De todas las críticas que ha recibido Facebook en las últimas semanas, quizá la más elocuente sea la que vino de sus propios empleados. “La desinformación nos afecta a todos”, decían alrededor de 250 empleados en una carta a la dirección de la empresa revelada el pasado 28 de octubre en The New York Times. “Permitir la desinformación pagada en la plataforma”, decían, “comunica que nos parece bien sacar un beneficio de campañas de desinformación deliberada por parte de aquellos que buscan posiciones de poder”.

Estados Unidos está a apenas 100 días del inicio de la campaña para las presidenciales de 2020. En este contexto, las miradas se vuelven hacia Facebook para saber qué se puede esperar de una herramienta de publicidad sin precedentes en la historia, capaz de llegar con precisión a cualquier votante. En la memoria de todos está el precedente de 2016, cuando entre la campaña de Donald Trump y el aparato de inteligencia oficioso de Rusia utilizaron el enorme poder de Facebook para diseminar desinformación y desmovilizar el voto demócrata en condados clave. La red social fue cooperadora necesaria en aquella operación. Ante un nerviosismo cada vez mayor sobre lo que puede pasar en 2020, por el momento, no deja claro si pretende hacer algo diferente.

La carta llegaba al final de un mes de octubre especialmente difícil para Facebook. A principios de mes, la justicia europea dictaba una sentencia de consecuencias aún desconocidas, según la cual cualquier país de la UE puede obligar a Facebook a retirar en todo el mundo mensajes que sean declarados ilegales. Se trata de un golpe sin precedentes a la condición de empresa global de Facebook y la imposibilidad hasta ahora de controlar el contenido fuera de las fronteras. No está claro, sin embargo, cómo se la puede obligar a cumplir.

Además, las primeras señales sobre lo que se puede esperar de Facebook empiezan a ser evidentes y los candidatos empiezan ya a explotarlo. Primero, la campaña de Donald Trump publicó un anuncio en la red con datos burdamente falsos sobre Joe Biden. Alertado sobre este hecho, Facebook dijo que no iba a retirar el anuncio porque no incumplía su normativa. La campaña de la senadora Elizabeth Warren decidió entonces publicar un anuncio con información falsa para demostrar la falta de implicación de Facebook. La plataforma lo aceptó sin problemas.

El pasado 23 de octubre, el fundador y presidente de Facebook, Mark Zuckerberg, debía comparecer en el Congreso. La congresista demócrata Alexandria Ocasio-Cortez decidió utilizar su turno de preguntas para atornillar a Zuckerberg sobre este asunto. “Las normas de Facebook permiten a los políticos pagar por diseminar desinformación”, dijo la congresista, que intentó que Zuckerberg dijera hasta dónde se pueden aprovechar esas normas.

Ocasio-Cortez le preguntó insistentemente si quitaría anuncios políticos con información falsa. “Si cualquiera, incluyendo un político, está diciendo cosas que invitan a la violencia o puede provocar daño físico inminente o suprimir el voto, quitamos ese contenido”, dijo Zuckerberg. Mentir, por sí mismo, no entra en esa categoría.

“O sea, que hay un límite”, dijo Ocasio-Cortez. Esa fue quizá la frase clave del intercambio. Hay un límite y Facebook no parece tener problemas para detectar el contenido que sobrepasa ese límite y eliminarlo, como hace con el porno.

La decisión de no hacerlo con contenido falso pagado por políticos es consciente y deliberada, venía a dejar en evidencia la congresista. “Bueno, pienso que mentir está mal”, fue todo lo que acertó a responder Zuckerberg. El brevísimo interrogatorio de Ocasio-Cortez (cinco minutos) no arrojó ninguna novedad sobre la política de Facebook, pero ha sido clave en hacer patente, visible y en un par de frases virales, la preocupación de muchos de cara a la campaña.

Para terminar el mes, unos días después el fundador y director ejecutivo de Twitter, Jack Dorsey, hizo un anuncio que dejó a Facebook en evidencia de una forma aún más palmaria que Ocasio-Cortez: Twitter no aceptará anuncios de campañas políticas. Twitter es mucho más pequeño que Facebook (320 millones de usuarios), pero su influencia en la política mundial en la era de Donald Trump es ineludible.

Dorsey expuso sus razones en una serie de tuits el pasado 30 de octubre entre los que decía que “el impacto político debe ser algo ganado, no comprado”. Argumentó que para arreglar el problema era mejor atacar “las raíces, sin la carga y la complejidad que trae el dinero”.

“Por ejemplo”, escribió, “no es creíble que digamos: ‘Estamos trabajando duro para frenar a la gente que quiere manipular nuestro sistema para esparcir desinformación, pero si alguien nos paga por seleccionar gente y obligarles a ver su anuncio… bueno… ¡pueden decir lo que quieran!”. Dorsey añadió un emoticón de una carita guiñando un ojo. Era inevitable pensar en las palabras de Zuckerberg la semana anterior.