Estos días es noticia el Dengue, aunque ya no sea novedad que en los meses de febrero a abril y a veces hasta mayo, el Aedes esté en los titulares de Argentina, coincidiendo con el período de máxima afectación anual de la epidemia.

Lo mismo ocurre hasta México (en dónde cada vez llegan más al norte) o en nuestra vecina África, en dónde la principal preocupación no es por el dengue, la chikungunya o el zika sino por la endémica malaria.

Lo que sí es novedad es que los mosquitos se mueven colonizando nuevas áreas hasta tres veces más rápido que lo que se estimaba con anterioridad. Y que esos cambios pueden correlacionarse directamente con el calentamiento global provocado por las actividades humanas.

La asociación entre cambio climático y expansión a nuevos territorios de las enfermedades “tropicales”, tiene ya varios años, pero hasta el presente, no se habían podido establecer claras relaciones causales entre los dos fenómenos ni medir con alguna precisión la velocidad de la expansión.

Las dos cuestiones se desarrollan con precisión en un estudio reciente liderado por el biólogo de la Universidad de Georgetown Colin Carlson, en el que no se produjeron nuevos datos sino que se concentraron en utilizar uno de los conjuntos de datos más completos compilados por entomólogos médicos para rastrear el alcance de la distribución de mosquitos en el continente africano en los últimos 120 años.

Los datos permitieron analizar a los investigadores los límites en la distribución de 22 especies de mosquitos Anopheles entre 1898 y 2016, período en el que el planeta ya se calentó por lo menos 1,2 ºC.

Aunque el estudio se concentra en África, las conclusiones generales pueden proyectarse sobre el resto del planeta y, particularmente, en Sud América, en donde especialistas como los de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), vienen advirtiendo sobre el fenómeno.

En concreto, el nuevo estudio apunta que los mosquitos Anopheles se han estado moviendo hacia áreas cálidas durante más de un siglo en África: se han propagado hacia el sur 4,7 kilómetros cada año, una velocidad unos dos o tres veces más rápida de lo que se había estimado hasta ahora.

Y también colonizan cada vez mayores alturas, a razón de 6,5 metros más alto cada año. Estiman los investigadores que en el período considerado, el hábitat de estos mosquitos se acercó 500 kilómetros hacia el Polo Sur.

Por qué se mueven

Los mosquitos son capaces de volar cientos de kilómetros durante la noche aprovechando las corrientes de viento. Pero hay una limitación para que después del viaje, se instalen. Los mosquitos son criaturas de sangre fría, es decir, que no regulan su temperatura corporal. Por tanto, su habilidad para colonizar un nuevo territorio está fuertemente influenciadas por las condiciones ambientales de temperatura y humedad.

La suba de las temperaturas promedio del planeta hace que los espacios habitables para estos mosquitos, que se consideraron durante mucho tiempo confinados a los trópicos, vaya cambiando aceleradamente. Al mismo tiempo y por el mismo fenómeno de calentamiento, la temporada en que se desarrollan es cada vez más larga.

En el artículo que sobre el tema publica National Geographic, se estima que “en el escenario más desfavorable, cerca de mil millones de personas podrían estar en peligro de contraer enfermedades transmitidas por los mosquitos Aedes debido al aumento de las temperaturas globales”.

Los investigadores cierran sus conclusiones con una afirmación contundente: “En los próximos años, será cada vez más importante cuantificar en tiempo real este tipo de vínculos directos entre el clima, el cambio de la biodiversidad y la aparición de enfermedades para identificar y abordar las necesidades de atención médica en las poblaciones más vulnerables”.

Como siempre, el cambio climático afecta al mundo, pero las principales consecuencias las sufren los desprotegidos.