Las nubes de tormenta inducidas por el fuego solo se forman en circunstancias excepcionales, cuando el calor de los incendios forestales intensos crea una poderosa corriente ascendente. Tienen un nombre rimbombante: pirocumulonimbus flammagenitus.

Combinadas con la inestabilidad atmosférica y la abundante humedad, estas corrientes ascendentes forman imponentes nubes tormentosas que pueden producir relámpagos, que encienden nuevos incendios si lluvias abundantes no acompañan el fenómeno. 

También actúan como chimeneas, lanzando columnas de humo llenas de diminutas partículas llamadas aerosoles hacia la estratosfera de manera similar a una erupción volcánica. Una vez en la estratosfera, ese humo puede viajar alrededor del mundo, transportado por las intensas “corrientes en chorro”, lo que puede terminar afectando el clima en lugares muy distantes del planeta.

La temporada de incendios de Australia a fines de 2019 y principios de 2020 fue extrema. Levantó el humo hasta unos 30 kilómetros en el cielo, en un modo no muy diferente de lo que causaría una explosión nuclear. 
El humo de esos incendios dio la vuelta al mundo pero ahora sabemos que además de calentar la atmósfera, tuvo efectos directos sobre otra cuestión sensible: el agujero de ozono.

Nuevo estudio

Un estudio publicado esta semana en la revista Scientific Reports sugiere que los aerosoles de humo causaron las temperaturas más altas en la estratosfera en aproximadamente tres décadas y dañaron la capa de ozono, que se venía recuperando lentamente desde que las sustancias que provocan el agujero se redujeron drásticamente con la puesta en marcha del Protocolo de Montreal de 1987.

La estratósfera, una capa que se extiende entre los 10 y los 50 km de altura, justo ligeramente por encima de la altitud de los vuelos comerciales, no es regularmente afectada por eventos en la superficie del planeta; la excepción conocida son las grandes erupciones volcánicas masivas.

Pero este trabajo detectó un calentamiento repentino e inesperado de la estratosfera global en los primeros meses de 2020, alcanzando hasta 3 °C encima de Australia y alrededor de 0,7 °C a nivel mundial. Los investigadores dicen que fue la temperatura más alta registrada en la estratosfera desde que el Monte Pinatubo entró en erupción en Filipinas en 1991, arrojando aerosoles de sulfato y humo al aire.

La erupción del Pinatubo, un ejemplo de fenómenos terrestres alcanzando la estratósfera. Imagen: Dave Harlow, USGS - CVO Photo Archives - Pinatubo, Philippines
La erupción del Pinatubo, un ejemplo de fenómenos terrestres alcanzando la estratósfera. Imagen: Dave Harlow, USGS - CVO Photo Archives - Pinatubo, Philippines

Lilly Damany-Pearce, investigadora de la Universidad de Exeter de Inglaterra y directora del estudio, dijo a The Washington Post que es probable que tanto el calentamiento estratosférico como la considerable extensión del agujero de ozono en 2020 hayan sido causados por el violento fuego de los incendios.
En esas condiciones se generaron eventos de "pirocumulonimbus", que inyectaron enormes columnas de humo en la estratósfera inferior.

A diferencia de los gases que habitualmente se mueven entre diferentes capas de la atmósfera, las columnas de incendio arrastran pequeñas partículas de humo, que son unas 50 veces más eficientes para absorber la luz solar que las partículas volcánicas. 
"Es factible que el buen trabajo realizado bajo el Protocolo de Montreal esté siendo anulado por el impacto de los incendios intensos en el calentamiento global", dijo en el citado artículo el coautor del estudio Jim Haywood, científico atmosférico de la Universidad de Exeter.

Avances y retrocesos del agujero

La capa de ozono ayuda a absorber la radiación ultravioleta entrante del sol, protegiendo la vida en la Tierra de sus efectos nocivos, como el cáncer de piel y la formación de cataratas.

El agujero de ozono que se formó sobre la Antártida tras los incendios de 2020 fue el más duradero y uno de los más grandes y profundos en décadas, según la Organización Meteorológica Mundial.
De hecho, un año después, el agrandamiento perduraba e intrigaba a los científicos; este estudio brinda una explicación más consistente.

Los aerosoles de humo no permanecen en la atmósfera superior durante tanto tiempo como los productos químicos nocivos, que pueden permanecer en la atmósfera hasta 80 años y por eso fueron prohibidos.
Pero el problema es que, impulsados por el calentamiento global, se espera que aumente la frecuencia y la intensidad de los incendios forestales, lo que conduciría a más calentamiento estratosférico inducido por incendios y retrocesos en la recuperación de la capa de ozono.
Y en un círculo muy peligroso: menos ozono representa otra contribución a más calentamiento.

Martin Jucker, un experto en clima de la Universidad de Nueva Gales del Sur de Australia, dijo a The Washington Post en el artículo mencionado: “Antes de los incendios forestales de 2019, no creo que ni siquiera pensáramos que [los incendios] podrían tener tal impacto. Ahora sabemos que un incendio forestal puede tener el mismo impacto que un volcán”.