FED, patronal que agrupa a unas 2.000 residencias, reconoce que el “momento es peligroso” y que están “con el corazón encogido, para que pasen las semanas a toda velocidad” y llegue la segunda dosis.

La campaña avanza, pero a diferente ritmo entre las comunidades. La mayoría ha inyectado ya la primera dosis. Madrid lo cifra en el “99% de las residencias”. En Canarias y en Murcia explican que ya han administrado las dos dosis, en Extremadura esperan haber terminado el proceso esta semana. En Bizkaia confían en que la vacuna esté generando todos sus efectos ya a finales de febrero, en Navarra terminarán de inocular la segunda dosis el 12 de febrero.

En esta comunidad informaron la semana pasada de que comienza a remitir el número de positivos en los centros de mayores. Según datos preliminares recabados en Israel, el primer pinchazo es capaz de bajar la transmisión del virus. La Generalitat de Cataluña también ha indicado que los primeros datos que manejan muestran que una sola dosis reduce a partir de los 10 días el riesgo de enfermar y que está percibiendo el impacto en las residencias. “Aún son muy preliminares, hay que esperar porque no son fruto de una reflexión científica sólida o ajustada al método”, apunta Amós García, presidente de la Asociación Española de Vacunología, “pero en principio son indicadores positivos”.

Así que García indica que previsiblemente, si no hay contratiempos y la campaña avanza, podrá haber “un pequeño porcentaje que no estén protegidos pese a la vacuna, pero es mínimo”. Por ello la situación se vive ahora con más tranquilidad que en los meses previos. Se ve la luz al final del túnel.

“Debemos empezar a preparar el siguiente escenario, una vez que todos los centros estén vacunados y hayan pasado siete días desde la segunda dosis”, sostiene Jesús Cubero, secretario general de la patronal Aeste, con unos 400 centros. “A partir de primeros de marzo quizá serán los únicos centros seguros que tengamos en España. Sin bajar la guardia, hay que primar el bienestar emocional de los mayores, deben ir abriéndose las residencias, facilitando visitas”, continúa.